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Dejarlo ser útil

«Golpe a golpe, verso a verso», como cantaría Serrat, la granmense Marbelis Santana García (Perucho Figueredo No. 57 interior, e/ Ignacio Agramonte y Línea, Bartolomé Masó, Yara, Granma) ha luchado por el bienestar de su hijo, quien nació con una «enfermedad de Nistagmus de causa ocular manifiesta».

A contrapelo de este mal, el niño estudió en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en Caney de las Mercedes, en el propio Bartolomé Masó. De allí partió el adolescente a la Secundaria Básica, optó por hacerse obrero calificado y se graduó como elaborador de alimentos, narra la mamá.

Más tarde el joven debió cumplir «su adiestramiento laboral en el centro de elaboración de la empresa de Comercio y Gastronomía de Yara». Pero «al quedar como obrero fijo se vio imposibilitado de realizar algunas actividades que en su puesto de trabajo debía desempeñar y ponían en peligro su salud, cosas estas que no realizó durante su adiestramiento», evoca Marbelis.

Y añade que la comisión médica que lo evaluó certificó una invalidez total; mas al tramitar su pensión, esta le fue denegada según lo que se establece en los artículos 60 y 99 de la ley 105, en comunicación que recibió la familia.

«Al no poder seguir trabajando, ni quedar protegido por la seguridad social, optamos por una licencia como trabajador por cuenta propia, ejerciendo la actividad de obrero contratado que trabajaría conmigo como titular de la actividad», rememora la madre.

«Esta también le fue denegada, pues me plantean que él tiene una invalidez total», agrega. Pero apunta que dicha condición «le fue dictaminada como obrero asalariado y no como trabajador por cuenta propia».

Emprendió entonces la familia gestiones para insertar al joven de 21 años en un taller protegido de la industria local, donde trabajan algunos ciegos totales; sin embargo, esto tampoco fructificó porque ya no existían plazas en la entidad y presentaban además inestabilidad con la materia prima.

Ante la realidad, razona la madre granmense, se pensó que el trabajo por cuenta propia sería la opción adecuada, pues así el muchacho, que a pesar de su enfermedad es fuerte y fue preparado por los programas pedagógicos de nuestro país, se sentiría útil, contribuiría con los suyos y pagaría su derecho a seguridad social mientras estuviera laborando.

Además de lo expuesto, los ingresos en la casa de Marbelis, según plantea en su carta, no son suficientes para asumir con todos los rigores la situación familiar que poseen, pues son cuatro personas en total: ella, su hijo, su otra hija —que padece retraso mental, ataques de epilepsia y parálisis facial izquierda— y su esposo (no es el padre de los muchachos), quien trabaja con campesinos.

«Espero que mi caso sea analizado, se duele la granmense, y se comprenda mi situación, tanto económicamente como para la formación de mi hijo, que él pueda contribuir con su esfuerzo a pagar lo que se invirtió en su educación, que sea un trabajador más de nuestro país (…) y que no sea una carga para nadie».

En un contexto en el que se intenta por todos los medios y vías dignificar el trabajo y acercarnos, de una vez, al teórico principio de distribución socialista, sería justo y oportuno que se evaluaran y viabilizaran los reclamos de esta madre y los suyos.

Además, en primerísimo lugar, por una cuestión de elemental compensación humana después de «tantos palos que ya les dio la vida».

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