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Patricia Cáceres

Detrás de la ciencia

Nuevas pistas sobre nuestros «primos» prehistóricos

Cuando un pescador lanzó hace unos días las redes al mar, a 25 kilómetros de la costa occidental de Taiwán, no imaginó que atraparía mucho más que peces o crustáceos. El botín oceánico contenía nada menos que una mandíbula inferior humana, que pudo pertenecer a una especie de homínido hasta ahora desconocida.

Según relata la revista Nature Communications, el pescador vendió el fósil a una tienda de antigüedades local, donde un coleccionista la rescató para entregarla al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Taiwán. Al analizar la muestra en cuestión, los investigadores notaron que no se trataba de un hueso humano cualquiera, sino que tenía características raras y difíciles de clasificar.

Los expertos la describen como una mandíbula robusta, corta y con grandes dientes molares y premolares, y pudo pertenecer a un miembro arcaico de nuestro género Homo, o incluso a una especie desconocida aún por determinar si vivió una vez en Asia. Los científicos reconocen que se trata de una hipótesis atrevida, pero que no descartan totalmente.

Barajando hipótesis

La mandíbula, bautizada con el nombre de Penghu 1, ha sido fechada con 450 000 años. Los exámenes realizados por antropólogos del Museo Nacional de Ciencias Naturales en Taiwán (China) y el Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia en Tokio (Japón) sugieren que probablemente perteneciera a alguien que vivió en algún momento entre los últimos 190 000 y 10 000 años.

Tiene semejanzas con los restos parciales de Homo erectus hallados en la cueva Longtan, en Hexian, en la parte continental de China, así como con anteriores fósiles de la misma especie. De ser cierto, se demostraría que el erectus persistió hasta tarde en Asia.

Pero los científicos también valoran que Penghu 1 formase parte del misterioso pueblo de los Denisovanos, un pariente cercano de los neandertales, conocido solo por el hueso de un dedo y dos dientes hallados en la Cueva Denisova, en Rusia. No obstante, esa variante tampoco es del todo posible, ya que en ese caso Penghu 1 tendría un aspecto más primitivo de lo esperado, explican los científicos.

Otra posibilidad es que pertenezca a un grupo distinto de humanos arcaicos, aunque los expertos reconocen que todavía no se han reunido las evidencias suficientes para probarlo. Para llegar a una conclusión de tal envergadura, se requerirían otras partes del esqueleto.

En lo que sí coinciden los investigadores es que varios linajes humanos extintos, algunos más primitivos que otros, vivieron en Asia, al mismo tiempo, antes de la llegada de los seres humanos modernos, hace 40 000 años. Esto apoya la teoría de que la evolución no fue lineal, sino mucho más compleja       y enrevesada de lo que     creíamos.

Si se trata de una nueva especie de homínido o un subgrupo del Homo erectus, aún está por confirmar, pero, sin duda, se trata de un descubrimiento sorprendente.

«Lo que podemos decir es que es claramente diferente de las poblaciones conocidas de Homo erectus del norte de China y Japón, y es probable que represente a un grupo hasta ahora no conocido», expresó Yousuke Kaifu, líder del estudio.

«La mandíbula descubierta es marcadamente diferente a la de nosotros en cuanto a su robustez. El ancho del hueso en la parte lateral de la mandíbula es de 20,7 milímetros, y el promedio para los fósiles humanos modernos es de 14 milímetros», explicó.

El «hombre de hielo» regresa

Investigadores del Instituto Eurac en Bolzano, Italia, han sido capaces de mostrar los 61 tatuajes presentes en la piel de la momia de Ötzi, el «hombre de hielo» del Tirol, un cazador que falleció desangrado hace unos 5 300 años.

Ello ha sido posible mediante una técnica no invasiva descubierta por Marco Samadelli, científico del Eurac, que  ha permitido realizar una cartografía completa de todos los dibujos, algunos entre los más antiguos documentados en el mundo.

Al decir del diario Journal of Cultural Heritage, Samadelli fotografió el cuerpo de la momia desde diferentes ángulos, usando un procedimiento multiespectral que cubre toda la gama de longitudes de onda, del infrarrojo al ultravioleta. Esto permitió ver con gran precisión los tatuajes que están escondidos profundamente en las capas de la piel y que no puede apreciar el ojo humano.

«Cada foto fue tomada en siete ocasiones, con una longitud de onda distinta cada vez. Esto nos ha permitido cubrir las diferentes profundidades en las que el polvo de carbón utilizado para los tatuajes ha sido depositado. Las ondas ultravioletas eran adecuadas para las capas superiores de la piel, mientras que se recurrió a la luz infrarroja de las capas más bajas», afirmó Samadelli.

Se contabilizaron un total de 61 marcas, compuestas por líneas de 0,7 a 4 centímetros de largo, en su mayoría dispuestas en grupos de dos, tres o cuatro líneas paralelas, y también dos cruces.

No obstante, durante el proceso, los investigadores se toparon con un tatuaje desconocido hasta ahora, que consiste en una pequeña marca en la caja torácica, muy difícil de distinguir a simple vista. La zona del cuerpo donde se ubica ha vuelto a abrir el debate sobre si los tatuajes en los tiempos prehistóricos tenían un fin terapéutico, simbólico o religioso.

La marca recién descubierta es sorprendente, porque las otras se encuentran sobre todo en la parte baja de la espalda y las piernas, entre la rodilla y el pie, destacan los expertos.

A causa de las diferentes ubicaciones de los tatuajes, algunos investigaciones sospechaban que eran parte de algún tratamiento médico terapéutico, una especie de acupuntura para aliviar el dolor en las articulaciones.

Los descubridores de Ötzi ya habían notado algunos tatuajes desde que lo encontraron, el 19 de septiembre de 1991, congelado en un glaciar en los Alpes, cerca de la frontera entre Italia y Austria. Desde entonces, varios estudiosos se han dado a la tarea de investigar y contabilizar las marcas, aunque ninguno lo había logrado con tanta precisión.

Los investigadores creen que el «hombre de hielo» era un cazador y arquero, y que murió desangrado a los 45 años después de que una flecha le atravesara el cuerpo por la espalda y tras recibir un golpe en la cabeza. Algunos apuntan a una lucha cuerpo a cuerpo contra un enemigo, o a que quizá se cayó en un glaciar cuando trataba de huir.

Científicos lograron identificar los 61 tatuajes presentes en la piel de la momia de Ötzi, el «hombre de hielo» del Tirol, un cazador que falleció desangrado hace unos 5 300 años. Foto: www.abc.es.

Hasta la fecha, ha sido registrada como la momia más antigua del mundo. Mediante su análisis exhaustivo, los científicos han logrado descubrir que Ötzi padecía enfermedades como intolerancia a la lactosa, caries y trastornos en el corazón. Se conoce también que en la actualidad tiene al menos 19 parientes vivos.

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