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Niega haber escrito la carta

EL pasado 12 de enero reseñé una carta vía correo electrónico a nombre de Mirelys García Díaz, residente en calle 101 no. 12809, apto. 9, entre 126B y Lindero, El Palmar, en el municipio habanero de Marianao. Ella contaba que el 9 de ese mes se interrumpió su servicio telefónico. Y pensando que era una avería, llamó al 114: Le dijeron que era por falta de pago. Llamó al 112 y dio el número de transacción del pago realizado el 30 de diciembre en un cajero automático.

La operadora del 112 le dijo que pasaría el dato a la oficina comercial de Etecsa en Marianao. Al otro día, fue hasta allí, y le informaron que se interrumpió el servicio por un atraso de 2.14 CUP, que correspondía al cambio de numeración que Etecsa había hecho dos meses atrás a todos los clientes de la zona, por el cambio del gabinete.

La remitente añadía: «¿Cómo me van a hacer responsable de un atraso de pago de algo que nunca se facturó? ¿Cómo me van a cobrar un cambio de numeración telefónica, cuando este se realiza por necesidad de Etecsa? ¿Cómo van a afectar el servicio telefónico de un cliente estando todas sus cuentas pagadas?» Y al final señalaba: «En la oficina comercial de Etecsa en Marianao no fueron capaces de brindarme disculpas por tantas molestias».

Al respecto, responde Aymé González Hernández, directora de protección al Consumidor de Etecsa, que la resolución 82 de 2012 del Ministerio de Comunicaciones, en cuanto al contrato de prestación del servicio de telefonía al sector residencial, establece en las obligaciones correspondientes a esa empresa: «Introducir cambios en los sistemas, instalaciones, numeración y lo que exija la organización del servicio, en los casos que sean imprescindibles por razones técnicas o de utilidad pública, previa información del usuario con 30 días naturales de antelación».

Y para responder, agrega, se investigó al respecto con la cliente y fueron revisados los sistemas informáticos con que cuenta la empresa, donde se refleja cada una de las transacciones. Y se concluyó que el corte tecnológico significó un cambio de numeración, y debió haber sido amortizada antes del 30 de noviembre de 2018, como establece la empresa para ese tipo de situaciones.

En cuanto a la deuda de 2.14 CUP, «fue reflejada en la factura del servicio al cual le fue realizado el cambio de numeración, y debió haber sido amortizada  antes del 30 de noviembre de 2018, como establece el contrato de servicio».

Asegura que «la información anterior fue brindada a la usuaria en la oficina comercial de Marianao, cuando se dirigió a ella en enero del presente, a raíz de la desconexión, abonando el importe correspondiente».

Y ahora viene lo inesperado:

«En visita realizada a la usuaria por directivos de nuestra empresa, Mirelys nos hizo saber que se encontraba totalmente molesta con la publicación, alegando no haber escrito al medio ni llamado al 112, pues recibió la información y atención adecuadas en la unidad comercial. Considera que le fue invadida su privacidad, al publicar su nombre, dirección y servicio telefónico».

Agradezco la respuesta de Etecsa. Y solo aclaro que por la seriedad, el rigor y la ética de esta columna, por nuestro compromiso con los lectores y la confianza depositada en ellos, no se nos ocurriría inventar una carta con tantos detalles y precisiones. Le enviamos a Etecsa el correo electrónico desde el cual fue enviada la misma. Dejo a los lectores el análisis de esta extraña historia.

Como una caricia

Irma Sehwerert Mileham (Calle 99, No. 3607, Las Delicias, Cotorro, La Habana) cuenta que el pasado 8 de febrero, cuando despertaba de la anestesia después de una operación, en una sala de recuperación del Hospital Cimeq, le pareció estar soñando.

«Escuchaba varias voces refiriéndose al tema del tornado, de los damnificados y de las donaciones que se recibían. Pero no era un sueño.

«Al incorporarme veo a tres personas pertenecientes al hospital, ocupadas en el tema de las donaciones. Una de ellas, muy joven, con gran delicadeza y amor, revisaba una por una las prendas de vestir y otros objetos.

«Hubo algo en la forma en que ella lo hacía. Le ponía tanto cuidado, que era como si enviara una caricia a cada una de las personas que las recibirían. Estuve un buen rato observándola y pensaba que nadie pide dónde nacer, pero… ¡qué suerte tenemos de haber nacido en Cuba!», exclama.

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