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Denigrante, aunque fuera excepcional

El pasado 13 de febrero revelé la historia de Yaima Abreu Lugo residente en Valle 171, entre Basarrate y H Upmann, en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución.

El 21 de enero del presente año, en el correo de San Rafael esquina a Marqués González, en la capital, Yaima abrió un bulto postal enviado a ella y procedente de España, en presencia de trabajadores de esa unidad: Y para su sorpresa y enojo, le faltaban al mismo un teléfono inteligente marca WIKO y una colonia.

Lo más vergonzoso y humillante era que, en su lugar, habían incluido dos desodorantes cubanos vacíos, dos pomos con agua y tres calzoncillos usados. Una práctica habitual en este tipo de sustracciones, que prefiero llamarlas por su verdadero nombre: robos vulgares y desfachatados.

Yaima contaba que, aunque en la hoja de aforo y liquidación de la Aduana General de la República constaba que el bulto llegó a Cuba con la carga notificada, ella tuvo que realizar un pago de 15 CUC y 11,30 CUP, a pesar del hurto comprobado.

Al respecto, y con bastante retraso, llegó el pasado 25 de mayo la respuesta de Ariel Matos Abad, director general de la Empresa de Correos Habana Centro.

Señala Matos que, ante esos hechos, se designó a la Dirección de Seguridad Postal e Inspección del Grupo Empresarial Correos de Cuba, conjuntamente con la Dirección de Supervisión y Control de Correos Habana Centro, a la cual está adscrita dicha unidad, para la investigación de los mismos.

Se efectuó control y comprobación a los procedimientos, desde el arribo del envío a la Oficina de Cambio Internacional, luego su paso por el Centro de Clasificación Provincial, hasta su entrega en el Centro de Distribución de San Rafael.

«En el proceso de investigación, precisa, se comprobó que las violaciones de los procedimientos establecidos para el tratamiento de los envíos postales, donde pudo efectuarse el cambio de contenido, fue en nuestro Centro de Clasificación Postal, siendo responsabilidad directa de las gestoras Dulce María Abreu Herrera y Regla Santana Miranda, y colateralmente del jefe del mencionado Centro, Osvaldo César Pérez Rodríguez.

«A ambas gestoras, que todavía no eran trabajadoras fijas de nuestra entidad, se les cerró el contrato laboral, no pudiéndose adoptar las medidas disciplinarias con el Jefe del Centro dado que al momento de la investigación ya no eran trabajadoras de nuestro sistema, refiere Matos».

Manifiesta el funcionario que, además de expresarle las correspondientes disculpas a Yaima, procederán a indemnizarla según la norma legal vigente, y adicionalmente le reembolsarán la tasa de imposición cobrada, así como el derecho arancelario pagado por ella en el momento de la entrega.

Apunta Matos que «nuestra Empresa, al igual que todo el sistema de Correos de Cuba, está trabajando en la superación, calidad e inmediatez en la prestación de los servicios postales, buscando y garantizando los aseguramientos necesarios en cada área, que es el principal objetivo por el cual debemos laborar, así como en la adopción de las medidas necesarias para brindar seguridad y satisfacción a la población».

Y enfatiza que «ante hechos como los aquí señalados, trátese de robo o simplemente de incumplimientos de procedimientos que pudieran generar hechos delictivos o insatisfacción en la población, la respuesta de Correos de Cuba será enérgica y ejemplarizante».

Pero en tanto las anteriores palabras no puedan plasmarse en toda su dimensión, este redactor solo reitera lo que expresó el pasado 13 de febrero, al exponer el caso: «Me constan los esfuerzos de Correos de Cuba por eliminar el vergonzoso flagelo de la expoliación de bultos postales; pero mientras se registren historias como las de hoy, por excepcionales que fueran, la imagen de esa entidad y de sus trabajadores permanecerá cuestionada por la población».

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