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Barreras arquitectónicas… y mentales

Cuba envejece, y precisa fomentar una cultura del detalle hacia los ancianos en todos los órdenes, para que solo queden en el recuerdo casos como el de Gilberto Pérez, impedido físico de 80 años, con sus dos piernas amputadas y vecino de Mariano Hernández No. 165, en Sancti Spíritus.

Cuenta Gilberto que, en la calle que da acceso al teatro principal de esa ciudad, pusieron unas barreras de las llamadas «policías acostados», que impiden el paso de las personas que andan en sillas de ruedas hacia ese coliseo y hacia el puente sobre el río Yayabo, dos sitios de alto valor para los espirituanos.

Hace ya tiempo Gilberto envió quejas al respecto a autoridades provinciales y a Tránsito, y nunca recibió respuestas. Él piensa que todo se resolvería eliminando un breve tramo de la barrera, con una señal que alerte del paso de los impedidos.

Ante su idea, un funcionario le expresó que, con la indisciplina social existente, ello daría oportunidad a quienes andan en bicicletas y motos de adueñarse del tramo y pasar por allí. Y Gilberto reniega de ese pretexto: «Si las cosas no se hacen, pensando en (la reacción de) los indisciplinados, ¿adónde vamos a parar?».

Otra muestra, según él, es la sede de la Uneac: se le hizo una reconstrucción capital a la hermosa casona colonial. Y por mucho que Gilberto lo sugirió, no le hicieron la rampa para el acceso de los impedidos con sus sillas de ruedas.

Recientemente se inauguró un mercado en la parte norte de la ciudad. Cuando se construía, a pesar de las sugerencias de Gilberto, tampoco se tuvo en cuenta facilitar el acceso, sin barreras arquitectónicas.

El lector sitúa como ejemplo positivo en tal sentido, expresión de sensibilidad humana, el acceso al Santuario Nacional de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba. Tiene rampas de acceso por todas partes, destaca el lector.

Es lamentable —piensa él— que, en la ardua tarea de restauración y embellecimiento de Sancti Spíritus, no se esté teniendo en cuenta el criterio de los impedidos físicos.

A ESTIBAR, A ESTIBAR…

El doctor Ariel Torres, vecino de calle 26 de Julio No. 23, reparto La Loma, Las Tunas, y cirujano pediatra del hospital pediátrico provincial Mártires de Las Tunas, fue el 23 de marzo en la mañana a un punto de ventas de la cadena TRD, sito en la circunvalación de esa ciudad, para adquirir cinco bolsas de cemento.

En ocasiones anteriores, le habían colocado los sacos en un muro situado entre el quiosco de ventas y el contenedor donde almacenan la mercancía. Pero esta vez, luego de facturadas las bolsas, quien despachaba le preguntó si no lo auxiliaba alguien más, pues entonces debía entrar el mismo doctor al contenedor a extraer el producto.

El galeno le explicó que, a su edad y operado de dos hernias discales, le resultaba imposible extraer los sacos. Y agregó que no entendía cómo no había estibadores para situar el producto en el muro.

Ariel solicitó hablar con un directivo, y se personó una dama cuya solución fue devolver el dinero al cliente. «Pensé para mis adentros —señala— que a ella no le importa la gestión de venta, porque seguramente su salario se comporta igual de cualquier manera».

El doctor fue a la gerencia de la cadena TRD y preguntó por el gerente. Estaba reunido. Fue recibido amablemente por una funcionaria de atención a la población. Al parecer ella no pudo resolver con ciertas llamadas que hizo, y le dijo a Ariel que localizara al comercial de la base de almacenes, que lo iba a ayudar con un estibador… Al final, el doctor buscó a su hijo para que lo ayudara.

Ariel posteriormente investigó y halló que, de acuerdo con el precio al que la cadena TRD adquiere el cemento y lo comercializa, obtiene una ganancia  comercial que da para pagar el salario de un estibador y que este lleve el producto a la casa, como debe ser.

Concluye el lector: «Respeto lo que hace el país para mantener nuestras conquistas. Y fue precisamente TRD de las primeras en iniciar la recaudación de divisas, que tantos programas sociales ha financiado. Pero los cubanos necesitamos respeto; ser tratados como nos gustaría que nos trataran».

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