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¿Por qué no con licencia?

Luis López Sánchez (Prado 1505, entre 11 y 12 Oeste, Reparto 1ro. de Mayo, Guantánamo) saluda la reciente resolución del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones, que establece importantes cambios en el objeto social y formas de operación de los Joven Club de Computación en todo el país.

Entre esos cambios resalta el cobro de algunos servicios que antes eran gratis. Y considera que esa medida es excelente, hace mucho tiempo necesaria por el propio bien de los Joven Club. Ha tenido gran aceptación por la mayoría, refiere, y principalmente por los chicos y jóvenes, que hacen colas interminables para poder entrar a jugar en las computadoras.

«Los Joven Club —señala—, por resolución, están autorizados a alquilar sus computadoras a todo el que las necesite y permitir horas de juegos en ellas para el entretenimiento de los aficionados a este hobby; todo ello con una tarifa ya establecida en dicha resolución. Algo que está bien.

«Pero mi preocupación, inconformidad y preguntas sin respuestas son: ¿Por qué los trabajadores por cuenta propia no pueden hacer lo mismo? Si yo quisiera arrendar mi computadora para uso del que lo desee, o alquilarla para que los chicos jueguen, ¿por qué no puedo hacerlo y solicitar para ello una licencia?».

Luis afirma que es trabajador por cuenta propia en otra actividad, y asume con disciplina y respeto sus deberes ante la Ley y los respectivos pagos y tributos, y piensa que el país pudiera actualizar la lista de patentes o licencias permitidas para ejercer el trabajo por cuenta propia. «Esta de las salas de juego está totalmente prohibida para los particulares y no para el Estado. ¿Por qué? ¿Quién debe actualizar estas leyes y permitir las nuevas formas de trabajo que sea posible implementar en el país según los nuevos cambios que vayan ocurriendo? ¿Yo, como trabajador, adónde me puedo dirigir?».

Confiesa el remitente que ha escrito al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social vía correo electrónico, y le han dicho que ellos no atienden por esa vía; solo en persona o por teléfono. Y al respecto piensa que él está tan lejos de La Habana, allá en Guantánamo, y no tiene teléfono; por lo cual sería muy trabajoso explicarles todo lo que quiere.

No se puede desconocer, según este redactor, que hay quienes alquilan ilegal y furtivamente sus computadoras en casa, y como no se visibiliza ese negocio ni está legalizado, el Estado está perdiendo fiscalmente.

Al son de su interés muy particular, Luis reflexiona mucho más allá, en que hace falta crear sitios, incluso digitales, donde los ciudadanos planteen sus inquietudes y las instituciones interactúen con ellos y les aclaren muchas dudas.

Claro que las ventajas de las tecnologías de la información, tan raudas e inmediatas, hay que aprovecharlas en la comunicación institucional. Y hay un largo potencial por explotar en tal sentido. Mas, por lo pronto, hay entidades que se van adelantando: Correos de Cuba, por ejemplo, en su web, interactúa con la ciudadanía, y la Fiscalía General de la República tiene una línea abierta para responder.

Les roban los pasamanos

Felipe León Canals (calle 5ta. edificio 92, apto. 18, entre Camilo Cienfuegos y José Martí, Reparto Eléctrico, La Habana) alerta que de los ómnibus de la terminal Calvario están desapareciendo los tubos de los pasamanos, a tal punto que disminuye la capacidad de transporte de los mismos, amén de que hay que realizar malabares para transitar por su interior.

«Creo —dice— que está de más narrar las peripecias de madres con niños cargados, ancianos y pueblo en general, con bultos y mandados. ¿Tendremos entre nosotros “delincuentes magos” capaces de desmontar esas tuberías en pleno recorrido? ¿No se da cuenta la administración de la terminal del hecho delictivo que está ocurriendo?».

Según manifiestan algunos pasajeros, se los roban para vendérselos a los fabricantes de muebles de tubos. Y también está ocurriendo con los cristales oscuros de las ventanillas: los sustraen para la confección de puertas y ventanas de angulares y cristales.

Felipe solo sugiere a los directivos del Transporte en la capital que hagan sus recorridos por las terminales y verifiquen ese «canibalismo guagüeril», que, en el plano conductual es además bastante desmoralizante y revelador de incapacidad e ingobernabilidad por parte de algunas entidades estatales.

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