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La casilla morosa

Con 28 años y un trabajo como informático del Centro Universitario de Madruga, en la provincia de Mayabeque, Yoslandy Mérida Burón jamás ha tenido miedo de combatir de frente, y sin miedo, los maltratos que encuentra en el camino.

El pasado 8 de julio, Yoslandy y demás pasajeros abordaron en la Terminal Ferroviaria de la capital el Tren 7 Habana-Sancti Spíritus, que salió a su hora. Qué suerte… hasta que el mismo, descendiendo los elevados cercanos a la estación, se detuvo.

Los pasajeros comenzaron a preguntar. Las ferromozas explicaron amablemente que iban a poner una casilla expreso que estaba en el patio de la Terminal. Y prometieron que eso era rápido…

Mas pasaban las horas, y nada. Los pasajeros, ya incómodos por el calor, el desespero ante lo que no avanza y el llanto de varios niños, comenzaron a bombardear a preguntas a las ferromozas. Y estas, cordiales y conservando la ecuanimidad, trataban de calmarlos.

Para Yoslandy, recurrente pasajero en los trenes, ya estas situaciones se han hecho muy comunes. No obstante, se dirigió al representante del tren, ya pasada la medianoche. Y este, amable también, pero enojado evidentemente por la falta de respeto de alguien que los tenía allí castigados, le reiteró que esperaban la casilla del expreso.

El joven escuchaba lo que los tripulantes decían por los equipos de comunicación, en busca de solución para aquella parálisis.

Los tripulantes —precisa Yoslandy— le daban alternativas a la persona responsable del movimiento, narra; incluso que la propia locomotora fuera y buscara la casilla. Pero el hombre se negaba. Solo dijo que había que esperar.

Resultado: aquellos infelices pasajeros estuvieron detenidos esperando la casilla de marras hasta las 2 y 35 de la madrugada, cuando al fin apareció entre los vagones de un tren de carga que salía del patio de la Terminal. Pero mucho antes, habían pasado dos locomotoras por el lado del tren detenido…

«Llegué a Aguacate a las 4:00 a.m., refiere el joven. Venía de un turno médico. Y como yo, varios pasajeros enfermos, con niños, ancianos, embarazadas. El tren es una de las pocas opciones que tenemos... Pero se ha convertido en un campo de batalla donde los pasajeros siempre pierden.

«¿Por qué le dieron la salida a dicho tren si no estaba listo para partir? ¿Por qué la gran demora de algo que estaba a solo unos metros del lugar?», pregunta Yoslandy.

El joven considera que lo de las salidas con retraso y las paradas y demoras en tal sentido ya son una barbaridad en el ferrocarril. Y a los responsables, no de algo accidental e impredecible, sino de lo que pudo haberse evitado, habría que aplicarles serios descuentos salariales, y tampoco deberían dirigir y decidir la suerte de los pasajeros, sentencia el lector.

Comparto los criterios de Yoslandy, convencido de que costará muchísimo rescatar la disciplina, el rigor y la puntualidad ferroviarios. Y solo agregaría: ¿Cuándo va a comenzar a indemnizarse a los atribulados pasajeros, al menos con rebajas en las tarifas de los viajes, cuando tienen que sufrir esas irregularidades, que son bastante frecuentes?

En avenida 16, No. 4142, entre 41 y 43, en el poblado de Aguacate, municipio mayabequense de Madruga, Yoslandy Mérida merece una respuesta transparente y ejecutiva, como la merecen todos los que sufrieron aquella prolongada espera.

Los problemas de transporte, se agravan aún más cuando el desinterés y la desidia marchan sobre rieles o cogen carretera. Si no se resuelven de raíz tales indolencias, podremos mejorar el equipamiento del transporte público y viajar más holgados, pero seguiremos sufriendo la insensibilidad rodante y otras carencias subjetivas.

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