Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Mirar con lupa

Fiel al principio de que ningún cubano quede desamparado, nuestra sociedad ha defendido siempre que los casos críticos y vulnerables, por excepcionales, requieren una mirada profunda y sensible, porque tales confluencias de desventuras no pueden tratarse por el carril de las comunes, ni mirarse con la óptica estándar.

Mayelín Hernández Cruz (edificio 2, apartamento 2, Las Quinientas, Juraguá, municipio de Abreus, provincia de Cienfuegos) es una madre trabajadora, cuyo hijo de cuatro años nació con la rara enfermedad genética del Síndrome de West, lo cual le ha provocado un autismo secundario, retraso mental severo y atrofia retinar progresiva.

Tal padecimiento, diagnosticado en el Instituto Nacional de Neurología en la capital, implica una estricta medicación, entre otros fármacos con valproato de sodio, debido a las constantes convulsiones que sufre, que pueden provocarle depresión, ceguera, reacciones paranoideas, llevarle a un estado vegetativo y hasta provocarle la muerte.

El hogar de Mayelín se encuentra a 32 kilómetros del centro asistencial que tiene que ver con su rehabilitación. En la comunidad de Las Quinientas, después de las cuatro de la tarde no hay médico, ni transporte seguro. Y el centro más cercano, en caso de emergencia, si su hijo ante las convulsiones requiere urgente atención, está a cuatro kilómetros. Además, la escuela especial que requerirá el niño, según su patología, se encuentra en el municipio cabecera.

Mayelín, quien además tiene una hija de 15 años, ha hecho múltiples gestiones en la provincia y en instancias nacionales para que sean cubiertos por la Asistencia Social. Pero hasta ahora no ha tenido resultado alguno. Ella insiste en que una vivienda en la capital provincial le permitiría tener una atención médica especializada para su niño, y le permitiría a este el acceso a la educación especial. Y también solicita «un análisis profundo acerca de mi situación monetaria como madre trabajadora, con un niño con discapacidad severa».

La otra historia la envía Irania Arango Sánchez (Concepción 758, entre 15 y 16, Lawton, La Habana), madre soltera, al cuidado de su hijo, el adolescente de 14 años Daniel Alejandro Arango Sánchez, quien nació con persistencia en el uraco con malformación congénita, que implicó una intervención quirúrgica a solo dos meses y medio de nacido.

El muchacho, además, padece trastornos de sueño con convulsiones nocturnas. Y se atiende con neurólogos, psicólogos y psiquiatras. Desde sus primeros años de vida requiere cuidados extremos y delicados.

Para agravar la situación, hace cinco años que murió la única hermana de Irania, quien tuvo que asumir el cuidado del hijo de aquella, que entonces tenía cuatro años. Ello incrementó los gastos económicos en el hogar, para Irania, quien desde los 17 años es trabajadora de Educación, donde se desempeña como maestra de cuarto grado en la escuela primaria Félix Ernesto Alpízar.

En 2008 Irania acudió a Asistencia Social del municipio de 10 de Octubre a solicitar una ayuda económica, la cual fue denegada porque el niño tenía padre. «Decisión —afirma— con la que no estuve conforme, porque este no se ocupa ni preocupa del mismo (ver apellidos del hijo) y la presenté nuevamente, pero hasta ahora no he tenido respuesta».

Hace más de un año la madre de Mayelín, quien colaboraba en los quehaceres del hogar y el cuidado de los nietos mientras ella trabajaba, comenzó a padecer de una demencia senil irreversible, al extremo de que ya le es imposible, no solo asumir tareas, sino permanecer sola en el hogar.

Con tal panorama, Irania solicitó en agosto de 2014 a Asistencia Social una chequera de cuidadora para atender a su madre. Fue a su casa la trabajadora social, Irania entregó todos los documentos requeridos a la jefa de los Trabajadores Sociales del Consejo, y hasta la fecha no ha visto respuesta ni acción alguna, a pesar de las constantes visitas y entrevistas.

Tal situación, remarca, no solo la afecta a ella y a su familia, «sino a mis alumnos, por los que he trabajado más de 30 años sin pedir nada material: solo la satisfacción de verlos crecer como seres humanos nobles y honestos».

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