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¿Alimentos o marabú?

Florencio Almeida Capote es un campesino que, donde nació y ha permanecido, en El Abra de Castellón, del municipio cienfueguero de Cumanayagua, explota un área de 60 cordeles (aproximadamente 2,48 hectáreas). Porque, señala con orgullo, «desde que tengo uso de razón, mis padres me enseñaron que la tierra da buenos frutos si se trabaja correctamente y en el momento adecuado».

Pero cerca de las tierras de Florencio hay tres caballerías cundidas de marabú, que pertenecen a la vaquería 14 de la Empresa Pecuaria El Tablón. Esa área abandonada supuestamente debía servir de pastoreo para las vacas.

Florencio solicitó las ociosas tierras en usufructo al delegado municipal de la Agricultura, y le fueron denegadas. No conforme, confiesa que se dirigió al delegado provincial de la Agricultura. Y tampoco tuvo respuesta efectiva.

El campesino asegura que, de adjudicársele las mismas, podrían producir muchos alimentos para el pueblo. ¿Alimentos o marabú? ¿El perro del hortelano, que no come ni deja comer?

¿Y si no hubiera escrito?

El pasado 26 de mayo, el lector Roberto Nápoles Montoya, residente en calle 170, Edificio BCD-1, apto. 16, entre 1ra. y 5ta., reparto Flores, en el municipio capitalino de Playa, contaba que el 6 de enero de 2012, Etecsa le instaló el servicio telefónico.

Y, desde el primer momento, él había solicitado incluir en el contrato la instalación de dos extensiones más en la casa. Etecsa entonces aceptó tal solicitud, y a priori le cobró al cliente la instalación de ambas. Pero nunca las instalaron.

No obstante, desde entonces en la factura mensual venían cobrándole el servicio de ambas extensiones.

Roberto se dirigió en varias ocasiones a ver al jefe de la planta de Etecsa, sita en Cubanacán, quien se comprometió a completar el servicio, tal como estaba convenido. Pero jamás lo hizo.

Cuando me escribió, Roberto llevaba más de un año reclamando y solicitando que se le retirara de la factura el servicio que nunca se instaló. Y a mucha insistencia, logró que le retiraran de la factura el cobro de una de las extensiones, pero no el de la otra.

No faltó su insistencia posterior, pero nada se resolvía. Había cambios de dirección, y siempre le atendía otra persona, que daba una respuesta siempre diferente. Y a pesar de todas las promesas, el cobro siguió apareciendo en la factura. «No veo la voluntad de Etecsa de resolver un problema que, además, me preocupa sobremanera, pues a otros clientes del área les ha sucedido lo mismo», concluía Roberto.

Al respecto, responde Tania Velázquez, directora central de Comercial y Mercadotecnia de Etecsa, que «al consultar los sistemas, saltó la evidencia del error cometido con este usuario, a quien le asiste toda la razón en su reclamo. De manera inmediata se visitó su domicilio para informarle sobre la devolución del valor cobrado indebidamente, y además ratificarle la imposibilidad de satisfacer la solicitud de instalación de nuevas extensiones, pues por limitaciones técnicas y materiales no se están comercializando».

Precisa que las respuestas dadas a Roberto crearon falsas expectativas, y por el hecho de que no se analizaran sus quejas, sin medir las consecuencias financieras para él, y la credibilidad de la Empresa que estaba en juego, «se aplicaron tres medidas disciplinarias a los directivos y técnicos que propiciaron la continuidad del problema».

Reitera la Directora sus disculpas a Roberto, y aclara que, en casos como este, los clientes pueden dirigirse a los siguientes niveles de dirección: jefe de Unidad Comercial, jefe del Centro de Telecomunicaciones, jefe del Departamento Comercial, director Territorial y Dirección Nacional de Protección al Consumidor de Etecsa.

Agradezco la respuesta; pero, al final, Roberto no podrá comprender nunca por qué, alertando del asunto, no se ocuparon de su justo reclamo durante más de un año. ¿Hasta cuándo las respuestas a remolque de las denuncias? La que queda en entredicho es Etecsa, que soslayó a un cliente y ni siquiera le atendió su justa demanda.

¿Y si Roberto no hubiera escrito, seguirían cobrándole? Qué trabajo cuesta que estampen cuáles fueron las medidas disciplinarias, con nombres y apellidos. Qué trabajo cuesta saber si los que debían evitar, con sus controles desde arriba, que tal maltrato perviviera, fueron sancionados también. ¿Hasta cuándo tanta incomunicación con esas insatisfacciones de los clientes?

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