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Viaje a la semilla

Cualquier cubano lleva un héroe escondido, y de vez en cuando la nostalgia le estremece. Por estos días, en su hogar, sito en Carlos Machado 76, en Mabay, municipio de Bayamo, Edilberto Milanés Reyes se pregunta que será de  los hermanos que compartieron con él la misión internacionalista en la República de Etiopía, en los años 1978 y 1979.

Hoy secretario docente de la escuela secundaria básica 13 de Septiembre, de Mabay, Edilberto viaja en el tiempo con frecuencia y se reconoce en aquel joven arrestado, que no dudó en arrostrar los rigores y peligros que entrañaban la solidaridad y el respaldo a un pueblo amigo.

Edilberto me escribe, porque quisiera organizar el reencuentro con sus compañeros de trinchera, para saber qué ha sido de cada uno de ellos. Y les recuerda que él era el sargento mayor de la 2da. Compañía del 3er. Batallón de Tanques, subordinado a la 3ra. Brigada, que tenía como jefe al actual ministro de las FAR, General de Brigada Leopoldo Cintra Frías. Y culminó la misión como instructor político para el trabajo de la UJC en dicho mando.

«Fueron muchos los compañeros con los que compartimos momentos inolvidables de sacrificio y peligro, subraya, pero la hermandad que fuimos capaces de forjar supo imponerse».

Recuerda a los tanquistas Panuncia y Meriño, de Palma Soriano; a Irán y Eric, de Jobabo; al chofer Ventura, al cocinero Pedro y al panadero Artemio. A los tenientes Gil, Loredo y Climeire, a los capitanes Soria y Cuevas, de Santiago de Cuba.

«Imposible para mí no tener en mi memoria a mi jefe de Batallón, teniente coronel José Celá; al jefe de la Sección Política,   Marco Gutiérrez Bello; al médico Felipe Mendizábal Basaco, al oficinista secreto Eduardo. Y a ese gran velocista Hermes Ramírez, que supo allí también ser grande entre los grandes», afirma.

Con la bruma del tiempo y la memoria, no puede mencionar a todos, pero sí evoca con transparencia a quienes considera que fueron sus maestros en aquella «escuela» de la vida donde se concentran y precipitan, en una trinchera, el coraje y el desprendimiento humano: el capitán Matías y el periodista Roberto Correa Wilson.

Edilberto aclara que «es de gran valor ponerme en contacto con todos estos hermanos de lucha, después de 35 años, de haber compartido todo cuanto teníamos». Ofrece el teléfono de su casa: 49-6332; y el de su trabajo: 49-6137.

Aunque esta columna no se especializa en anuncios ni en clasificados, hoy excepcionalmente ha asumido humildemente este noble empeño de reunir destinos dispersos por el tiempo y la vida, pero enraizados en convicciones y sentimientos compartidos en la épica del peligro.

En otra cuerda, no menos transida de búsquedas afectivas, me escribe Gleysi Rodríguez Vega, residente en Calle 3ra., entre D y Campo, en el reparto Sirios Nuevos, de la ciudad de Santa Clara.

Vaya a saber por qué complejidades de la vida, pero ella no conoce a sus hermanas que viven en La Habana, ni a su papá, José Ramón Ledesma Miró, que es ingeniero termoenergético.

La remitente cuenta que es madre de dos hijos, un varón y una hembra; y quiere que ellos conozcan a la otra parte de su familia. «Lo que deseo ante todo es la reunificación familiar, por el bien de mis hijos y el mío propio. Si desean hacer contacto conmigo, me pueden avisar al teléfono 298587».

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