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Desaguar un problema de tres décadas

Desde 1989 Nelson Aguilar Ferreiro (Enramadas No. 513 bajos, entre Reló y San Agustín, Santiago de Cuba) y su familia atraviesan un denso mar de gestiones para que las entidades de Acueducto y Alcantarillado en su provincia conecten el drenaje albañal y pluvial de su inmueble (compuesto por varias casas) a la conductora central que pasa por la calle Enramadas.

La vivienda que hoy habitan, permutada por su padre por otra de la calle Heredia en 1985 —a instancias de la Unión de Juristas de la provincia—, presenta desde entonces este problema. Las casas del mismo inmueble situadas encima de la de Nelson y cuyos desagües negros pasan por el hogar del remitente, se hallan en similar atolladero.

El afectado ha reclamado desde hace años a la Unión de Juristas en el territorio para que resarza ese mal, en cumplimiento de lo convenido con su padre, pero tampoco ha obtenido resultados, refiere.

En 1990, apunta, con la ayuda de su centro de trabajo, logró emprender algunas reparaciones al interior de su vivienda «para contrarrestar las continuas inundaciones que se sucedían y provocaban infecciones en los pies y otras partes del cuerpo de mis hijos menores en ese tiempo». En estas reparaciones, tras utilizar fondos materiales cuantiosos, no se resolvió el delicado asunto, pues no se consiguió por esfuerzo propio conectar las viviendas de los altos del inmueble a la conductora central de aguas negras, pues esta acción «no es de competencia de “personas naturales”».

Entre las múltiples acciones constructivas que ha debido acometer el santiaguero se encuentran: reparación capital de su cuarto de baño; reparación del canal de evacuación de aguas negras de las viviendas superiores, en el tramo que pasa por la sala de su domicilio; elevación de cinco centímetros del piso del patio interior, en un área de más de nueve metros cuadrados, y construcción, en el corredor de su vivienda, de «una fosa para acumular las aguas negras y evitar de ese modo que las heces fecales continuaran vertiéndose a la vía pública…», enumera el lector. Los costos de todas estas labores, por supuesto, han sido sufragados por su bolsillo.

En 2008, la fosa referida explotó y se vertieron varios metros cúbicos de aguas negras a la calle, lo que provocó la intervención inmediata de las autoridades del Gobierno y del entonces director en funciones de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado (no especifica si a nivel municipal o provincial), quienes se comprometieron a dar solución al fétido embrollo, rememora el santiaguero.

Resultado de este compromiso: fueron enviados dos operarios de Acueducto, que rompieron más de cinco metros de la acera de granito de la calle Enramadas, conectaron el desagüe de las viviendas afectadas al respiradero de la casa ubicada en Enramadas No. 511; pero esta gestión tampoco resolvió el dilema, pues el volumen de aguas negras es demasiado para evacuarse por ese respiradero, explica Nelson.

«El mismo día en que concluyó la conexión del desagüe al respiradero de la vivienda de mi vecina, solicité la presencia del compañero (…) Delegado de la circunscripción…. Este se personó sobre las 9:00 p.m. y corroboró el pésimo trabajo realizado por los obreros de Acueducto, los cuales habían dejado los tubos cubiertos de tierra muy mal apisonada, y no con hormigón como debieron haberlo hecho. La tapa del respiradero fue rota por los operarios, y alegaron no poder restituirla porque no contaban con ese recurso en inventario. El Delegado se comprometió a buscar la solución más adecuada y urgente: fue una vez más imposible cumplir», relata.

Nuevamente con sus recursos tuvo el afectado que costear la conclusión de la obra chapuceramente abandonada. Desde entonces, se han llevado a cabo múltiples acciones de mantenimiento y rehabilitación de esa importante calle santiaguera. Nelson se ha dirigido a los responsables de dichos trabajos para que conecten de una vez la salida de aguas albañales a la conductora central.

De hecho, al momento de escribirnos (10 de julio), se ejecutaba un plan de reparación de la arteria y su acera. Y el remitente opina, razonablemente, que antes de que este plan concluya sería oportuno realizar la tan solicitada conexión, para no tener en un futuro que romper lo que con tanto sacrificio y afán de belleza se logre.

¿Hasta cuándo tendrán que esperar Nelson, su familia y los demás vecinos afectados? ¿Entre tantos buenos empeños de esa ciudad que ya cumplió 500 años se seguirá dejando espacio a la chapucería?

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