Acuse de recibo
El pasado 30 de abril, reseñé la queja de Leonel Capote Mirabal, miembro de la cooperativa de crédito y servicios fortalecida Ubaldo Díaz, del municipio artemiseño de Güira de Melena, quien refería que desde noviembre de 2013 a los campesinos de la misma les habían recortado el combustible asignado para regar los cultivos y preparar la tierra.
Planteaba que en su finca tenía sembradas dos hectáreas de plátano vianda, una de plátano fruta, dos de malanga y dos de yuca. El resto estaba sin preparar, por falta de combustible. Solo le estaban vendiendo 200 litros de petróleo por mes, cuando esa cantidad se consume en una semana. Así, acotaba, las tierras se están regando cada 15 o 20 días. Así, los sembrados se afectan, con bajos rendimientos como consecuencia.
«Todos los meses —precisaba— nos dicen que la Empresa Agropecuaria Güira de Melena le suministra a la cooperativa el 70 por ciento del combustible que debe dar. Al final nos reparten un tanque de 200 litros por finca, y a esperar el próximo mes.
«Ya los campesinos estamos indignados, porque trabajamos con muchas dificultades. Súmele a ello los impagos y las cuentas por cobrar. Necesitamos urgentemente que se solucione el problema, ya que los cultivos no esperan, y hay que asistirlos a su debido tiempo. Los perjudicados vamos a ser nosotros, y el pueblo en general, que se verá afectado por el déficit de productos agropecuarios...».
Al respecto, el 13 de agosto pasado respondieron Geraldo González Calderín, presidente de la CCSF Ubaldo Díaz Fuentes, y Jorge Librado Fleites, director general de la Empresa Agropecuaria Güira de Melena.
Precisan que el productor Leonel Capote recibió en enero pasado 440 litros de combustible, 330 en febrero, 220 en marzo y 330 en abril. Y el promedio mensual de tales cantidades es 330 litros. Tales cifras, abundan, se corresponden proporcionalmente con lo asignado a la CCSF por la Empresa. La cifra entregada para el cuatrimestre a Leonel, agregan, fue de 1 320 litros, de un plan de 1 600, para un 83 por ciento.
Aclaran que la finca de Leonel posee un área cultivable de 12,89 hectáreas, de las cuales tenía sembradas 10,39, para un 81 por ciento. Y le quedaba pendiente de roturar 2,5 hectáreas, las cuales no se completaron por no solicitar el servicio de preparación de tierras a la CCSF.
Con respecto al estado técnico de sus cultivos, se encontraban en perfectas condiciones. Y solo 2,5 hectáreas de malanga morada tenían atraso en riego. Argumentan asimismo que «la afectación a la que hace referencia no está en detrimento de los rendimientos a obtener en la totalidad de los cultivos».
Y refieren que al cierre del primer cuatrimestre de 2014, la cooperativa no había tenido impagos con el productor Leonel; pero él sí poseía una deuda con la primera de 3 827.27 pesos por concepto de insumos recibidos, «elementos que evidencian la atención brindada por parte de la forma productiva y la Empresa hacia el productor».
Aunque algo demorada, agradezco la respuesta. De acuerdo con la misma, es evidente que Leonel fue impreciso en sus cifras y argumentos y nos ocultó sus propias deudas, algo que todo remitente a esta columna debe evitar, porque vulnera la confianza a priori que brindamos a quienes nos escriben.
Pero Geraldo y Librado no explican ni fundamentan si efectivamente el no tener el combustible requerido en su totalidad afecta verdaderamente en el momento en que faltan, por el carácter cíclico de la agricultura, y porque «los cultivos no esperan», como dice el campesino.
Lo otro es que prácticamente nunca —y lo digo una vez más— la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños se empeña en responder a esta columna, ante casos de conflictos en el agro, pudiéndolo hacer con objetividad y apego a la veracidad, como representante de los pequeños agricultores y defensor de la justicia, dondequiera que esté.
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