Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Basura y fetidez

Muy preocupado se manifiesta Pavel Ramos Fundora (Calle 151 No. 29205, entre 292 y 294, Matanzas) por el basurero que rodea al mítico estadio de béisbol Palmar de Junco, donde por primera vez se jugó pelota en Cuba.

El joven, quien reside muy cerca de esa instalación, revela que «en cada esquina podemos encontrar montones y montones de basura; y las calles que rodean el estadio son transitadas por coches de caballos que se defecan en estas, pues circulan sin los culeros, ante la mirada inerte de sus dueños».

Añade Pavel que la entrada principal del Palmar… se ha convertido en baño público de bicitaxistas, cocheros y choferes de motos, que ahí tienen su piquera.

«Basta con pasar frente al lugar —advierte— para sentir el mal olor que se genera. Es triste que una ciudad que se está revitalizando por su aniversario 325 tenga un sitio, que además es Monumento Nacional, en esa situación tan reprochable.

«Me pregunto cómo las autoridades competentes mantienen tanta indiferencia hacia tal situación. Hago un llamado a todos los matanceros, a los dirigentes del municipio, porque si nosotros no cuidamos lo que tenemos ni valoramos nuestro patrimonio y el legado de cubanía que representa el béisbol, pronto no tendremos ni estadios ni béisbol».

Un esfuerzo por los celíacos

Yadislexis Millán (Calle 62 No. 3912, San Nicolás, Mayabeque) cuenta que su hijo de tres años es celíaco y presenta varios problemas en el tubo digestivo. Tiene dieta especial.

Madre al fin, ella ha averiguado por una tienda que venda panes, galletas y dulces especiales para esos pacientes. Y le dicen que en la capital sí la hay, pero en Mayabeque no. Yadislexis pregunta por qué no puede hacerse un esfuerzo por extender esa oferta para los celíacos.

La soledad de Palmarito

Humberto I. Pérez (Calle 12 No. 20, Apto. 68, entre 1ra. y 3ra., Vedado, La Habana) viaja con frecuencia para visitar a su familia en Palmarito, un punto apenas perceptible al norte de la provincia de Holguín, a un kilómetro de la costa y perteneciente al municipio de Rafael Freyre.

«En ese disperso caserío —señala— la agricultura es el medio de vida de una población de 416 habitantes. Es un triste ejemplo de hasta dónde puede incidir el abandono cuando no se toman las medidas para revertir los problemas comunitarios».

Y expone sus argumentos:

El camino que comunicaba a Rafael Freyre con Gibara, bordeando la bahía, perdió sus puentes con el huracán Flora, en octubre de 1963. Desde entonces, un trayecto de apenas cuatro kilómetros se cuadruplicó: Más gasto de tiempo y combustible.

Un ómnibus que enlazaba a la ciudad de Holguín con playa Los Bajos, atravesando Palmarito en cinco turnos diarios, hace unos 20 años fue remplazado por un camión que solo hace cuatro viajes semanales.

Con el ciclón Ike, en septiembre de 2008, perdieron el techo del consultorio médico y la bodega, y aún no han sido reparados. Se utiliza la carnicería para el primero, y el círculo social para la segunda, a pesar de que tienen malas condiciones. Y la única tienda en divisas dista ocho kilómetros de Palmarito.

El terraplén que une a Potrerillo con Los Bajos, y atraviesa Palmarito, hace diez años que no puede ser utilizado, con perjuicio para los moradores de esa zona. Al menos podría mejorarse con una simple motoniveladora.

La vía alternativa de enlace entre Rafael Freyre y Gibara es cruzar la bahía de Gibara; pero la lancha solo puede atracar cuando la marea está alta en el corto muelle que está en malas condiciones.

«La falta de voluntad —dice Humberto— ha sobrepasado a la carencia de recursos necesarios para mejorar un poco las condiciones de esa pequeña comunidad que se ha consagrado al surco y a la Revolución».

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