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Rodeados de agua, picardía y reguetón

Desde el municipio villaclareño de Caibarién, Margie González Delgado escribió aquí el 27 de agosto último, contando su inconformidad con el tratamiento brindado por las autoridades locales a perjuicios provocados en su área de residencia.

Refería que su caso tiene como génesis el paso del huracán Irma, el cual desplomó una enorme pared de los almacenes del puerto que colinda con su casa, poniendo en peligro la estabilidad de una parte de la estructura de su inmueble.

Producto de muchas gestiones acometidas por ella y su esposo, el Gobierno local indicó la demolición, la cual estaba concebida para que no entorpeciera a nadie en el barrio, pero tuvo el efecto contrario: los escombros de la pared derribada, además de los que arrastró el huracán Irma, fueron vertidos en el portal del almacén, trayendo como resultado la retención del agua que sale de su casa y de la zanja de la calle.

Margie está muy preocupada y rodeada de agua debido a las precipitaciones de los últimos días, según contaba. Advertía que estamos en temporada ciclónica y teme que con la llegada de un meteoro pudiera comprometerse mucho más el drenaje de su entorno, y las condiciones higiénicas y sanitarias, que ahora no son las óptimas, pues se han reportado casos de dengue y otras enfermedades transmitidas por vectores.

Ella y su esposo han tramitado el asunto por los canales pertinentes, pero hasta ahora no han retirado los escombros, porque según le dijo la Presidenta del Gobierno: «no tenía medios de transporte y debía asumir la tarea el Contingente, pero que no tenía combustible hasta agosto».

La remitente también asegura que la Presidenta del Gobierno le explicó que crearía una comisión en la reunión con los directores para poner fin al problema, pero hasta ahora ni siquiera le han comunicado qué acuerdos tomaron para ultimar su dilema.

Narra que es tanta la inundación que encontraron larvas de mosquito en la sede de un proyecto cultural colindante con su vivienda. Al responsable del mismo le impusieron una multa y a los pocos días lo ingresaron por estar contagiado con dengue.

Ojalá y los remanentes ciclónicos que circundan nuestro archipiélago por estos días no incidan con sus lluvias en Caibarién, porque Margie y sus vecinos tendrán que salir en bote. Entonces el combustible aparecerá por tratarse de una situación extrema, la cual se evita siendo proactivos, y no dejando para mañana lo que se puede hacer ahora.

Y el vuelto para cuándo

Eduardo Arias Polo, residente en el Edificio 6, apartamento 36, en el reparto habanero Bahía, a pesar de estar ya jubilado, ha asumido las nuevas tecnologías de la información con la misma devoción de los llamados nativos digitales.

No obstante, quisiera que la desidia tuviera fecha de caducidad en algunos lugares donde se pone al servicio del pueblo los avances de la informática. Cuenta que el pasado 27 de agosto, un poco antes de que empezara el Noticiero Estelar de la Televisión Cubana, se dirigió al Joven Club de Computación y Electrónica del reparto donde él vive para pasar mensajes, y el trato que allí recibió dejó mucho que desear.

Refiere que la hora de conexión cuesta tres pesos, pero que el compañero que se encontraba atendiendo a los clientes, —cuyo nombre desconoce—, alegó que no tenía cambio para los diez pesos con que él le pagaba el servicio.

«Cuando le pedí el vuelto me dijo que me lo había cobrado completo (una forma sutil de robar), porque al entrar y abrir la máquina solo tenía tres horas para consumir, cuando en realidad me correspondía tres horas y 20 minutos».

Con indignación lamenta que además haya que soportar las vulgaridades de algunos jóvenes, que además de poner a todo volumen el reguetón, vociferan palabras obscenas cuando ganan o pierden en los videojuegos.

El remitente sugiere que en esos lugares que tienen fines educativos debe escogerse mejor al personal, porque de ese modo no solo se evita el maltrato a la propiedad social, como también ocurre en el visitado por él en días recientes, sino para que ayuden a fomentar valores universales, como no robar y respetar a sus semejantes como quisiéramos que nos tratasen a nosotros mismos.

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