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¿Hasta cuándo?

Nereida Argudín Landa (calle 92-C, No. 6121, entre 61 y 63, Pogolotti, Marianao, La Habana) sigue aguardando por que la Empresa de Gas Manufacturado le haga justicia y se pregunta si es una verdadera clienta de esa entidad, con todo lo que debía representar, o un destino inseguro para aquella.

Cuenta la lectora que desde julio de 2015 hasta mayo del presente año ningún cobrador de esa empresa ha visitado su vivienda para leer el reloj contador del gas y verificar el consumo que ha tenido en cada mes, ni para entregar el aviso de pago.

Por tal motivo, desde julio hasta diciembre de 2015 ella estuvo sin pagar el consumo de gas manufacturado, porque sencillamente no fueron a cobrárselo. Pero en ese mes de diciembre se personó una cobradora con un aviso de cobro por valor de 52,80 pesos. Y le explicó que era el consumo de cinco meses, de julio a noviembre.

En la misma factura, aparecía escrito a mano un importe adicional de 10,56 pesos que, según la cobradora, correspondía a diciembre de 2015.

Nereida le preguntó de dónde había sacado dicho consumo, pues en su casa no se había personado ningún cobrador en todos esos meses a leer el reloj contador. Y la empleada le respondió que se calculaba por un promedio histórico del último mes que había pagado.

La clienta no estuvo de acuerdo, y en ese momento no liquidó el importe. Estaba muy molesta. Y el 3 de mayo de 2016 pagó parte de la deuda: los 52,80 pesos correspondientes al período comprendido desde julio hasta noviembre de 2015. Y ya el 30 de abril le habían dejado en el portal de su casa otro aviso de pago por 84,48 pesos, que incluía el importe de los seis meses atrasados, más el importe de enero y febrero de 2016, cuando tampoco ningún cobrador se personó en su vivienda para leer el reloj.

«Por todo lo antes expuesto, señala, mi reloj no se ha leído desde julio de 2015 hasta mayo del 2016. Y me están cobrando un importe de un consumo que no es real».

El 13 de mayo, Nereida preguntó al jefe comercial el porqué hacía un año no le leían el reloj contador. Y este le respondió que en esa ruta no había personal. «No entiendo cómo es posible que desde hace un año no han podido buscar a una persona para que realice ese trabajo», manifiesta la clienta.

Al preguntarle por qué no se habían entregado los avisos de pago o facturas desde junio de 2015 hasta mayo de 2016, el funcionario contestó que entre julio y diciembre de 2015 no tenían papel para imprimir la factura. «¿Por qué, entonces, de enero a esta fecha tampoco me han entregado los avisos de pago de enero, febrero, marzo, abril y mayo de 2016?», cuestiona en su carta Nereida.

Y en su conversación entonces con el comercial, le hizo también la pregunta más importante: «¿Por qué el cliente es quien tiene que pagar la culpa de los problemas que tienen en la oficina?». Y no obtuvo respuesta.

Nereida solicitó un inspector para que viniera a la casa y verificara si el reloj funciona o no. Y le llenaron un documento, del cual no le dieron copia. Le pidieron el número de su teléfono y le explicaron que debía esperar la llamada del inspector.

El 20 de mayo, ella fue de nuevo a la oficina comercial, pagó diciembre de 2015 y preguntó cuánto tiempo demoraba en pasar el inspector por la casa. Le respondieron que estaba de vacaciones y se había incorporado el día anterior. Que en esos días la llamaría, que no se preocupara.

El 26 de mayo pasó un empleado cobrando el consumo de los meses de enero, febrero y marzo. Y tampoco había leído el reloj contador.

Con razón, Nereida cuestiona: «¿Hasta cuándo voy a tener que pagar un importe de 10,56 pesos que no es real, porque la oficina comercial no manda a un compañero mensualmente a leer el reloj de mi vivienda, como es lo lógico? ¿Cuánto tiempo más tengo que esperar por que vaya un inspector a verificar si mi reloj funciona o no?».

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