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Engaño a la carta

El pasado 7 de marzo Enma Yern denunció aquí el sospechoso trato sufrido cuando visitó, junto a amigos provenientes de Canadá, la playa de Tarará, que no tiene un acceso abierto, como otras, sino que media un pago para disfrutarla.

Contaba que el grupo quería almorzar y disfrutar de la playa. A la entrada, faltaba información expresa sobre las opciones. No obstante, les dijeron que podían ir a cualquier restaurante, pero para el disfrute de la playa, debían pagar cinco CUC por persona, con derecho a consumir tres de ellos en alimentos ligeros y líquidos.

Pagaron, les dieron el comprobante y fueron a la cafetería Barbecue. Allí les sugirieron que se ubicaran en áreas de la playa, que los atenderían. Y hubo demora. Cansados de esperar, se personaron en la cafetería y pidieron la oferta para el consumo mínimo prometido: no había tal. El plato más económico valía cuatro CUC.

La otra sorpresa fue que la típica sombrilla de guano para guarecerse del sol, tenía pintado en el tronco el precio de un CUC. Las tumbonas a dos CUC. La mesa con las sillas, a un CUC cada pieza. Y esos alquileres los ofertaba y cobraba el salvavidas, sin comprobante de pago alguno.

Enma cuestionaba por qué esos servicios se cobran de manera independiente, y no están incluidos en el cover, y por qué no queda constancia de su recaudación. «¿Cómo es posible —decía— que se oferte un plato cuyo costo sobrepasa el consumo mínimo de tres CUC? ¿Cuántas personas habrán ido a Tarará a pasar un rato, después de sacrificios económicos, y se habrán visto retratadas en mi historia?».

Al respecto, responde Fausto A. Fleites, gerente general de Residencial Tarará, que una comisión investigó los hechos y entrevistó a Enma. Como resultado, concluyó que «faltó información a la visitante, aun cuando en la entrada existen ofertas promocionales, en impresión gráfica». Y falló —agrega— la explicación clara y precisa, cuando de forma errónea les expusieron que debían pagar un cover de cinco CUC, a consumir tres, por el disfrute de la playa.

Precisa Fleites que el cover no está vinculado al disfrute de la playa, sino que responde al sostenimiento de los gastos de operación y mantenimiento de Ciudad Tarará en que incurre la Empresa para el goce de sus visitantes, la seguridad interior y protección, limpieza, mantenimiento de áreas verdes y sostenimiento de servicios como las redes hidráulicas.

Sí aclara que «los salvavidas que brindan servicios en las playas de Tarará no pertenecen a nuestra empresa. Y aun cuando brinden su colaboración para trasladar medios en la playa, no están autorizados a mediar en la atención y funciones que corresponden a los que laboran en esa área: en este caso, el alquiler de medios de recreación».

Y califica ello de «violación de lo establecido, agravada por el hecho de cobrar sin entregar a cambio el recibo correspondiente, procedimiento que se encuentra oficialmente establecido en nuestra empresa, tal cual se practica en cualquiera de las instalaciones turísticas de nuestro país.

«Es responsabilidad de los trabajadores de recreación —prosigue— que se cumpla con el procedimiento de facturación y cobro apropiados, y que no exista ningún agente externo que realice actividades no autorizadas en la zona de playa. Las sillas y mesas no se alquilan, y se emplean para brindar una mejor atención sin costo alguno».

E informa de varias medidas disciplinarias: amonestación pública a la encargada de medios de recreación, al especialista de recreación y al administrador de la Casa Club. A la gerente de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Gastronomía, se le impuso amonestación en el Consejo de Dirección. También se levantó acta de advertencia a la dependiente de gastronomía de la instalación Barbecue.

Agradezco la respuesta, pero anoto además:

Si tranquilamente hubo engaño al consumidor, en un sitio de por sí bastante caro solo en el acceso y que supone exquisitez y transparencia, ¿desde cuándo se registraban tales transgresiones? ¿Hasta cuándo se realizarán apenas amonestaciones por tamaña falsía? Lo más triste es que, de acuerdo con la respuesta, la propia gerencia de Residencial Tarará «se desayunó» con esta denuncia del menú de violaciones que allí se ofertaban. Y los salvavidas se atribuían tales veleidades, sin que nada sucediera, en el propio terreno de Residencial Tarará.

Claro que los servicios turísticos cuestan y hay que pagarlos. Pero la recaudación debe ser justa y transparente, no engañando ni asaltando la ingenuidad del visitante.

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