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Multas… y vista gorda

Alexis Álvarez Cervantes (calle 6ta., edificio 36, apto. 24, entre 16 y 17, reparto Bahía, La Habana) es desde 2011 un trabajador por cuenta propia con licencia, como vendedor de maní, chicharritas y caramelos de forma ambulante. Y aunque confía en la política del Gobierno cubano de fomentar y respetar esa forma de gestión no estatal, a más de que tiene todos sus papeles en regla y paga sus impuestos, siempre labora con nerviosismo, como si fuera un ilegal…

Refiere el remitente que desde que concentraron a todos los boteros alrededor del parque El Curita, en el municipio de Centro Habana, y a despecho de la gran concentración de personas en esa área, los inspectores de la Dirección Integral de Supervisión Provincial y de la Municipal multan al manisero o al granizadero que venda allí, alegando que está prohibido por el Gobierno provincial comercializar en esa zona de forma ambulante. Y las multas son de 700 pesos.

Según afirma Alexis, tampoco pueden vender por calles populosas y muy frecuentadas de la capital como Galiano, Reina, Monte, Infanta o Belascoaín, so pena de ser multados, cuestiona en su carta.

Y en las averiguaciones que ha hecho, los mismos supervisores le han dicho que les exigen un plan de multas a cada uno de tres a cinco diarias; y si no cumplen, no pueden cobrar la estimulación.

Lo contrastante de esto, según él, es que allí en el parque El Curita y sus alrededores se revenden impunemente por parte de quienes no tienen licencia de trabajador por cuenta propia, medicamentos, piezas de auto, galletas, chicles y sorbetos…

Esgrime Alexis que los vendedores ambulantes de maní u otras chucherías no se sienten atendidos por las autoridades, al punto de que «nunca se han reunido con nosotros, ni tenemos sindicato que defienda nuestros derechos», concluye.

Trunco y peligroso…

Antonio Martínez Cuervo escribe en nombre de los vecinos del edificio multifamiliar sito en Calzada 1207, entre 18 y 20, Vedado, para denunciar las labores truncas de la Organización Básica Eléctrica del municipio Plaza en ese inmueble.

Cuenta el remitente que con las torrenciales lluvias del pasado 29 de abril, el cuarto donde están los metros contadores y las acometidas de los 15 apartamentos colapsó y se inundó. Un reloj se desprendió y cayó sobre otro, ocasionando cortocircuito y bajo voltaje por varios días.

El carro de guardia de la OBE fue allí. Empataron los cables partidos por el corte, e hicieron una instalación provisional, al tiempo que anunciaron que iría el equipo de reparaciones para cambiar de lugar el panel de entrada, pues corría peligro de nuevos cortes y el voltaje requerido no se garantizaba.

A los tres días fue una brigada, montó un panel nuevo en un sitio más apropiado y se retiró, no sin antes anunciar que iría otra para hacer las conexiones de cada apartamento a su reloj correspondiente.

Cuando Antonio me escribió, habían transcurrido 15 días de montar el nuevo panel y no se había concluido la instalación. Seguían los mismos peligros en el viejo cuarto de los relojes, aún en activo.

«¿Cómo es posible que se inviertan recursos y no se terminen de instalar?, pregunta Antonio.

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