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Obscenidades

Desde Lico Cruz 148, en la ciudad de Las Tunas, escribe muy alarmada Sonia Gutiérrez Pérez por las palabrotas y obscenidades inimaginables que se escuchan en muchas canciones de moda de determinados géneros en boga, relativas todas al acto sexual, con pelos y señales.

Lo preocupante, según la tunera, es que esas obscenidades han invadido los espacios públicos, y hasta se difunden impunemente en actos político-culturales, sin miramientos de edades.

«Sé que la vida ha cambiado —afirma—, no sé si para bien o para mal; pero el que quiera oír esa música que la escuche en su casa y se excite en privado. Pero los demás, cuando salimos a la calle, no tenemos por qué estar escuchando por los cuatro puntos cardinales esas groserías».

Es muy triste y vergonzoso, Sonia, lo que está sucediendo no solo en Las Tunas, sino en cualquier rincón del país. A pesar de tantos alertas y preocupaciones de muchos cubanos dignos, el fenómeno, lejos de atenuar, se reproduce cada vez más.

Y no es solo con música. En el habla de no pocos cubanos la palabrota está de guardia: no distingue sitio público, por respetable que sea, ni edad o género. Nadie tiene el derecho a ensuciar nuestros oídos. ¿Qué está sucediendo? ¿Hasta dónde vamos a llegar?

Quejas de clientes

Jorge Luis Cervantes Del Toro (Carretera Central s/n, El Resbalón, Altos de Quintero, Santiago de Cuba no comprende por qué, a partir de los últimos cambios que realizó Etecsa en la telefonía móvil para acceder al correo electrónico, se obliga al cliente a comprar una bolsa de correo 50 MB por 1 CUC, pero hay que consumirla en 30 días.

«Pienso que los directivos deben percatarse de que el cliente debe como mínimo desembolsar 12 CUC anualmente solo para los emails, cuando se puede hacer una recarga al año por un mínimo de 5 CUC del celular», señala.

Manifiesta que, así como Etecsa ha ido haciendo variaciones positivas en sus servicios, pudiera ofrecer otras opciones de menos megabytes por tarifas y tiempo menores.

Y Lázara Maseda Pineda (Luz 151, entre Venus y Aranguren, Guanabacoa, La Habana) relata que el pasado 31 de enero adquirió un soberano engaño en la botella de zumo de naranja agria que compró en un quiosco que queda al lado de la Cadeca de ese municipio.

Cuando llegó a su casa, explica, se dispuso a adobar una carne con el zumo, primeramente lo probó y tuvo que expulsarlo abruptamente de su boca: Era un líquido amarillento con un amargor horrible, como si hubieran batido cáscaras de naranja con agua.

Según pudo apreciar en la etiqueta, aquel producto proviene de la minindustria que está ubicada en Carmen no. 15, entre Tenerife y Campanario, en Centro Habana.

«¿Por qué estafar a personas que con muchos sacrificios adquieren los productos?», pregunta Lázara.

Gratitud de un rehabilitado

Rodolfo Duarte (calle 25 No. 1613, Puerta de Golpe, provincia de Pinar del Río) relata que el 23 de septiembre de 2018 sufrió un accidente cerebrovascular que comprometió sus patrones de movilidad y la fuerza muscular de las extremidades superior e inferior del lado derecho de su cuerpo.

Y quiere agradecer a Rafael Díaz González, su vecino en Puerta de Golpe y fisioterapeuta que labora en la ciudad de Pinar del Río, a 18 kilómetros, quien luego de culminar su agotadora jornada laboral en la capital provincial, se echó sobre sus hombros la rehabilitación de Rodolfo durante 50 días, «con una entrega y generosidad dignas del más elevado humanismo».

Refiere que el fisiatra le aplicó un plan de ejercicios paciente y sistemático, hasta devolverle por completo, de un modo firme y seguro, las funciones vitales estropeadas por el evento neurológico. ¿Qué más pedir en esta vida?

«Llegue a él el agradecimiento infinito y la devoción, en mi nombre y el de mi familia, mis amigos y compañeros de trabajo. Este fisiatra es un magnífico ejemplo de la generosidad, el humanismo y la entrega totales de los especialistas de salud formados por la Revolución», concluye Rodolfo.

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