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Almacén de ruidos

Por muy importante que sea el laboreo de una entidad, no puede impactar con molestias al vecindario. Por eso hay que estudiar bien dónde se emplaza un almacén con trasiego ruidoso, de manera que no perjudique a los convivientes colindantes.

Wilfredo Pérez García vive en calle San Fernando 12, entre Corona y Triana, en la ciudad de Camagüey. Y las ventanas de los dormitorios de su vivienda distan unos cuatro o cinco metros de la puerta de carga y descarga de un almacén de oxígeno medicinal, perteneciente a Salud Pública.

Refiere el remitente que cuando un camión Kamaz de diez ruedas llega a descargar los balones, en su casa no se puede soportar el ruido provocado por el choque «hierro contra hierro» de los botellones, y contra el propio automotor.

A cualquier hora del día y de la noche —refiere— se produce ese ruido insoportable pues, a su vez, el almacén expende desde allí los balones a todos los usuarios del municipio.

En consecuencia, camiones, tractores con carretas, carretones con caballos y cualquier medio de transportación se arriman allí. Y como el callejón es estrecho, típicamente camagüeyano, los medios de transportación se sitúan en la misma puerta de la casa de Wilfredo que da para la calle San Fernando. Obstruyen la salida y expelen el humo del tubo de escape hacia el interior de su casa.

Confiesa él que no es el único afectado. Una vivienda que colinda con el almacén recibe afectaciones físicas en sus paredes y baño. Sus propietarios han tenido que acudir a los tribunales, los cuales han dado la razón a los denunciantes, con el consiguiente pago por los daños.

En general los vecinos han denunciado ese impacto en las rendiciones de cuentas del Delegado del Poder Popular. Y en una ocasión, en 2008, recuerda Wilfredo, se personó en su casa una representante de la empresa a la cual pertenece el almacén, para dar respuesta. ¿Y cuál fue entonces la respuesta? «En estos momentos no hay solución; queda pendiente…».

Entonces Wilfredo hizo pasar a la funcionaria a su dormitorio, y le demostró por qué no podían seguir esperando. Ella comprendió el drama en ese momento. Según el  lector, el problema es bien conocido por el Consejo de la Administración, Planificación Física y la representación del Citma en el municipio. Pero a estas alturas todavía no ha aparecido una solución. A sufrir y soportar…

Ellos lo leerán...

El pasado 28 de abril, a las 11 de la mañana, Carmen Piedad Ruiz tropezó con sus 81 años en la acera de Infanta y Amenidad, en la capital. Se desplomó e impactó con su rostro el piso. De inmediato la anciana comenzó a sangrar…

Como siempre es el cubano, una muchacha y un muchacho que pasaban por allí inmediatamente auxiliaron a la señora. Desviaron su ruta y la llevaron al policlínico más cercano, en Amenidad y Cruz del Padre, además de llamar por su móvil a los familiares de la anciana.

«Yo no les pregunté su nombre —afirma—, y no los podría ya reconocer en la calle, pues entre mi nerviosismo y la cara ensangrentada no los distinguía bien. Pero sí necesito que usted relate en su columna esta breve historia. Si ellos la leen, que reciban mi eterno agradecimiento», señala Carmen Piedad, desde su hogar en Manglar No. 580, apto. 602, entre Infanta y Retiro, en Centro Habana.

Cuando la decencia toca a la puerta

Luisa Jústiz Piedrahita (casa 6, Zona 7, Alamar, La Habana) cuenta que el pasado 26 de abril, en un concierto celebrado en el teatro Karl Marx, ella y su esposo estaban muy emocionados, porque su pequeña hija se presentó en el coro infanto-juvenil dirigido por la maestra Digna Guerra.

Tan ensimismados de alegría y orgullo estaban que, cuando concluyó el espectáculo, fue que él reparó que no portaba su billetera, la cual tenía todos sus documentos, 200 CUP y 13 CUC.

Al día siguiente, a las ocho de la mañana, Luis Gómez Fiallo, un desconocido hasta ese instante, tocó a su puerta y les entregó la billetera con todas sus pertenencias. El honesto cubano la detectó en el piso de una fila de lunetas.

Luis Gómez Fiallo. Nunca se les olvidará ese nombre…

Hoy el bien venció al mal dos por uno…

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