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Demora bifocal

A simple vista —sin ningún tipo de aumento— no se ve bien la experiencia que cuenta el camagüeyano Pedro Pargas (Paseo Martí, No. 1105, Reparto Florida, Florida). Resulta que el 21 de marzo de este año, Pedro hizo una solicitud para espejuelos bifocales en la óptica de su municipio, entidad que tiene un ciclo de entrega de 45 días.

«Transcurrido este tiempo indagué por mi trabajo; al cabo de tres meses me informaron que mis cristales ya los habían enviado de la cabecera municipal, pero como el equipo de picarlos estaba roto había una persona que los llevaba en grupo a Camagüey donde, de favor, le permitían cortarlos», relata el agramontino.

«Hace alrededor de un mes —apunta— al interesarme (…) me informan que el equipo de cortar los cristales ya estaba reparado, pero había que traerlo, por lo que no se seguían llevando a cortar a Camagüey. En el día de hoy (5 de julio) me personé en el establecimiento y el administrador me informó que a él le había subido la presión de hacer gestiones con el propósito de resolver este problema y otros que confronta con el local en que se encuentra la óptica y que nadie le da respuesta».

Y el afectado, que comprende los esfuerzos del personal de la institución, donde siempre lo han atendido amablemente, no puede dejar de pensar que en su caso, y quizá en otros que se hallen en similares circunstancias, ha asomado la indolencia e insensibilidad. ¿De quiénes, en qué circunstancias y momentos del proceso? Eso, debemos verlo, también sin aumento, en la respuesta que le den al caso.

Corazón agradecido en el Luis Aldana

Sucedió el pasado 13 de junio. Aunque se hallaba en mal estado, con angina de pecho, la tunera Esperanza Reynó Fernández (calle A, No. 20, El Batey, e/ Avenida Primera y Avenida Segunda, Amancio) no imaginó que estaba grave. Sin embargo, algo debió sospecharse cuando, al ser atendida en el policlínico Luis Aldana Palomino, de su territorio, el doctor Ariel Guevara, intensivista, dio instrucciones precisas para su traslado hacia la unidad de cuidados intensivos.

«Después de las 8 y 30 de la mañana comenzó todo un ritual de exámenes (…) evitando mi movilidad y alertándome acerca de la importancia de mantenerme en absoluto reposo. Pero mis sentidos estaban alertas y observaba toda aquella colmena moverse en diferentes direcciones, con objetivos y tareas bien precisas, dirigidos a esa hora de la mañana por la doctora Sandra Ramos, la otra intensivista de este municipio, además diplomada en Cardiología», evoca la remitente.

«Lo que viví y vi en los días de mi gravedad es inenarrable —señala la agradecida mujer— y quiero que quede constancia desde las autoridades políticas y gubernamentales, hasta lo más humilde de este pueblo, de la labor titánica que se hace en ese pequeño recinto para salvar una vida. La señora que sangraba hasta los ojos cuando subía su tensión arterial; el esfuerzo desmedido por salvar a otra señora víctima de un accidente de tránsito, del cuidado esmerado con el chofer del camión muy hipertenso y deprimido, la asistencia constante a un anciano que precisaba un marcapasos».

«Gracias (…) al esfuerzo mancomunado de ese equipo que no permitió que el infarto se produjera en mi corazón enfermo, pero agradecido», concluye la misiva.g

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