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¿Espejuelos? Vamos a ver...

Los dolores de cabeza dieron la primera alarma. Luego, las pruebas correspondientes en el Pediátrico de Centro Habana lo confirmarían. La hija de Eduardo Capote Vidan (calle Bruzón No. 73, esquina a Almendares, Plaza de la Revolución, La Habana) necesitaba espejuelos.

El 26 de septiembre de 2013, según narra el padre, se solicitaron en la óptica de Estancia y San Pedro, Nuevo Vedado, en su propio municipio de residencia. La fecha de entrega no se cumplió.

«Pasados los 45 días se recogieron y, tal como dicta la experiencia popular, se llevaron a la consulta del oftalmólogo para su comprobación... La graduación: mal. Mi esposa volvió a la óptica. Ante la reclamación, una compañera que se identificó como la administradora del establecimiento llevó adentro los espejuelos para cambiar uno de los cristales que, supuestamente, podían resolver en el taller, por tratarse del que no llevaba graduación», relata el capitalino.

Y añade que, en ese momento, la mamá de la niña manifestó nuevamente su desconfianza: si ya una vez habían errado... Pero la directiva que la atendió le aseguró que no debía tener motivos para preocuparse, dada su experiencia como refractista y su responsabilidad como administradora del centro, especialmente tratándose de espejuelos para niños. Aquellos no podían estar mal —le dijo a la madre—; que se fuera confiada y no recurriera otra vez al hospital. Y así lo hizo la confiada mamá.

«La niña comenzó a usar los espejuelos, pero los dolores de cabeza, lejos de desaparecer, aumentaron gradualmente durante diciembre y los primeros días de enero, y junto a ellos, la preocupación...», evoca el remitente.

El 20 de enero último, añade, volvió la familia a la consulta de Oftalmología. «Tras la atención excelente de la doctora Edith y el refractista Fidel Raúl, la graduación medida en esta ocasión coincidía con el dictamen anterior, pero los espejuelos estaban mal. Ningún ojo coincidía. De inmediato a la óptica. Hora de almuerzo. ¿Y la compañera administradora…? No está. Salió para una reunión en la empresa. ¿Quién está a cargo? Nadie y todos, respondió un empleado...».

¿Quién responde por estos errores reiterados? ¿Quién por la salud de los pacientes? ¿Quién por los dolores de cabeza que pudieron evitarse a una niña desde hace bastante tiempo? ¿Quién por el material y los recursos malgastados…?, se pregunta con dolor e indignación el papá. No hace falta una vista excelente para ver sus razones.

Deuda de respeto

«Me parece que los compañeros que hemos cumplido esta misión merecemos un poco más de respeto», concluye su carta Osmey Saborit Montalvo, quien no logra entender cómo se trabó el paraguas con su reclamación para recibir parte del dinero que ganó y aún se le adeuda.

Entre abril de 2010 y febrero de 2013 el lector cumplió misión en la República Bolivariana de Venezuela como administrador del área de Salud Pública. Tras su llegada, se le entregó la tarjeta de colaborador con saldo de 10 920 CUC, una cifra menor que la que le correspondía. Varios meses después y en dos momentos independientes se le depositaron otros montos de dinero, pero quedaron pendientes depositar mil CUC.

Al reparar en esta situación, Osmey presentó una queja ante el funcionario que atiende Colaboración en su municipio (Perico, Matanzas), quien entregó el documento de reclamación en el área económica del Departamento Provincial de Colaboración. En vista de la demora con que se atendía su reclamo, el remitente se presentó en esta dependencia y le expresaron que el problema se subsanaría de inmediato, lo cual no ocurrió.

En octubre, Osmey conversó nuevamente con la funcionaria que lo atendió en el Departamento Provincial de Colaboración. Ella le respondió que, según orientaciones del organismo central, podía tardar entre tres y seis meses la respuesta a su reclamación. Ese tiempo ya pasó y el lector aún no recibió una explicación lógica de qué ocurre, sin contar con que en otros momentos le han dicho que no se ha conciliado o que la computadora donde se archivan los casos tiene problemas…

¿Es tan difícil ser sistemáticos y transparentes al informar a quienes atraviesan un problema así? ¿Qué responde el Departamento de Colaboración? En calle Andrés Moreno No. 41, entre Valentín Castro y Pío Álvarez, en Máximo Gómez, Perico, Osmey espera respuesta.

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