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A San Antonio, si alcanzamos tren

El profesor artemiseño Ybrain Hernández López (calle 76 No. 35919-A, entre 59 y 61) debe sortear cada día la distancia que separa el municipio donde reside, San Antonio de los Baños, de la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (Cujae), en la capital cubana.

Para ello, la opción más económicamente rentable es el tren. Pero sucede que este transporte, de larga data en el tramo señalado, anda por unos «raíles» algo problemáticos en los últimos tiempos.

«Desde que comenzó el mes de diciembre sustituyeron el tren que existía, que era una locomotora con vagones que transportaban a más de 200 usuarios en todo el trayecto, desde San Antonio de los Baños hasta la estación 19 de noviembre», narra el lector.

Al principio —apunta— el cambio parecía bueno, pues se iban a dar más servicios (siete viajes), pero resulta que los nuevos vagones solo tienen capacidad para 45 pasajeros, y no permiten que monte en San Antonio ninguna persona para hacer el viaje de pie.

«Si usted no es pasajero de ese tren, el viaje para La Habana le cuesta diez pesos», dice Ybrain refiriéndose a los porteadores privados. Estos dan viajes en camiones particulares que se erigen como la opción a la mano para resolver la emergencia, pero a la larga resulta incosteable de acuerdo con el salario de los trabajadores.

También señala el remitente que de alguna manera podría priorizarse a los que, como él, viven a larga distancia, pues los pasajeros de zonas como el Wajay, Boyeros y Fontanar tienen, aparte del tren, la opción de las rutas P-12 y P-16 para llegar a sus respectivos destinos.

Y en cuanto a los ómnibus Diana provenientes de Güira de Melena y Alquízar que entran a San Antonio, refiere el profesor que la mayoría de las veces vienen llenos desde sus puntos de origen.

Al menos en los horarios pico de la mañana y la tarde —cuando más demanda tiene el referido servicio ferroviario— se necesita de más capacidad, concluye el artemiseño. ¿Qué dicen al respecto las autoridades competentes?

Presiones albañales

Antes de escribirnos, confiesa el Doctor Alexis Corrales Gutiérrez (Prolongación de Colón No. 78, entre Capitán Velasco y Nueva Gerona, Santa Clara, Villa Clara) que ha agotado gestiones que, de ser escuchadas, no lo habrían obligado a escribirnos.

Ocurre que desde hace más de tres años el tubo de alcantarillado al que vierten un número importante de hogares, entre ellos el de Alexis, se tupe con demasiada frecuencia, lo cual dificulta el desagüe de albañales.

«He hablado con los directores de Acueducto y Alcantarillado, jefes de brigada, etc., y mediante gestiones personales he destupido varias veces la tubería. Ahora todo se complica, pues el registro está derrumbado y hay uno de los tantos salideros de esta ciudad que, cuando llega el agua, rellena el conducto y dificulta más el drenaje», se duele el remitente.

Agua, ¿dónde estás?

Desde Holguín nos llega la tercera misiva de hoy. Al momento de redactarla, hacía un mes que a la vivienda de Dayami Bermúdez Teruel (calle Sierra Maestra, s/n, Reparto Zayas, Holguín) no arribaba el agua.

«Pero no es solo mi casa, sino en mi cuadra, porque no tiene presión. Sin embargo, en la calle más abajo a la mía se bota, y es una lástima ver tantos salideros cuando muchos nos quedamos sin agua». El delegado del Poder Popular fue a las oficinas de Acueducto y le dijeron que iban a solucionar el problema y todavía los vecinos están esperando, evoca la lectora.

La situación —sostiene— es mucho más compleja, si tenemos en cuenta la necesidad de higiene para impedir que surjan brotes epidémicos.

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