Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los humos de la imprevisión

Supongamos que un hospital precisa de una urgente reparación en sus sistemas eléctricos y no queda otra opción que acometerla en el período más breve posible, so riesgo de comprometer la atención a sus pacientes.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si la institución no diseña ese vital trabajo de conjunto con la Organización Básica Eléctrica, fijando un preciso cronograma y reparando en cada detalle?

No hay que ser muy imaginativos, aunque hemos de suponer que se procurará eficacia en las labores, ahorro de tiempo y minimizar las molestias, pues al final a una y otra parte habrá de interesarle brindar el mejor servicio posible.

Lamentablemente, esto último no siempre parece estar muy claro, según ilustra la carta de Carlos Altamirano Báez, vecino de calle 4ta., No. 211, en el reparto Marimón, de Santiago de Cuba.

Cuenta el lector que en la sala de rehabilitación del policlínico Armando García, sita en el reparto Terraza, se atienden pacientes con dolencias extremas y necesitados de fisioterapia, entre ellos una tía suya. Pero los viernes, desde las dos de la tarde, ya deja de prestar servicios esa unidad pues los operarios de la campaña antivectorial van a fumigar el local.

«Quiere decir que quienes tienen turno en el horario de la tarde ya no reciben el tratamiento y han de aguardar hasta el lunes. ¿Puede así curarse alguien?», pregunta el lector.

A Carlos le parece que «lo más bochornoso es que el personal de la sala ofrece disculpas y da por terminada la jornada laboral, también hasta el lunes». Y pregunta: «¿Cómo puede ocurrir algo así en una institución de salud donde se atiende a personas en vías de rehabilitación? ¿No se puede fumigar en otro horario? ¿Por qué no se puede esperar el tiempo establecido para la acción del producto en el local y luego se continúa ofreciendo el servicio?».

Y yo agrego: ¿Cómo puede producirse tal descoordinación entre dos organizaciones del mismo sector?

Esperando la bodega

El holguinero José Luis Romero Cabrera (Edif. 21, Apto. 5, 3er piso, B.1, Comunidad Militar Hermanos Aguilera, Rpto. Pedro Díaz Coello, Holguín) no escribe a nombre propio, sino en representación de los residentes de Los Hoyos, Chaparra, municipio de Jesús Menéndez, en Las Tunas.

Resulta que José Luis fue a visitar a su hijo que vive en aquella zona tunera y se encontró con una preocupante escena. Desde el 8 de septiembre de 2008, cuando atravesara la zona el ciclón Ike, se produjo el derrumbe total de la bodega Los Pinos No. 3388, de la localidad.

La entidad fue trasladada provisionalmente para la casa de la vecina Melba Ochoa, rememora el lector. «Las instituciones del municipio han reiterado que la van a construir, pero ya han pasado cinco años y ahí está el piso (los cimientos)…», se duele.

Y, como es lógico, los residentes del lugar se preguntan hasta cuándo se extenderá esta medida provisional. No ha de resultar sencillo —medita este redactor—, cuando tanta gente perdió su techo y casas debido a la furia de Ike, ¿mas no se podrá identificar alguna otra alternativa de solución?

La ciencia del buen trato

Sala-2G (Oncología). Hospital Camilo Cienfuegos. Sancti Spíritus. En ese espacio a Enilde Ortega Sabatés la vida le deparó una tristeza honda: los últimos instantes de su hermana. Pero la profesionalidad y valores humanos de quienes allí laboran hicieron, si cabe, que ese momento final se transitara de un modo menos doloroso.

Por ello, esta vecina de calle Concordia No. 24, municipio de Trinidad, no quiere pasar por alto todo lo que recibió y lo traduce en líneas de gratitud.

«Felicito a los doctores Jorge Álvarez, Grisel, Kenia y otros cuyos nombres no recuerdo…; los enfermeros Jani, Greter, Yohana, Laritza y las demás “seños”…; a las pantristas, las compañeras de limpieza y a la “loquita” que toma mucho café y me llevaba pastelitos. A todos, muchas gracias por acompañarnos en los instantes más difíciles».

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