Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Déjala correr

Desde mediados de agosto comenzaron a notar la anomalía. El agua corriente, que habitualmente hervían para tomar, tenía un sabor extraño. «Creyendo que eso se debía a algo que habíamos echado en los pomos donde normalmente la almacenamos, botamos toda el agua, lavamos los pomos y hervimos el agua nueva (…) Esta sabía igual o peor. Un buen día, conversando entre vecinos sobre el tema, resultó que lo mismo estaba pasando en el edificio de al lado, el 153, donde desde días antes (…) estaba llegando a la cisterna con mal olor y espuma».

A partir de aquí los sucesos se desencadenaron, cuenta Pedro Muiño Coto (Villegas No. 155, e/ O’Reilly y Obispo, Habana Vieja). Y evoca que el líquido imprescindible comenzó a salir con mal olor de las pilas de su casa, hasta que un día llegó a brotar totalmente negro.

El viernes 23 de agosto llamó Pedro a Aguas de La Habana, y de allí lo remitieron a Higiene y Epidemiología del policlínico Tomás Romay, a cuyos especialistas él y su familia les llevaron la correspondiente muestra de agua la semana siguiente a la llamada.

Cuál no sería nuestra sorpresa —agrega el remitente— cuando, tras mencionar la dirección de nuestra vivienda ante los compañeros de Higiene y Epidemiología, escuchamos que esta era muy conocida porque hay un vertimiento desde hace tiempo atrás, el cual se produce en un área donde coinciden una dulcería y una escuela primaria que está al doblar, en Obispo entre Villegas y Aguacate, refiere.

Ese mismo día fueron a recoger muestras del agua en el domicilio de Pedro. El viernes 29, el especialista que atendió el caso, de apellido Carrillo, les hizo a los demandantes un escrito que entregaron en la dependencia de Aguas de La Habana, sita en Monte e Indio, donde además los dolientes comprobaron que la situación era conocida, pues les advirtieron que no podían hacer nada con esa agua: ni bañarse, ni fregar, ni cocinar, ni lavar...

«Hoy (8 de septiembre), a una semana de todos los trámites realizados y de empezar a tomar muestras el especialista de Aguas de La Habana, el líquido está en peores condiciones y la situación es insostenible por el nivel de riesgo que implica. Han roto en varios puntos de la zona donde, creo yo, ellos saben o se imaginan que está el problema (pues nosotros no tenemos que saber algo que no es de nuestra especialidad), y nadie nos ha dado un resultado, ni una respuesta, ni oral ni escrita», lamenta el remitente.

Y termina su misiva enfatizando lo peligroso de una situación como la descrita, máxime cuando estaban tan carentes de información sobre los procesos emprendidos para solucionarla.

Por el tiempo transcurrido —dado el volumen de cartas que llegan, a Acuse… le resulta muy difícil reflejar sus situaciones con toda la inmediatez y actualización necesarias— este redactor supone que la empresa ya pudo haber solucionado este problema, pero de la narración del caso se derivan interrogantes e ideas que bien valdría tener en cuenta.

¿Dónde estaban los mecanismos informativos necesarios y oportunos para explicarles a estas personas qué nivel de contaminación, cuáles riesgos, qué alternativas había ante el problema causado? ¿Y las organizaciones del barrio, incluidos el Poder Popular, qué cartas tomaron en este asunto?

Lo hemos dicho otras veces, pero no huelga: en algún momento habrá que sacar cuentas de qué cuesta más a la larga, si atajar un salidero hoy y otro mañana o emprender inversiones significativas que garanticen sostenibilidad y eficiencia por largo tiempo.

Ejemplos hay, en la propia nación, que inclinan la balanza hacia la segunda alternativa.

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