Acuse de recibo
Las aguas no cogen su nivel, no siempre por abastecimiento. Hay otras «sequías» de emprendimientos y soluciones; bien lo sabe Carmen González Ulloa (calle Rafael Peña 189, entre 1ra. y José Antonio Echeverría, San Cristóbal, Artemisa), quien dice que la escuela primaria Gabino Labrador, de allí, desde el pasado curso tiene problemas, y hasta dos y tres días a la semana interrumpe las clases.
El asunto se ha denunciado ante la Dirección Municipal de Educación y el Gobierno Municipal, sin que hasta ahora haya podido resolverse, asegura.
Enisleidis Díaz Peláez (calle Félix García No. 9 C, El Bongo, Media Luna, Granma) cuenta que en ese barrio reciben el agua de un pozo público sin condiciones.
Hace meses, los pobladores tuvieron que comprar una tubería. Y al manipular la antigua para sustituirla, los desechos de óxido que tenía quedaron en el agua que consumen. Se van a hacer las pruebas, pues hay personas que han enfermado.
En las rendiciones de cuentas, los vecinos plantean el drama y siempre les dicen que no hay recursos para adquirir las mangueras. «Dejan mucho que desear las condiciones del agua que consumimos», concluye.
Clara Guerrero Pérez (Avenida 9, entre 12 y Final, Boca de Jaruco, Santa Cruz del Norte, Mayabeque) dice que los vecinos de allí no tienen agua desde diciembre de 2015 por la rotura de la turbina que abastece, y han realizado muchos llamados a las entidades implicadas. «No hay solución, solo justificaciones no convincentes».
Al fin llevaron una turbina nueva, la que duró unos días de actividad con fallas, sin darle servicio a toda la población. «Solo bombeaba dos horas por la mañana, para llenar unos pomos, porque para llenar el tanque y tirarla por gravedad se pasaba todo el día; quiere decir que no trabajaba bien.
«¿Dónde estaban los ingenieros de Recursos Hidráulicos, que no se percataron de lo sucedido? ¿O no hay personal calificado que pueda realizar el montaje de la turbina en estos momentos?», cuestiona Clara.
Denuncia que aún no ha ido una pipa, y tampoco les dan esperanza. «La escuela de este pueblo y la panadería se han visto afectadas. En nombre de los pobladores necesitamos que se tomen medidas radicales y que cada quien asuma su responsabilidad», enfatiza.
Luis Emilio Valdés Expósito (calle 58 No. 4724, entre 47 y 51, Consolación del Sur, Pinar del Río) cuenta que el agua entra allí a veces. «Hoy es 22 de septiembre y no tenemos agua desde el 19 de agosto, sin saber siquiera cuándo la tendremos».
Pero sí aparece agua si desembolsa cien o 150 pesos, añade. «Enseguida uno de los tantos “piperos” que hacen cola en el Acueducto con ese objetivo se la llevan hasta su casa».
Los vecinos se quejan, acota, y Acueducto responde que hay equipos rotos, que pronto se arreglarán, que la conductora tiene problemas, que si las tuberías... «Lo de nunca acabar; así llevamos años. Es tema permanente en las rendiciones de cuentas. No tenemos muchas esperanzas de que se arregle».
Barbarito Alonso del Río (calle Brigadier González 84, Remedios, Villa Clara) cuenta que en su casa desde junio pasado no entra agua por problemas en el registro central. Y nada resuelven, a pesar de que visitaron la Dirección de Planificación Física once veces, para el permiso de romper el pavimento. Y siempre era una excusa diferente.
Ya con el documento llevan dos meses yendo a Acueducto para que hagan la reparación; y siempre les dan una razón diferente para no enviar la brigada.
En esa casa viven ocho personas, entre ellas un anciano de 93 años, una mujer de 67, un bebé de dos meses, una niña de cuatro años y otra de ocho.
«Para lavar la ropa —precisa— hay que ir al lavatín con un costo aproximado de 80 pesos, más 20 en bicitaxis. La ropa del bebé se lava en casa de la abuela, que vive a unos dos kilómetros. Todo implica un gasto mensual de mil pesos. Y para poder beber o bañarnos tenemos que cargarla en cubos a una distancia de 50 metros. Aunque no recibimos agua, sí vienen a cobrárnosla. ¿Tendremos que hacer un pozo artesanal?».
