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Sanos versus enfermos

Leyanis Lilian Páez Sánchez (Camino Militar No. 10F3, Piedra Blanca, Holguín) se presentó el pasado 3 de enero en la Gerencia Cimex en esa ciudad para informarse de cuáles posibilidades de trabajo podría encontrar allí. Y el gerente del complejo El Encanto le explicó los requisitos para ello y le orientó que fuera el pasado 6 de enero para que se anotara en la bolsa de empleo de dicho complejo.

La interesada se presentó el día indicado. La atendió amablemente una funcionaria de Recursos Humanos y le indicó que el día diez se efectuaría el consiguiente examen sicométrico en la gerencia. Le aplicaron el test ese día y le orientaron llamar el 12 de enero, para darle el resultado. Leyanis tuvo la agradable sorpresa de que había aprobado y debía presentarse al día siguiente para la entrevista. Todo parecía muy prometedor y edificante…

El día 13 la atendió la sicóloga de la Gerencia. Entre varios asuntos, le preguntó si ella padecía alguna enfermedad. Leyanis le explicó que en 2011 comenzó a ser atendida por Linfoma de Hodking, pero afortunadamente su médico ya le había dado de alta el 29 de junio de 2016, y estaba recuperada. El galeno le explicó que eso ya no le afectaría en su vida; solo tenía que asistir a la consulta anualmente para el chequeo de rutina. Todo eso se lo pormenorizó a la sicóloga.

«Tengo un buen aspecto personal —refiere Leyanis—, no padezco de ninguna otra cosa y ni siquiera parece que sufrí esa enfermedad, de la cual no me quedaron secuelas. En el centro donde laboré anteriormente recibí todo el apoyo y cuando me recuperé… volví a la vida social, como cualquier persona sana».

Pero la sicóloga le dijo que hasta ahí había llegado la entrevista, pues en la Corporación Cimex los nuevos trabajadores no podían ser enfermos. Y le aclaró que si ella hubiese estado trabajando en la entidad cuando enfermó, no habría problemas. Pero como eso no era así, no podían aceptarla.

No le mostró resolución alguna ni reglamento que amparen la respuesta ofrecida. Aun así, el 16 de enero Leyanis la llamó por teléfono para insistir en que si era esa la única situación que le afectaba, y le anunció que le llevaría un resumen de historia clínica de su médico para evidenciarle lo antes expuesto. Pero la respuesta fue terminante: ya estaba desaprobada, junto a otros cinco solicitantes más, por enfermedad.

Leyanis cuestiona:

«¿Será que por ser paciente de cáncer en un momento determinado (que ya no me afecta en nada) se me niegue trabajar en la Corporación?

«¿Por qué es tan válida la opinión de una sola persona? ¿Cómo es posible que una sicóloga hable así, sin ética, a las personas?

«¿De qué me ha servido todo lo que he estudiado hasta la fecha y la trayectoria laboral que tengo?

«Si fuera usted el que estuviera pasando por esta situación, ¿qué haría?».

A Leyanis:

Si la historia es tal como usted la cuenta, en mi caso lucharía a brazo partido por el derecho a trabajar allí, porque se haga justicia, ya que fui aprobado y soy una persona sana, dada de alta por el médico.

Pero voy más allá: En un país que protege tanto la salud humana y la reincorporación de las personas a la sociedad, no debe discriminarse ni a un enfermo en el empleo, salvo por las propias limitaciones que su padecimiento impliquen para trabajar.

Los seres humanos no son desechables, ni debía establecerse una «selección de especies sanas». Eso suena feo y discriminatorio. El único rasero debía ser la excelencia y los deseos de trabajar bien, en contraste con tantos que padecen la «enfermedad» crónica de la vagancia, la abulia y la irresponsabilidad. Y te los encuentras detrás de un mostrador.

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