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La interminable historia del techo de Flor

Flor M. Cepero (Calle Real no. 2, entre San Antonio y Moré, Cojímar, La Habana del Este, La Habana) narró aquí el 13 de diciembre de 2017 las graves secuelas que al paso del huracán Irma sufrió su vieja casa, con techo de madera y papel, propuesta como Patrimonio de la localidad.

Como damnificada, entonces Planificación Física la visitó y calculó los materiales indicados. Le otorgaron un crédito bancario por 13 000 pesos para madera, papel de techo, puntillas y luminarias. Y a su rastro nunca llegó madera. Recibió las luminarias, pero ni papel ni puntillas.

Fue al consejo popular a pedir un subsidio. Y le dijeron que su caso estaba en manos de la ECAL 5: «Todavía espero su visita», afirmaba en su carta, y describía su drama: la casa filtrándose, el padre de 87 años, con insuficiencia cardíaca, necesita oxígeno, y la humedad le es fatal. Flor tuvo que darle su cuarto a la hija, porque el de ella estaba muy dañado, y se acomodó en el de desahogo, que también se filtraba.

Nunca esta sección recibió respuesta, y el 29 de abril pasado reseñé su segunda carta. Refería que había seguido pasando por el rastro, y tenían allí papel de techo, pero le dijeron que estaba en mal estado, que era devolución, y tampoco había entrado nunca ni madera ni puntillas. «Debo seguir esperando», concluía con resignación.

Casi tres meses después de publicada la segunda carta de Flor, el pasado 24 de julio, llegó a nuestra Redacción la  respuesta de Rainer Mandina Boizán, vicepresidente del Consejo de la Administración Municipal de La Habana del Este.

Precisa él que los recursos para solucionar el problema de Flor no todos estaban disponibles, «pues por las características de la casa se requiere de diez metros cúbicos de madera, desglosados entre vigas, horcones y tablas, para lo cual se realizan desde entonces las acciones pertinentes en aras de concretar la solución».

 En cuanto a la solicitud del subsidio, señala que en la oficina de trámites el personal encargado de evaluar cada caso le explicó a Flor que por su solvencia económica le correspondía crédito bancario.

Y añade que los especialistas de la ECAL 5, entidad constructora del territorio que asume las reparaciones cuando no pueden hacerse estas por esfuerzo propio, visitaron su casa y «certificaron que se debían hacer otras acciones, las cuales no estaban a su alcance, algo que debió ser informado a los moradores de la vivienda en el momento oportuno».

 Apunta Rainer que fueron hechos los análisis pertinentes con todas las partes, e incluso con la «promovente». «El papel de techo se le asignó desde el inicio, ella decidió no comprarlo. Y realmente nunca más se ha tenido en existencia ese recurso».

 Añade que «la asignación de materiales parte de la identificación que hacen los especialistas después de la visita a cada uno de los hogares afectados; es por ello que se otorga lo que se necesita, esté en existencia o no, y se continúa dando seguimiento hasta tanto los problemas queden resueltos».

 Reconoce que «atentó contra el buen curso de esta problemática, la no comunicación con la promovente en el momento preciso, en aras de ir explicando las acciones que se realizaban con entidades del territorio y fuera de este para buscar la solución de su caso».

 Y concluye afirmando que «se continúa trabajando en la solución del problema en coordinación con la promovente, y por la envergadura de la situación no se ha concretado la solución. Conscientes de las irregularidades presentadas pedimos disculpas por las molestias ocasionadas».

 A manera de comentario, añado que no solo hacia la ciudadana afectada (prefiero llamarla así y no «promovente») faltaron la información y la comunicación necesarias, sino también hacia esta columna defensora. La respuesta llega, espoleada por el segundo capítulo de esta historia, revelado el 29 de abril pasado. Y con retraso.

Al margen de algunos puntos discordantes entre ambas visiones del asunto (la institucional y la de la sufriente), y de las dificultades con la madera y el papel de cubierta; si sigue dilatándose aún más la solución de su techo, la casa de Flor apenas llegará a ser patrimonio de la impotencia, y seguirá su historia resurgiendo una y otra vez aquí.

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