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Frente al espejo

Contra la indolencia

«El artículo Para dejar varados a los indolentes (3 de julio), de mi coterráneo el periodista Nelson García Santos me tocó bien de cerca. Yo soy uno de esos tantísimos cubanos que diariamente somos víctimas de una enfermedad terrible que afecta tanto a choferes como a directivos de nuestras instituciones a todos los niveles: la INDOLENCIA (así, con mayúsculas). Y no creo que sea necesario invertir mucho tiempo en analizar las causas reales de esta problemática; ¿o es que acaso es preciso convocar a una reunión para descubrir que tal o más cual chofer, pasó de largo por la parada y nos dejó con la mano extendida porque simple y llanamente eso no les afecta ni les importa? Lo cierto es que este es un problema cuya permanencia data ya de demasiado tiempo en nuestra sociedad. Un ejemplo sencillo podría serlo la situación reiterativa que vivimos a diario en las áreas exteriores de la Universidad Central de Las Villas: un ómnibus se detiene varios metros antes o después de la parada, para simplemente no verse en el compromiso de tener que transportar a los que esperan desde hace bastante rato; pudieran añadirse a la lista otros tipos de autos de todos las dimensiones habidas y por haber, cuyos conductores proceden de igual modo, con la tranquilidad de quienes se saben impunes. Así andan las cosas. Una solución inmediata es lo que se impone. Tampoco creo que aplicar medidas punitivas a los indolentes sea la única ni la más efectiva de las estrategias». (José Luis del Rosario González)

«Leí su excelente artículo acerca de los niños noruegos nacidos durante la Segunda Guerra Mundial bajo el programa nazi Lebensborn (Y después del Lebensborn, ¿qué?, Luis Luque Álvarez, 3 de agosto). Aquí se publican de vez en cuando artículos referentes a esa actitud noruega contra los que ayer fueron niños y hoy son ancianos, a quienes se les niega reconocimiento e indemnización». (Jorge Duarte, Noruega)

«Me uno a los miles de lectores que tienen la mejor opinión por la Sección Frente al espejo, y quisiera expresarles un tópico que considero de interés. Mucho se habla de los altos precios de los productos que sabemos no podrán bajar mientras no existan cantidades suficientes para que se cumpla esa inexorable ley del mercado de la oferta y la demanda. Pero si altos son los precios, más ofensivo es el que se nos robe literalmente con “nuevas unidades” de peso y medida, ya nuestra vieja “libra” no tiene las 16 onzas, ni el kilogramo los 1 000 gramos. Por una llamada escasez de balanzas o pesas se han creado “nuevas unidades de medida”: el jarro, el pepino plástico picado, etcétera. Solo hay que asistir a las ferias dominicales en los municipios capitalinos para apreciarlo. Esto está “justificado” por la no existencia de dichos dispositivos de medición, y lo complejo de su fabricación.

«Pero existen balanzas que emplean otro principio de funcionamiento, son más difíciles de adulterar y son más fáciles de fabricar en el país, me refiero a las balanzas de resorte o muelle. En fin, quisiera que por su intermedio la Industria Nacional considerara la posibilidad de fabricar estas balanzas de forma masiva para bodegas y mercados, y le aseguro que esto implicaría una especie de “bajada” de los precios, pues hoy, por ejemplo se paga 30 pesos por una libra de 12 onzas, donde la onza sale a 2,50 pesos. Cuando la libra recupere sus 16 onzas, esta costaría entonces 1,87 pesos, es decir los precios bajarían en un 25 por ciento. En resumen, que con la misma cantidad de dinero y el mismo precio por libra o kilogramo, llevaríamos a nuestros hogares más alimentos». (Emilio A. Venero)

«Debo ante todo felicitarla por la instructiva, seria y profesional sección que usted pulsa. Soy un lector asiduo de esa página (Sexo sentido), tengo 46 años, tengo experiencias propias de la edad en sentido general y en lo particular sobre estos temas y a pesar de ello siempre encuentro en lo publicado una enseñanza para perfeccionar esos conocimientos. Tengo dos hijos varones, jóvenes, maduros por su forma de pensar a los cuales convido a leerlos y hasta en ocasiones, junto a sus parejas, hemos hecho “una tormenta de ideas” al respecto, claro está cada cual con sus puntos de vista pues provenimos de generaciones distintas y sería iluso pensar que coincidamos en todo. Sin embargo el hecho de escucharlos, de que me escuchen a mí y de ese intercambio, de esa comunicación que se ha perdido entre generaciones, es más que suficiente para pensar que valió la pena.

«Deseo también que felicite a Mariela Rodríguez por su sección de Pregunte sin pena, que cumple con su cometido de responder a inquietudes de lectores de una variada gama de edades, felicite por igual a sus colaboradores, que realizan también excelente trabajo». (Ingeniero Francisco Aguiar Manso)

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