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Iris Oropesa Mecías

Detrás de la ciencia

Antártida «en llamas»

Pareciera una campaña de opinión. De esas que las celebridades ponen en marcha cuando creen que están pasando de moda. Un día se revela un mensaje polémico, todos se alarman y prestan atención. Dos días después, cuando ya va pasando el rumor, sale a la luz otro explosivo secreto, como en una historia de suspense.

Y el golpe de gracia lo da un gran escándalo, de esos que se convierten en el tema del día o la semana. No, no estoy hablando de ninguna estrella de moda en las tendencias de internet o redes sociales, sino de la nueva estrella de los medios científicos, la Antártida. Y acaso algunos imaginen que algo bastante grande tendría que haber pasado para que ese paraje «inhóspito» de repente se lleve los flashes.

Muchos de los volcanes alcanzan una altura de entre cien y 3 850 metros. Foto: National Geografic

Está que arde

El continente frío acaba de revelar un sorprendente secreto. Bajo su glacial superficie subyace una maravilla natural: volcanes (sí, sí, con su lava y todo) yacen bajo las toneladas de hielo... y por si fuera poco, suman ¡91!!

Científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia, Reino Unido) fueron los primeros en dar con el hallazgo a través de una investigación, y afirman que esta puede calificar como la mayor región volcánica en la Tierra.

El área se encuentra dos kilómetros debajo de la superficie de la inmensa capa de hielo que cubre la zona oeste del continente austral, y aunque la emoción acapara titulares, estos volcanes no son los primeros, pues se unen a los 47 ya encontrados en el mismo sector durante el siglo anterior.

Los cráteres son activos y se encuentran en una región conocida como el sistema de grietas del oeste de la Antártida, que se extiende por 3 500 kilómetros desde la barrera de hielo de Ross hasta la península Antártica, ha explicado Russia Today. Además, alcanzan una altura de entre cien y 3 850 metros, y están cubiertos de capas de más de cuatro kilómetros de espesor de hielo.

Las implicaciones para el planeta no son solo de entretenimiento. Una erupción grande «podría desestabilizar aun más las capas de hielo del oeste de la Antártida», afirmó el experto en glaciares Robert Bingham, uno de los autores del estudio, según el diario The Guardian. Aunque se cree que la erupción quedaría varios kilómetros por debajo de la superficie, posiblemente generaría un derretimiento del hielo superior, que ya se halla dañado por el calentamiento global. E incluso algunos medios se atreven a   calcular aumentos del nivel del mar, de suceder estos desbalances glaciares.

Hielo sucio

Hace menos de un mes las noticias también giraban hacia el sur. Los medios especializados en difundir temas científicos anunciaban, algo sobrecogidos, el misterioso oscurecimiento del hielo antártico. Como sacado de una novela, la imagen del límpido hielo del sur tornándose grisáceo y verde intenso no les gustó a muchos, y los ojos científicos, intrigados, comenzaron a hacer las preguntas.

Exámenes de por medio, fue fácil descubrir que una capa de fitoplacton comenzaba a poblar el hielo. El significado oculto quedaba claro: los niveles elevados de temperatura permiten hoy que la vegetación marina crezca en este continente glaciar como nunca antes y que incluso las imágenes tomadas por satélites de la NASA revelaran el nuevo color del hielo, primero gris, luego verde intenso, informaron científicos que analizaron fotos hechas por el satélite Landsat 8 de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de EE. UU.

Crisis de rebeldía

Un enorme iceberg de más de un billón de toneladas se separó recientemente del oeste de la Antártida, según explicó un equipo investigativo basado en el Reino Unido, para volver a atraer las miradas sobre este paraje del planeta.

El equipo del proyecto Midas había estado monitoreando la ruptura del segmento de hielo Larsen C, el cuarto más grande de la Antártida, después que Larsen A colapsó en 1995, y había observado avances significativos en los últimos 12 meses, detalló la agencia EFE.

Los expertos monitorean el desarrollo de este desprendimiento por medio de un satélite de la NASA, y han explicado a varios medios que el tamaño del glaciar es tal, que si fuera puesto junto a la Torre Eiffel de París, cubriría las dos terceras partes. La famosa estructura parisina tiene 300 metros de alto, mientras que el iceberg tiene 200 metros de grueso.

El profesor Adrian Luckman, de la Universidad Swansea, investigador principal del proyecto MIDAS, habló de la rapidez con que Larsen C se separó del continente frío: «Habíamos estado esperando este evento por meses y ahora nos ha sorprendido el tiempo que tomó la separación», dijo a CNN.

Si bien los estudiosos de Midas han explicado que los desprendimientos no son fenómenos nuevos, lo inusual en este caso es el inmenso tamaño de este iceberg, cuyo desprendimiento ha cambiado para siempre la geografía de la península de Larsen C.

Los científicos dicen que seguirán la trayectoria de este iceberg, pero que es poco probable que pase algo con él      por años. Además, investigan si el cambio climático tuvo algo que ver en este fenómeno.

Con tanto aconteciendo en el sur de este mundo se podría afirmar, sin dudas, que la Antártida se ha robado las cámaras de los naturalistas en los últimos días. Y en el campo científico se ha convertido en una especie de indicador de cómo andan las cosas en el orden ambiental. Si a eso añadimos que lo que por fuera parece un paraje inhóspito es en realidad un vívido ecosistema, entonces la  Antártida, una gigantesca masa de hielo situada asimétricamente alrededor del Polo Sur y con más de 14 000 000 km² (1,3 veces más grande que Europa) tiene que ser reivindicada de la imagen popular de cenicienta natural para ser reconocida como termómetro del planeta.

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