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Registrando el peloteo

Alrededor de un año lleva la tunera Irma Espinosa Matos tratando infructuosamente de asentar la propiedad de su casa en el Registro de la Propiedad. Hace algún tiempo, evoca la vecina de Oscar Diéguez No. 25, entre R. H. Peña y Ernesto Velázquez, reparto Sosa, cambiaron el añejo techo de su vivienda, de tejas francesas y fibrocemento; para lo cual tuvieron que fraguar nuevos cimientos. De igual forma pagaron el terreno correspondiente, a través del centro de trabajo de su esposo y se aplicaron a obtener una nueva propiedad, pues la anterior había caducado.

La ruta de la propietaria siguió de la Oficina de Trámites a la Dirección de Planificación Física (inferimos que municipal), y de ahí a la Oficina del Arquitecto de la Comunidad, evoca la tunera. «Cuando me atendieron la primera vez tuve que pagar 40 pesos M.N. en efectivo, y me dijeron que tenía un mes para que los arquitectos me visitaran. Luego de dicho tiempo se presentó la primera arquitecta que me cobró 476 pesos M.N. en efectivo y midió mi casa. Luego vinieron otros dos y ninguno estaba de acuerdo con la medida del otro», añade.

Después de varios meses de espera —relata— finalmente otro especialista de la misma entidad le entregó la propiedad, como cierre de ese paso en el proceso. Asimismo le explicaron que en 60 días hábiles debía presentarla en el Registro de la Propiedad.

Tras un día de cola en dicha institución, al revisar una empleada los papeles de Irma, le argumentó que faltaba un certifico, y que debía dirigirse a la Oficina de Trámites para obtenerlo. Como era temprano, se encaminó la interesada a dicha entidad. Era jueves. No estaban trabajando. Le indicaron que fuera al otro día, a las 9:00 a.m., rememora.

Al otro día, viernes, «fui, hice la cola y cuando me tocó y le expliqué a la compañera, me dijo que no tenía nada que ver con eso y (…) que fuera a la oficina de los Arquitectos, que radica allí. Cuando planteé mi problema me dieron un papelito para que fuera a Vivienda Municipal (…).

Una vez en esta institución la compañera que atendió a Irma le dio indicaciones respecto a los documentos que llevaba. En eso llegó el licenciado que la había remitido para ese sitio, entró, hizo otras gestiones y terminó dándole a la doliente un papel dirigido al Registro de la Propiedad para que, por favor, terminaran de solucionar su caso, refiere la remitente.

«Pensé que ya resolvería —concluye la tunera—, pero nada. Al llegar a dicha oficina nos dijeron que la compañera (que debía atender) no había ido ese día y no sabían si iría luego. ¡Hasta las cuántas!, me dije disgustada (…). Y no he vuelto más. Estoy agotada».

Otra de nuestras novelas cotidianas de peloteo. ¿Será que en esta «programación» no dejarán de sucederse las reposiciones?

Desde el dolor la gratitud

Sobreponiéndose a dos intensos dolores, la capitalina María Regla Amores (Santa Ana, Edif. No.6, Apto. 9-I, Plaza de la Revolución) quiere hacer llegar su profundo agradecimiento a dos instituciones de la salud cubana. Primero, a todos los médicos y demás trabajadores de la Terapia Intensiva del Hospital Doctor Salvador Allende, «quienes durante 26 días lucharon para salvar a mi hermano Eduardo de un accidente cerebrovascular hemorrágico. Desafortunadamente falleció el 4 de mayo de 2017, pero toda la familia agradece el esmero con que fue tratado.

Y la otra institución a la cual María Regla y los suyos les hacen público reconocimiento es al Clínico Quirúrgico Joaquín Albarrán; especialmente a sus áreas de Terapia Intensiva, Angiología, Coronario y Ortopedia. Todos ellos lograron mantener con vida durante 20 años a su otro hermano; quien falleciera en esa institución, debido a un accidente cardiovascular el 31 de mayo último. Dedicación, profesionalismo y amor fue lo que recibió el paciente durante tanto tiempo, narra la estremecida hermana.

Conmovedor el gesto de, aun desde la tristeza, levantarse para agradecer.

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