Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Yasmany Ceballos Izquierdo*

Detrás de la ciencia

Un hueso perdido de dinosaurio ¿cubano?

Encontrar fósiles de dinosaurios en Cuba sería una sorpresa rara, pero no imposible, si se piensa que las rocas donde aparecen los fósiles jurásicos en la Isla se formaron en su mayoría en un ambiente marino durante la Edad de los dinosaurios.

Además, fósiles de plantas terrestres y algunos huesos ocasionales muestran claramente que vestigios de los continentes circundantes alcanzaron la región que después se transformaría en Cuba.

De este modo, no es fantasiosa la posibilidad de que cualquier dinosaurio muerto haya podido ser arrastrado hasta nuestro territorio, y su cadáver tumefacto flotado varios kilómetros antes de que las partes del cuerpo se separaran y hundieran en el suelo del mar hasta petrificarse.

Millones de años después, las piedras alcanzaron la superficie para exponer los fósiles óseos que, con suerte, serían recuperados por un paleontólogo o un «cazador de fósiles». Los científicos saben que estos raros eventos pudieron suceder, porque, con certeza, al menos un hueso de dinosaurio se ha encontrado en Cuba. Sin embargo, los detalles de la historia aún se resisten a ser revelados enteramente, en lo que ha sido un verdadero misterio por desentrañar.

Un viejo desvelo

Los primeros estudios sobre fósiles del Jurásico en la Isla no son tan recientes como se podría pensar. Empezaron a principios del siglo XX, de la mano de dos naturalistas cubanos, Carlos de la Torre y Huerta (1858-1950) y Mario Sánchez Roig (1890-1962).

Ya en 1909, Carlos de la Torre informó la aparición de vertebrados jurásicos cerca del pueblo de Viñales, en Pinar del Río, mientras que las primeras descripciones publicadas de la fauna jurásica de esa región las hizo Roig.

Biólogo, y después paleontólogo, Carlos de la Torre fue un cubano ilustre de la ciencia. Amasó el reconocimiento internacional con sus estudios sobre moluscos vivientes, que apoyaron las teorías evolutivas de Darwin, y entre 1911 y 1919 trabajó con el paleontólogo norteamericano Barnum Brown (Museo Americano de Historia Natural de New York) en busca de reptiles marinos y dinosaurios en Pinar del Río.

Empezando los años 40, su sobrino, Alfredo Arturo de la Torre y Callejas (1917-2002), siguió los pasos científicos de su famoso tío, al estudiar paleontología. Otro de los parientes de Alfredo, el geólogo y paleontólogo Ricardo de la Torre y Madrazo, le propuso el estudio de un hueso largo descubierto en las piedras jurásicas viñaleras, para su Doctorado en Ciencias Naturales en la Universidad de La Habana, donde Ricardo enseñaba. El hueso podría pertenecer a un dinosaurio: el primero para Cuba.

Alfredo ganó su doctorado con la disertación en 1942 y publicó el primer informe oficial sobre el hueso fósil en un corto artículo en 1949, acompañado de una fotografía. El hueso de casi 45 centímetros lo identificó como un húmero o fémur de un dinosaurio saurópodo, similar a Diplodocus o Brontosaurus; pero mencionó que este dinosaurio no existió en la propia Cuba, sino que fue transportado por el mar después de muerto.

En la publicación, Alfredo acreditó el descubrimiento del fósil a América Ana Cuervo, profesora que enseñaba Geología y Paleontología en la Universidad de La Habana y quien también publicó varios trabajos sobre reptiles fósiles cubanos. Según parece, ella donó el hallazgo al museo universitario. Sin embargo, la mayoría de las fuentes cita por error a Carlos como la persona que descubrió el primer hueso de dinosaurio en Cuba, debido a que, confusamente, Alfredo mencionó en una entrevista que su tío Carlos de la Torre había encontrado el hueso a principios del siglo XX, en el tiempo que trabajaba con Barnum Brown.

