Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Javier Dueñas

Frente al espejo

Transportarnos en el tiempo

«Excelente crónica, Ciro (La Habana que no se conocía, Ciro Bianchi Ross, página dominical de Lectura, 14 de abril). Genial la manera que tiene de transportarnos en el tiempo, y llevarnos de la mano de su prosa a lo que fue nuestra Cuba de ayer. Conocerla no deja de ser excitante, a pesar de los problemas sociales que teníamos». (José L. Villalón, 29 años, Santiago de Cuba)

«He leído su comentario La tortura del domingo (Susana Gómez Bugallo, estudiante de Periodismo, 18 de abril). Todo lo que se refiere en él es usual en ese cine desde hace un tiempo, y tiene solución con disciplina y exigencia, pero ellas tienen que venir desde la administración a los trabajadores. ¿Por qué los asistentes a la instalación gritan “acomodadoras”? Porque no están dentro del cine, sino conversando en el lobby con los demás compañeros de trabajo, en voz alta y molestando a los asistentes. He presenciado cómo ellos mismos se llaman unos a otros a gritos dentro de la sala… Artículos como este son muy importantes para erradicar de una vez la indisciplina y falta de respeto en lugares como ese. Gracias a usted». (Nidia García)

«Me alegra escuchar lo planteado en este comentario y haber aprendido más (Verdades como el sol, Dr.C. Julio César Hernández Perera, 17 de abril). Ojalá muchas más personas de otras partes del mundo pudieran conocernos mejor. Coincido con el autor porque es cierta la tesis: no es posible que la privatización de los servicios médicos pueda hacernos alcanzar esa fortaleza de que todos tengan acceso a la salud y de manera gratuita. Igual que la prevención. Solo así se garantiza el cumplimiento de los Objetivos del Milenio». (Grether Rodríguez Barreto)

«Refrescante y oportuna esta crónica: la memoria popular no se debe perder (Lo que cuenta el abuelo, Marianela Martín González, espacio sabatino La Crónica, 6 de abril). Soy hija de gente de campo y en los tiempos del período especial mi mamá mantenía atentos a todos los pequeños de la escalera, donde nos sentábamos a compartir con resignación el apagón y a escuchar cuentos campesinos. Al menos nos entreteníamos y no había nadie deambulando por la casa a oscuras». (Roxana)

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