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El virus de la descoordinación

Tras la felicidad de discutir su tesis y graduarse de ingeniero informático en junio de este año, al santiaguero Raudelis Arias Caraballo (calle 1ra, No. 132, Los Cocos, Palma Soriano) le esperaba una compleja maraña burocrática: tal vez más espinosa que cualquier software de programación.

El día 1ro. de julio, antes de la graduación, a Raudelis le entregaron su boleta de ubicación laboral, documento en el que se asignaba a la Empresa de Tecnología Informática (ETI), perteneciente a BioCuba-Farma, refiere el joven.

En la ETI —afirma— ubicaron en total cinco jóvenes de su especialidad, egresados de la Universidad de Oriente. «El día 15 de julio fui citado a la Dirección Provincial de Trabajo y me informan que BioCuba-Farma había rechazado a los adiestrados, y sin más explicación se pasó al otorgamiento de otra boleta, en esta ocasión era para la Empresa Nacional Frigorífico, ubicada en la carretera de Mar Verde, kilómetro 5, en Santiago de Cuba».

Como Raudelis reside en Palma Soriano y el frigorífico, situado en las afueras de Santiago, le queda bastante lejano, el joven intentó comunicarse telefónicamente antes de asistir a la entidad. No lo logró. Pero una compañera de la graduación suya, igualmente destinada a la institución y que se había presentado allí, le dijo que el Director le había manifestado no poder admitir adiestrados «porque no tenían presupuesto».

Ante esta situación, evoca el joven, la Dirección de Trabajo en Palma Soriano le ofreció la posibilidad de laborar en el telecentro TV-Palma. «Inmediatamente me presenté en el telecentro y recibí la carta de aceptación. Con esta carta me personé en la Dirección Provincial de Trabajo, y la compañera que atiende la ubicación de los adiestrados me informa que en el frigorífico, por presiones de otras instancias, me habían aceptado», narra el remitente.

Al presentarse en la entidad de marras, específicamente en el Departamento de Recursos Humanos, la compañera que atendió a Raudelis le informó que allí no había contenido de trabajo para él. Por esta razón y por la distancia del centro con respecto a la vivienda del muchacho, decidieron liberarlo y le entregaron una carta a tales efectos.

La carta de liberación, emitida el 12 de septiembre, y la de aceptación del telecentro debían ser remitidas por las autoridades del frigorífico al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), en La Habana. La aceptación del traslado debía llegar a la Dirección Provincial de Trabajo en Santiago de Cuba, evoca el lector.

Y añade: «En el mes de octubre llamo al frigorífico para saber si habían tenido noticias de la aceptación de mi traslado. La persona que me atendió al teléfono era del Departamento de Recursos Humanos y alegó haber enviado los documentos y haber recibido confirmación de su llegada».

Sin embargo, en contactos posteriores del joven con el MTSS, específicamente con la compañera Ana Eugenia, esta le manifestó que sus papeles no habían llegado a la instancia nacional. Volvió el joven a contactar con el frigorífico y allí mantuvieron su versión de que sí habían sido remitidos y confirmada la recepción.

¿Cómo es que le sitúan adiestrados a una entidad que no los necesita o no tiene presupuesto para pagarles? ¿Quién debió coordinar y no lo hizo? ¿Qué regulaciones legales hay al respecto?

En el momento de escribirnos, el 25 de noviembre, aún este joven no había disfrutado de su primera experiencia laboral ni había devengado su primer salario. ¿Se motivará así para entregar lo mejor de su talento a la sociedad que lo formó? ¿Quién responde por tamaña falta?

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