Por desgracia, el hueso de dinosaurio está perdido en la actualidad. Se conservó en la Sección de Geología y Paleontología de la Universidad de La Habana, pero posiblemente fue robado a finales de la década de los años 50. Todo lo que tienen los investigadores modernos son una antigua fotografía y la descripción bastante general hecha por Alfredo de la Torre.

Con pocas pistas

A pesar de la escasa evidencia, el renombrado especialista en dinosaurios Leonardo Salgado (Universidad Nacional del Comahue, Argentina) reconoció en 2006 que el hueso cubano perdido podría ser un metatarsiano del pie de un camarasauromorfo, un grupo de dinosaurios relacionados a Camarasaurus, un cuadrúpedo gigante comedor de plantas muy común en el Jurásico Superior de América del Norte.

En una más reciente valoración, sin embargo, el paleontólogo cubano Manuel Iturralde-Vinent pudo comparar la fotografía y descripción con un esqueleto de Camarasaurus, mientras visitaba el Museo Smithsoniano en 2011. Él concluyó que el hueso cubano es más parecido a un hueso metacarpiano (de una mano) de un Camarasaurus, en lugar de un metatarsiano.

Mientras hay acuerdo entre los paleontólogos en que el hueso descrito por Alfredo de la Torre es de un dinosaurio, su clasificación, anatomía y origen permanecen sujetos al debate.

En la opinión del paleontólogo francés Eric Buffetaut, «es muy difícil decir mucho sobre este hueso partiendo de esa vieja fotografía. Una cosa que me parece cierta es que no es un húmero. En un principio yo diría que bien puede ser un hueso metapodial de saurópodo, probablemente un metacarpiano, pero yo no iría más lejos».

Sin embargo, a finales de 2016, el paleontólogo argentino Sebastián Apesteguía, quien ha publicado trabajos acerca de la evolución de los metacarpianos en dinosaurios, subrayó: «La curvatura de la diáfisis es un rasgo común en los dinosaurios titanosaurios. Está presente en Andesaurus y en titanosaurios basales, un grupo más pequeño dentro de los camarasauromorfos. En mi opinión, el hueso representa el primer metacarpiano de una mano de estos animales».

Con no mucho para seguir, los científicos apuestan por las hipótesis sobre el origen e historia del hueso de dinosaurio, cómo apareció en sedimentos marinos y qué le pasó al resto del cuerpo. La impresión de una pequeña concha de amonite indica que el hueso estuvo en la superficie del lecho marino durante un tiempo, antes de que la arena lo enterrara y se fosilizara.

La falta de evidencias no descorazona a los científicos que permanecen convencidos de que pueden encontrar dinosaurios en lo que es ahora Cuba. El paleontólogo Manuel Iturralde-Vinent —junto con el norteamericano Mark Norell, en los años 90, la argentina Zulma Gasparini en 2006, y con Yasmani Ceballos Izquierdo en 2015— ha realizado una investigación rigurosa y sistemática de los vertebrados jurásicos encontrados en la Isla.

Este proyecto implicó catalogar y revisar los ejemplares que estaban etiquetados con información inadecuada y rastrear los fósiles colectados en Cuba, pero guardados en museos en otras naciones, en particular en el Americano de Historia Natural, el Smithsoniano y en el de la Universidad de California, en Estados Unidos.

A pesar de que ningún resto adicional de dinosaurio se ha identificado en las colecciones de museo o como resultado de nuevas excavaciones en la Isla, los hallazgos de plantas y troncos de árbol sugieren que restos de animales terrestres también pudieron llegar al mar por diluvios o tormentas a lo largo de la costa, un evento que habría pasado muchas veces durante el Jurásico.

Quedemos expectantes, y quién sabe si no muy lejos en el tiempo estemos escuchando más sobre algún fósil de dinosaurio ¡en Cuba!

(*)Ingeniero en Ciencias Informáticas (Madruga, Cuba)

(**) Investigador independiente (norteamericano)

(***) Periodista científico y ecologista (norteamericano)

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