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Poner la lupa en cada historia

«Esta es una historia larga», anuncia la capitalina Lissette Gómez Pupo en su misiva y junto al ya recio adjetivo coloca otro: «triste». No escribe para contar una pena propia, sino para relatarnos las dificultades que el joven José Antonio Castro Gutiérrez y su familia atraviesan allá en Pinar del Río, específicamente en calle 5 No. 1213, entre 12 y 16, Paso Quemado, Los Palacios.

Desde que tenía dos años —y ya cuenta 27— José Antonio padece una parálisis cerebral que lo dejó de por vida «atado» a un sillón de ruedas, y con una reducidísima capacidad de funciones.

«Por esta angustiosa circunstancia a la madre, Miriam Gutiérrez Malagón, le fue otorgada una pensión, pero hace como un año y medio (…) la misma fue retirada por una nueva ley que establece que si hay un miembro del núcleo familiar que recibe salario, no puede haber pensión en la casa», precisa Lissette (calle 11, No. 860, e/ 4 y 6, Vedado, Plaza de la Revolución).

Y añade que el miembro del referido hogar que recibe ingresos monetarios es el papá de José Antonio, jubilado con chequera de 250 pesos, el cual tampoco está apto para trabajar. «La madre nunca ha podido trabajar porque lo ha estado cuidando; ella actualmente tiene 62 años de edad».

Otras preocupaciones aquejan a la madre pinareña. La silla de ruedas es un dispositivo con muchos años, regalo de un familiar, que ya está bastante deteriorado. Tras múltiples gestiones, no ha sido posible obtener una silla nueva.

Narra Lissette que, según la mamá, ha escrito al Consejo de la Administración del municipio de Los Palacios y ha hablado con varios representantes suyos en diversas ocasiones, y nunca ha recibido respuesta. Tampoco acerca del televisor que le asignó la Seguridad Social.

Ante otros casos como este, que han recalado en Acuse, hemos dicho que puede ser comprensible la necesidad de hacer reajustes en las prestaciones de asistencia social, pero que cada historia familiar, como ha sido la práctica ya tradicional de nuestro proyecto social, debe valorarse hasta los mínimos detalles en su singularidad, cual si se mirarara a través de una lupa. ¿Acaso esta lo ha sido?

¿Maestría sin pago?

Uno de los loables estímulos para la superación científica es la mayor remuneración económica que ella implica para quienes se lanzan a la ardua tarea de investigar. Por eso no resulta comprensible una actitud como la que encontró a su paso el santiaguero Fernando Luna Marten, vecino de calle 7, No. 56, entre Escario y Enramadas, Santa Bárbara, quien se desempeña como especialista principal de la Biblioteca Pública de los Pinos, en Santiago de Cuba.

«El pasado 11 de junio defendí la maestría de Ciencias Sociales y Pensamiento Martiano, y el 5 de septiembre le entregué el certifico al Departamento de Recursos Humanos de Cultura Municipal, donde me plantean que no me van a pagar dicha maestría. Me pregunto: dentro de mi contenido de trabajo está dar conferencias, charlas, la atención a la comunidad, la promoción por la lectura… ¿Acaso mi tesis de maestría no tiene nada que ver con esto?», se cuestiona el remitente.

Y este redactor suma más interrogantes: ¿Acaso existen distinciones a la hora de valorar económicamente el grado de Máster dentro del salario de los trabajadores? ¿Cuáles son y cómo se aplican a un caso como este? ¿Qué dicen las autoridades implicadas al respecto?

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