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De corazón, un subsidio

«Sin perder la ternura», una frase muy pronunciada, pero no siempre plasmada en los difíciles laberintos de la realidad. Por eso proclamo el S.O.S. de Lianet Arias Ramos, quien reside en la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Leningrado, del municipio tunero de Colombia.

Cuenta Lianet que tiene un hijo de seis años que nació con una malformación congénita: ano imperforado y una fístula traqueoesofágica. Al día de nacido, se le hizo la primera colostomía, pues no se le pudo abrir el ano porque el intestino era muy corto. A los 11 días se le operó de la fístula, el esófago y la tráquea. Y a raíz de eso, se le intervino quirúrgicamente en el pulmón derecho junto con un drenaje. Posteriormente, se le hicieron cuatro operaciones, hasta que se le cerró la colostomía. Pero el niño no tiene control de esfínter, y se hace caca en la ropa.

La madre está muy agradecida de la salud pública cubana y de los médicos que han atendido al pequeño, tanto en Las Tunas como Holguín; pero piensa que la atención que le dan en el territorio como caso social no es la mejor.

Y explica que el muchachito desde que nació siempre está enfermo. Desde que le practicaron su operación en el pulmón, cada vez que coge catarro le da neumonía. Y además, siempre está carente de calcio y hierro.

Refiere Lianet que la casa donde viven no es de ella, y no tiene las condiciones que el paciente requiere. Por ello, en octubre de 2013 fue a trámites de la Vivienda a solicitar un subsidio para construir. Primero le dijeron que debía conseguir un solar. Cuando ya tuvo el papel del solar, le plantearon que fuera a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) para pagar el terreno. Y de la UMIV la enviaron a Planificación Física. De allí la remitieron de nuevo a trámites de la Vivienda.

Ante tal «peloteo», Lianet fue a las autoridades municipales para que la ayudaran. Pero siente que allí tampoco fue atendida de manera adecuada, señala.

Explica ella que es ama de casa, pues en función de cuidar a su hijo no puede trabajar. No tiene esposo y vive de la chequera de Asistencia Social, de 167 pesos, que el Estado paga a su hijo, de la cual ella está muy agradecida, al igual que del televisor que le gestionaron al pequeño.

La cooperativa a la cual pertenece le otorga el solar para la casa, pero Vivienda se lo pretende cobrar. Y la cooperativa no está de acuerdo, porque la tierra es de ella. Y no concilian.

Donde actualmente vive Lianet no es el mejor sitio, pues está a seis kilómetros del pueblo. En ocasiones los camiones de la cooperativa no tienen combustible para cualquier emergencia. Y los teléfonos allí son de 400 minutos; no alcanzan para la comunidad durante el mes.

«Después de tantas gestiones —manifiesta—, me devuelven los papeles y me plantean que mi caso no tiene solución. Me pregunto: ¿Para qué tanta tierra a la orilla de la carretera, llena de manigua, y que no se me pueda dar un área de diez metros por 20 para construir una vivienda mediante el subsidio?»

Algo similar sufre Ana María Rubio, quien reside desde hace más de 30 años en Pasaje E, No. 320, entre Camino de las Flores y Lindero, reparto Mendoza, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo.

Cuenta Ana María que hace seis años tiene a su cuidado a su madre y esposo, ambos postrados e incapacitados de valerse por sí mismos. La madre, de 87 años, tiene un tumor maligno en el colon, con metástasis en los huesos, y el esposo ha sobrevivido a cuatro infartos cerebrales y múltiples isquemias.

Es considerado un caso social y ha recibido protección de la Asistencia Social. Pero la casa está en mal estado, y ella está solicitando un subsidio para repararla. En junio hará un año que entregó la solicitud de subsidio en la UMIV. La han visitado técnicos y trabajadores sociales, pero no representantes del Gobierno municipal, el cual tiene la decisión en sus manos.

Siempre le dicen que será visitada cuando haya presupuesto. Pero ha pasado más de un año, y Ana María permanece en la incertidumbre, mientras observa a su madre y su esposo, postrados en la cama.

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