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¿Y la papa?

Pedro A. Menéndez García (Cádiz 18, entre Castillo y Fernandina, Cerro, La Habana) escribe para censurar la decisión tomada hace unos años de liberar la papa del sistema de racionamiento, al precio de un peso la libra; medida que, según su parecer, no estaba fundamentada en un basamento sólido de lo que sobrevendría.

Ya comenzó la cosecha, afirma, y alerta lo que puede suceder una vez más con la distribución, o más bien la mala distribución. Ahora empezarán las carreras para tratar de alcanzar algo, apunta, y como ya se sabe, año tras año, no alcanzará para satisfacer la demanda.

«Con este método liberado, a un peso la libra, volvemos a dar pie a los acaparadores y luego revendedores. Como no trabajan, ellos pueden darse el lujo de estar muy bien informados de cuándo, dónde y a qué hora llegará el camión. Y, como es lógico, ellos son los primeros. Ellos y sus compinches.

«Compran cantidades enormes. No ha terminado la venta y ya andan por las calles vendiéndola a un CUC la jabita,  haciéndose de dinero a costa de los que trabajamos, o de los ancianos que no pueden competir con ellos.

«Si no podemos satisfacer la demanda, ¿por qué esta forma de distribución? ¿Por qué no la mantuvimos normada, como se hace con el huevo y el pollo?».

Pedro ha aplaudido la decisión de ir liberando productos, como el jabón, el detergente líquido y la pasta dental, porque esos sí están respaldados por producción que satisface la demanda.

Considera que fue precipitada la decisión con la papa, pues pudo lograrse una fórmula intermedia mientras van recuperándose las producciones del tubérculo: poner por la libreta una cantidad normada, y si hay posibilidades de excedentes, vender estos a un precio más alto y liberado. El ejemplo, señala, es la comercialización del huevo.

Y desde Domínguez 235, entre Santa Catalina y Calzada del Cerro, en la capital, Manuel González Ansoar coincide con Pedro y alerta sobre el daño que puede hacerse si esta vez, como en años anteriores, prima aquello de «a río revuelto, ganancia de pescadores».

Le preocupa a Manuel que de nuevo estas personas inescrupulosas acaparen la papa y especulen con su venta clandestina a elevados precios, sin que las autoridades correspondientes enfrenten con resolución y sin ambages el fenómeno.

Manuel propone que se norme una cantidad aceptable, hasta que se logre un abastecimiento estable de papa. Es decir, lograr que cada familia compre una cantidad determinada, y después volver a liberar las entregas.

Al final, el problema de raíz, el que explica tantos quebraderos de cabeza, es que la producción de papa no satisface la demanda…

¿Y los tabacos y fósforos liberados?

Miguel Bu Ventura (Maloja 453, apto. 17, entre San Carlos y Belascoaín, Centro Habana) alerta que hace varias semanas en el mercado minorista en CUP de la capital no hay ni fósforos ni tabacos.

Sin embargo, refiere, ante la vista de inspectores y policías, pulula en los portales la reventa de estos dos productos a 2 pesos la caja de fósforos, y el tabaco de uno se cotiza ya a tres y a cuatro.

«La desinformación, sostiene Miguel, genera comentarios, bolas, intranquilidad e incertidumbre. ¿Por qué no informar al pueblo a qué se debe este desabastecimiento? El que falten los productos genera acaparamiento».

La falta de información y la impunidad, precisa, bien puede llevarlo a uno a pensar que algunos administradores de centros de venta minorista les venden los paquetes de fósforos y tabaco a los revendedores, mediante un acuerdo de ganancias…

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