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Los bultos detrás del bulto

«El bulto está, pero no ubicado», era la respuesta que, una y otra vez, recibía Luisa González Vidal (Concepción de la Valla, No. 1, entre Manrique y Campanario) de la empresa Aerovaradero, adonde había arribado su paquete el 11 de octubre de 2017.

La carta de la capitalina, que llegó a JR el 22 de enero y fue publicada el 24 de febrero, refería que se trataba de un equipaje no acompañado, remitido desde Francia el día 6 del propio octubre.

Ante los insistentes reclamos de la mujer, del otro lado explicaban que no estaba listo para despachar y, en un intercambio que ella logró sostener con el Director de Carga de la institución, este le manifestó que había que esperar, por el atraso.

Lo que más alarmaba a Luisa era que debía viajar al extranjero, no hallaba a quién hacerle un poder notarial, y en la entidad le afirmaban que si salía del país sin redactar dicho poder, podía perder el derecho al paquete por abandono.

¿Cuánto más deberá esperar para tocar nuevamente sus pertenencias?, nos preguntábamos al cierre de aquella reseña. ¿De qué normalidad estamos hablando si un equipaje, luego de más de tres meses, aún no está ubicado?

Al respecto contesta Eduardo Antonio Rivero Ojeda, director general adjunto de Aerovaradero S.A., en carta que entró a nuestra redacción el pasado 6 de abril. Corrobora el directivo que la referida    carga, amparada en la guía aérea         No. 057 61629691, un bulto con 81 kg de peso, tocó territorio nacional el 11 de octubre de 2017, procedente de París, y «fue puesto listo para su despacho el día 12 de febrero del año en curso (2018), solicitando la promovente el turno para el despacho el 14 de febrero».

«Las causas y condiciones que provocaron la demora en la entrega del bulto —apunta el funcionario— están dadas por la gran cantidad de carga que permanece en nuestros almacenes, por encima de nuestra capacidad operacional, sin descartar las insuficiencias internas que aún persisten en la organización y exigencia de los chequeos de los vuelos y el incremento de los despachos».

Y añade que para evitar el colapso de sus almacenes en todo el proceso tecnológico que realizan «tratamos de ubicar para despacho, fundamentalmente, la mayor cantidad posible de las cargas con más tiempo en los almacenes, así como las de nuevo arribo al territorio nacional».

La institución, asegura el ejecutivo, lamenta mucho los inconvenientes ocasionados por estas circunstancias y ofrece a la afectada las más sinceras disculpas. Asimismo, aprovechan para comunicar que en la actualidad la empresa acomete acciones «tanto estructurales como organizativas y de inversiones que garantizarán elevar la calidad del servicio a nuestros clientes, para que situaciones como estas dejen de existir».

Agradezco la misiva, y su carácter autocrítico. Comento algunas cuestiones.    Estamos hablando de un paquete que salió de Francia y atravesó el océano Atlántico en cinco días, y luego se demoró cuatro meses en llegar a manos de su propietaria. Si Aerovaradero S.A. viene presentando problemas de atraso como los descritos porque la carga contratada excede la capacidad operacional de la empresa, ¿por qué la entidad sigue asumiendo compromisos con clientes que no podrá honrar con responsabilidad? ¿Acaso no es más saludable en todos los sentidos (incluyendo la salvaguarda del prestigio de la institución), asumir solo el volumen de trabajo que puedan cumplir eficientemente?

Por otra parte, si en definitiva se asumen los compromisos de marras, ¿se informa a los clientes, con transparencia, en el momento del contrato, que su envío puede demorar tanto tiempo en ser despachado?

No basta con la voluntad de hacer. Hay que hacerlo bien y evitar tantos desaguisados entre quienes ofertan un servicio y quienes lo reciben y pagan.

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