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¿Qué sucede con la sal?

Antonio Martínez Cuervo escribe muy preocupado desde Calzada 1 207, apto. 9, entre 18 y 20, Vedado, La Habana. Y su inquietud es la de muchos consumidores: el desabastecimiento de sal en el comercio minorista de la capital.

Precisa Antonio que ese producto no entró en el último despacho de los alimentos racionados en el Vedado. Y los bodegueros dicen que no tienen información sobre la fecha de recibo de la sal.

Confiado en que era un problema de distribución local de Comercio Interior y ante la necesidad del producto en su hogar, Antonio fue el pasado 9 de marzo a la tienda en divisas de 3ra. y 70, en Playa, a comprar un paquete. Y allí, la dependienta y el jefe de departamento le dieron respuesta similar a la de su bodeguero: «No ha entrado y no sabemos cuándo podrá entrar».

Desde entonces, Antonio se dedicó a preguntarles a sus vecinos y a cuanta persona se encuentra en la calle, si han escuchado o leído alguna información sobre la falta de sal en el mercado. Y todos le han dicho que no.

Antonio pregunta: «¿Por qué no se ha informado que existen dificultades con la distribución de ese producto? ¿Qué dificultad puede existir, si este año ha sido pobre en lluvias y no han existido ciclones que puedan afectar las salinas? ¿Comenzaremos a tener falta de un producto tan antiguo y que entrega la naturaleza, un producto que fue uno de los primeros producidos por los conquistadores españoles para mantener consumibles las carnes?».

Ante la falta de información, el consumidor Antonio sospecha que «una gran irresponsabilidad en la cadena producción-distribución puede haber ocasionado la falta de sal en el mercado».

Y solicita, aunque tardía, una respuesta a la población, de manera que acelere la solución del problema. Al propio tiempo, exige explicaciones a los responsables por la falta de la sal en el mercado.

Gratitud por encima del dolor

«Los que suscribimos, Carmen y Milagros Fernández Junco (tías), Evelio González Guliaeff (tío), Luis Fernández Junco (padre) y Yadier (esposo), deseamos que se publique nuestro más sincero agradecimiento a todo el personal de Terapia del Instituto de Nefrología —sobre todo a los doctores Silvia y Rivas—, por la gran atención, cariño y preocupación por tratar de salvarle la vida a nuestra querida Liusbel Fernández Guerra.

«En todo momento ellos estaban en la mejor disposición de mejorar su estado de salud, pero lamentablemente falleció el pasado 21 de febrero. A pesar de ello, agradecemos de todo corazón el gran esfuerzo y dedicación que demostraron hacia ella».

¡Qué falta de respeto!

Juan Simonetty Ramossoy (Celia Sánchez 17, Antilla, Holguín) es un trabajador de Salud Pública que no entiende, nunca lo entenderá, que el pago del salario pueda convertirse en una eventualidad sujeta a las variables más increíbles de impuntualidad e incumplimientos.

Cuenta Juan, asombrado, que el pasado 5 de marzo en su colectivo no se pudo cobrar lo que todos trabajaron porque, según les comunicaron, «el Banco de Antilla no tiene dinero para pagar, porque Finanzas provincial no ha situado la transferencia bancaria a Finanzas municipal, para que ella a su vez sitúe la transferencia al Banco».

«No es posible que el mismo día de pago se nos diga semejante cosa, afirma. El salario de los trabajadores es inviolable; además está convenido que se cobre los días 5 de cada mes.

«El trabajador no tiene la culpa de estos trámites burocráticos. Él trabaja un mes para cobrar los días 5. Y hasta hoy no sabemos el día que vamos a cobrar. Esto es algo inaudito, inconcebible, que causa malestar al trabajador, quien exige que se le dé una respuesta», concluye Juan.

Es preocupante la frecuencia con que arriban aquí denuncias acerca de incumplimientos en la puntualidad de algo tan sagrado como el salario del trabajador. ¿Qué está sucediendo, al punto de que esas administraciones se conforman con dar la fría información, sin plantarse frente a las indolencias e insensibilidades de quienes deben garantizar el dinero a tiempo? ¿Y qué hace el Sindicato?

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