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No está en sus manos… evitar una tragedia

Desde Infanta 1556, apto. 2, entre Santa Rosa y Cádiz, en el municipio capitalino de Cerro, Esther Ávila Ortiz cuenta que, aunque los vientos del tornado del 27 de enero pasado se sintieron allí con menos fuerza, dejaron su peligrosa secuela.

Alerta la remitente que una estructura de hierro de siete metros de altura, anclada sobre un muro levantado en 1937, y que está frente a su casa, se aflojó entonces en sus cimientos. Y ahora se corre el riesgo de que en esta temporada ciclónica otros vientos la hagan desplomarse sobre su vivienda, provocando su derrumbe, y lo que es peor: pérdidas de vidas humanas.

Todo dependerá del sentido de los vientos que batan, señala, pues podría caer también sobre la Calzada de Infanta, tan transitada por vehículos y peatones.

Refiere Esther que en estos seis meses transcurridos, se ha desgastado en constantes visitas al Gobierno municipal y la Dirección de Vivienda en el Cerro, la Dirección Provincial de Vivienda, el Consejo de la Administración Provincial (CAP) de La Habana, la Empresa de Servicios Especializados de la Construcción (Secons) y al Comité Provincial del Partido.

De todas estas gestiones, finalmente se personó en su domicilio un representante de la Empresa de Servicios Especializados de la Construcción (Secons), la cual está especializada en las demoliciones. A partir de entonces, Esther tuvo varias citas con la compañera Cecilia, directiva de la UEB Demoliciones, hasta que el pasado 1ro. de agosto, la funcionaria la dejó en ascuas, cuando le dijo que en sus manos no estaba el resolver ese problema por ahora, por la difícil situación del combustible en el país.

«Ante este no rotundo, afirma Esther, no tengo adonde acudir. ¿Qué hacer? ¿Quedarme esperando a que suceda lo peor?», concluye la remitente.

La luz que en sus ojos arde…

Mariana Enriqueta  Pérez Pérez (Calle A, no. 52, Reparto Santa Catalina, Santa Clara) ya ve por los ojos de los inmensos especialistas de Oftalmología  del hospital provincial Arnaldo Milián Castro, de Villa Clara, y muy especialmente de la doctora Elina Caridad Pérez Molina, que le ha devuelto la visión a tres miembros de su familia.

Primero fue la operación de la madre de Mariana, Onelia E. Pérez Peláez, quien al ser intervenida en 2016 contaba con 89 años de edad: sufría de glaucoma, por envejecimiento de la catarata, y estuvo hospitalizada cuatro días con tratamiento preoperatorio, al cabo de los cuales Elina le practicó la cirugía, que fue todo un éxito.

La segunda vez, en 2018, operó a Mariana: nn caso sencillo, con resultados positivos. Y la tercera fue una verdadera proeza de la ciencia ante los riesgos y peligros: intervino al hermano de Mariana, Fidel Santiago Pérez Pérez, quien padece de una severa EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) por la cual permanece encamado y dependiente de oxígeno.

Fidel Santiago se hallaba ya completamente ciego. Y a pesar de que otros médicos dijeron que en ese estado la intervención sería imposible, el pasado 27 de junio la Dra. Elina despejó las dudas y los malos presagios en solo siete minutos.

«Junto a ella, el anestesista —lamento no saber su nombre— trató a mi hermano con extremo cuidado y amor, como si el paciente fuera su propio padre. Ya al día siguiente mi hermano podía ver con su ojo operado», manifiesta.

Y concluye expresando públicamente el agradecimiento y respeto que todos ellos han sabido ganarse. «Estos son los médicos formados por la Revolución, que dan cada día, con su ejemplo, más razones para decir con orgullo: ¡Gracias, Fidel!», concluye Mariana.

Deseo finalizar ofreciendo disculpas a los lectores por una trasposición mecánica de una cifra cometida por este redactor en la edición del Acuse de Recibo del pasado domingo 4 de agosto: en la denuncia de la lectora Ana Gloria Gutiérrez, se menciona a la empresa ECOA 35, cuando realmente es la ECOA 53. Esos gazapos duelen más a quien los comete.

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