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A juicio

El 28 de octubre de 2015, Reinaldo Cruz Hernández, Rodel Cruz Hernández y Yoel Falcón Cárdenas, albañiles por cuenta propia del municipio villaclareño de Placetas, denunciaban aquí a la Empresa de Farmacias y Ópticas en esa provincia, la cual los contrató en septiembre de 2014 para un trabajo valorado en 40 000 CUP y no les había pagado.

Decían que hicieron el contrato con el inversionista de la entidad para remodelar la farmacia del poblado de Báez, objetivo en el cual laboraron tres meses. Y al final, entregaron la obra al presidente del Consejo Popular. No se presentó ningún funcionario de la Empresa.

Al reclamar el pago a la Empresa, no hubo respuesta. «No aparece el contrato que estaba firmado por ambas partes, planteaban, y no lo entregaron al momento, ya que faltaban firmas, y alegaron que nuestra copia nos la harían llegar». Pero la copia nunca llegó. Les dijeron que el contrato se había perdido. Y ya había transcurrido un año, sin respuesta. «Cada vez que vamos a la Empresa y nos presentamos, nunca podemos hablar con ningún funcionario; siempre hay alguna justificación», concluían.

Responde Ezequiel Martínez Martínez, director de la Empresa Provincial de Farmacias y Ópticas de Villa Clara, que el Consejo de Dirección de la entidad es nuevo en su gran mayoría. Y que una auditoría especial practicada a la Empresa, arrojó «innumerables violaciones con grandes afectaciones a la entidad, propiciando la comisión de un presunto hecho delictivo y de corrupción administrativa, actualmente bajo proceso judicial, que involucra a algunos exdirigentes y trabajadores de la entidad y a trabajadores por cuenta propia que infringieron la legalidad».

Afirma que «en entrevista sostenida con los afectados, reconocieron que nunca me solicitaron un despacho, ni se entrevistaron con el funcionario que atiende a la población, aunque, según su declaración, estuvieron en una o dos oportunidades en la entidad, momento en el que no me hallaba presente».

Está comprobado, señala, que no existe contrato legal, facturas ni legitimidad de los recursos materiales utilizados en el trabajo. «No obstante, agrega, es cierto que ejecutaron el trabajo, y hay testigos que lo corroboran».

Finalmente, acota que «a partir de consulta previa con los organismos rectores de la legalidad se procede a la elaboración de un expediente que contenga todas las pruebas necesarias para justamente proceder al pago».

Un teléfono para la comunidad

El teléfono roto e interrumpido de un cliente es una verdadera tragedia. Pero si el mismo corresponde a un centro agente, que brinda comunicación a toda una comunidad, es un conflicto social.

Nuris Batista Tejeda (calle Principal 19805, entre Versalles y Principal, Residencial Almendares, Boyeros, La Habana), lanza el S.O.S. por el centro agente de Lala, con número de teléfono 628067, allá en la calle 1ra. Nro. 270, entre 12 y 14, en el reparto Dessys, de Santiago de Cuba.

Y lo hace porque ella es la hija de Lala, menos conocida por Lidia Tejeda Bazán, quien hace más de 15 años es la clave de la comunicación con y desde ese humilde barrio, interrumpida desde que el 6 de noviembre de 2015 se averió el teléfono, el único que existe por allí. «En estos días de temor por los sismos, señala, ha sido extremadamente triste y desesperante que la gente no pueda tener noticias de primera mano de sus seres queridos, como es mi caso».

Nuris se comunicó con Lala mediante celular, y supo que han ido a Etecsa a quejarse, por la pena que siente la madre al no poder prestar sus servicios, como siempre ha estado dispuesta a avisarle a cualquier vecino, a cualquier hora. Y, además, ella es una trabajadora por cuenta propia, que ve así limitados sus ingresos.

Lala le comentó que, según Etecsa, el teléfono, por su particular tecnología, no tenía arreglo. Los técnicos fueron y dijeron que ya no servía por la obsoleta tecnología. Y que no había piezas de repuesto para él en el país. Así Lala tuvo que comunicarlo a todos en el barrio.

El funcionario de Atención a la Población de Etecsa en el municipio prometió tramitar el cambio del equipo. Pero hasta ahora Lala y sus vecinos siguen en zona de silencio.

La hija cuestiona: «¿Nadie se ha puesto a pensar en lo sensible del problema? ¿Es tan complicado para Etecsa situar allí otro tipo de teléfono, que le hace falta a la gente de allí?».

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