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Al pan, pan…

El pasado 14 de julio abogué aquí porque ciertas flexibilidades asumidas con realismo en medio del coronavirus para beneficiar al consumidor, debían quedarse como estilo de trabajo de muchas entidades.

Y lo dije porque ese día reflejé el criterio de Ignacio García Hernández, residente en Lacret, No. 217 1/2, apto. 22, entre Consejos Veiga y O´Farril, en Santos Suárez, municipio capitalino de Diez de Octubre.

Ignacio contaba que la panadería donde compra, en Lacret y Figueroa, durante el período de mayor aislamiento por la COVID-19, implementó un sistema mediante el cual los clientes que lo desearan, podían  comprar el lunes el pan normado de toda la semana. Se organizó, con un listado para esa variante, y fue muy bien acogido.

«No detallaré las ventajas de ese sistema para clientes, panaderos, y para proteger y evitar aglomeración. Pues, para sorpresa de los clientes, apenas empezó la fase 1 lo quitaron. ¡Y nuestro Presidente ha dicho que lo bueno que se hizo por la COVID-19 debe quedarse!».

Y ahora recibo una queja similar de Alfonso Fernández Otero, residente en Calzada de Buenos Aires, No. 56, edificio 2, apto. 11, entre Consejero Arango y Leonor, en el municipio capitalino de Cerro.

Manifiesta Alfonso que, igualmente, cuando comenzaron las medidas para evitar la propagación de la COVID-19, se instrumentó la referida a adelantar en un día de la semana la entrega del pan normado a los núcleos familiares de alto riesgo.

Cuando comenzaron las medidas para evitar la propagación de la epidemia, se reactivó, entre otras, la medida referida a adelantar una vez a la semana la venta del pan normado a los núcleos de alto riesgo, para que ninguno de sus miembros se tuviera que trasladar cada día a la panadería.

Cuenta que después de numerosas gestiones para hablar con la administradora de la panadería sita en Calzada de Buenos Aires y Agua Dulce, logró que lo inscribieran en el plan para recoger todos los sábados el pan de la semana y el de un vecino en similares condiciones.

Alfonso tiene 78 años y su esposa 77; y su hija, de 46 años, es impedida física y mental, todos con bastantes limitaciones físicas. Y el de los vecinos, a los cuales él les procura el pan, lo componen dos personas de 79 y 73 años.

Y el sábado 25 de julio pasado, le informaron en la panadería que este plan se iba a suspender en breve, a pesar de estar aún en el transcurso de la fase 1, en la cual se mantiene la atención a los grupos vulnerables y familias en aislamiento.

Alfonso considera que la erradicación de esta flexible medida constituye un error, y lo argumenta:

«Se ha mencionado en las distintas instancias, refiere, que hay medidas que por su éxito y beneficio deben quedarse como permanentes después de la pandemia y considero que esta es una de ellas. ¿A quién perjudica mantener este sistema? Por el contrario, estimo que a todos beneficia.

«A la panadería, por utilizar menos tiempo y personal al despachar un solo día esos núcleos en vez de siete días en la semana. Además, sin costo adicional, ya que de todas formas tiene que disponer de la misma cantidad de materia prima. La capacidad productiva (de los hornos, personal, etc.) se organiza durante la semana y no todos los núcleos compran el mismo día, como se hace ahora, anotando en una libreta y designando días distintos para cada núcleo.

«A los clientes que se acogen al sistema (voluntariamente), porque acuden un solo día al establecimiento con gran ahorro de tiempo y energía. Los que nos beneficiamos con esta forma, guardamos el pan en el refrigerador y se conserva ciento por ciento.

«Propongo que se analice detenidamente lo enunciado y se mantenga regularmente este plan para beneficios de todas las partes y del país», concluye Alfonso.

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