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La pistola-lapicero del espía

CON motivo de la página dedicada al espía alemán capturado y fusilado en La Habana en 1942, y que apareció en este espacio hace un par de semanas, Ernesto Aramís Álvarez Blanco, museólogo e investigador del Museo Óscar María de Rojas, de Cárdenas, en la provincia de Matanzas, aporta un dato de interés. Dice que la pistola-lapicero de Heinz August Kunning, conocido también como Enrique Augusto Luning, se exhibe en esa institución cultural.

En el registro que se practicó en el momento de su detención, en la habitación que ocupaba en la casa de huéspedes ubicada en el segundo piso del edificio marcado con el número 366 de la calle Teniente Rey, entre Villegas y Aguacate, en La Habana Vieja, se encontraron mapas, croquis y planos de centros comerciales y un potente aparato de radio que le permitía transmitir y recibir mensajes. Había además documentos que demostraban sus contactos con otros agentes nazis y la curiosa arma aludida, que cae dentro de las llamadas «pistolas de bolsillo» y que con posterioridad a los hechos fue a parar al museo cardenense.

Escribe al respecto Ernesto Aramís Álvarez Blanco:

«Para las personas que visitan el museo Oscar María de Rojas resulta siempre interesante conocer detalles de la historia del arma ocupada a Luning. Mide 14,5 centímetros de largo por 2,5 de ancho. Fue fabricada en Estados Unidos de América y presenta la inscripción: “The Lake Erie Chemical Co. Cleveland Chic USA”».

Precisa Álvarez Blanco que se trata de una pistola de 12 milímetros de calibre, un solo tiro y un disparador en forma de botón. «Es un arma que se puso de moda a fines del siglo XIX y que durante las primeras cuatro décadas del siglo XX fue frecuente entre viajeros, jugadores profesionales, mujeres licenciosas y espías de diversas naciones. Una curiosidad, para decirlo en una palabra».

Con la detención de Luning se relaciona el mensaje de Sergio Varela Sánchez. Expone este lector lo que le contaron su madre y su abuela y escuchó muchas veces relatar a los suyos, vecinos de la ya aludida casa de huéspedes. Referían que cuando las autoridades cubanas decidieron proceder a la detención del espía, pidieron a los inquilinos de las viviendas aledañas que permanecieran en el interior de sus domicilios, preferiblemente debajo de las camas.

Añade que no está de acuerdo con el norteamericano Thomas D. Schoonover, profesor de la Universidad de Luisiana, en Lafayette, cuando en su libro sobre Luning en Cuba dice que nunca supo manejar el equipo de radiotelegrafía y que por tanto jamás logró comunicarse con submarino alemán alguno. Puntualiza Varela Sánchez que siempre escuchó hablar en su casa de las jaulas con pájaros que el espía tenía en su habitación porque el piar de las aves disimulaba y encubría el sonido del transmisor.

Por último inquiere el lector acerca de la participación de Cuba en la II Guerra Mundial.

Victoria cubana

Cuando la primera conflagración mundial, Cuba declaró la guerra a Alemania el 7 de abril de 1917. Aunque hubo cubanos que tuvieron una participación muy destacada en esa contienda, en el orden estrictamente militar la Primera Guerra solo alcanzó una repercusión interna digna de memoria: el establecimiento del Servicio Militar Obligatorio para los varones entre los 21 y los 30 años, medida que no tuvo otra consecuencia práctica que la de precipitar numerosos matrimonios.

Cuando la Segunda Guerra, el Acuerdo-Ley número 7 de 1942 dispuso la ampliación y la reorganización del Ejército y la Marina cubanos y se volvió a establecer aquí el Servicio Militar, que esa vez sí se tradujo en el llamado a filas de muchos de los conscriptos aunque, al igual que en el conflicto anterior, ningún cubano salió del país para pelear en suelo extraño, salvo como voluntario. No existen datos precisos, pero se calcula que no menos de 3 000 compatriotas se sumaron a las fuerzas aliadas. De eso queda constancia en muchos relatos periodísticos y por lo menos en dos libros: Del Hudson al Elba, del voluntario holguinero Armando Díaz Fernández, y Memorias de un estudiante soldado, que valió a su autor, Roberto Esquenazi Mayo, el Premio Nacional de Literatura en 1951.

Tres cubanos combatieron en las filas del ejército soviético: Enrique Vilar y los hermanos Aldo y Jorge Vivó. Aldo y Enrique encontraron la muerte en la conflagración. Los padres de ambos fueron prominentes dirigentes del primer Partido Comunista de Cuba, Jorge Vivó y César Vilar. El primero ocupó la secretaría general de esa organización política. César, el llamado «Camarada Pi», encabezó la Confederación Nacional Obrera de Cuba y, siempre desde las filas del Partido, fue delegado a la convención que elaboró la Constitución de 1940 y con posterioridad resultó electo senador de la República. Pero en 1953 sus criterios favorables sobre el ataque al cuartel Moncada y la posición política de Fidel, motivaron su exclusión de la organización a la que había consagrado su vida.

La contribución cubana a la Segunda Guerra estuvo sobre todo en el mar, aunque también nuestros aviadores patrullaron el Golfo de México en el triángulo comprendido entre Mérida, La Habana y Miami. Marinos cubanos vigilaron las aguas del Caribe y del Golfo y custodiaron más de un millón y medio de toneladas de mercancías que se transportaban en buques de otros países, en misiones que los obligaron a recorrer más de 300 000 millas. Dos cargueros cubanos, Manzanillo y Santiago de Cuba, fueron víctimas de submarinos alemanes el 12 de agosto de 1942, con el saldo de 76 compatriotas muertos.

No puede olvidarse la hazaña de la tripulación del cazasubmarinos CS-13, que el 15 de mayo de 1943 hundió al submarino alemán U-173 frente a la costa norte de Las Villas, a la altura del faro de Cayo Mégano. La nave nazi era comandada por Reiner Dieriksen, que había merecido la Cruz de Hierro del alto mando alemán por haber hundido más de diez buques durante los meses iniciales del conflicto. El alférez de fragata Mario Ramírez estaba al frente del cazasubmarinos cubano cuando el sonadista Norberto A. Collado, que sería el timonel del yate Granma en 1956, detectó con sus equipos la presencia del enemigo y guió a los suyos en la persecución y aniquilamiento del adversario.

Combustible en carros de leche

Y a propósito de los submarinos alemanes, Horacio Torres Triana pregunta desde Camagüey sobre el reabastecimiento de combustible y alimentos de dichos sumergibles, dada la enorme distancia que media entre Alemania y nuestra zona geográfica.

Un cubano que falleció en Miami hace unos 25 años confesó a un colaborador de esta columna que en la finca de su familia en Camagüey se refugiaban submarinistas nazis. Había allí una barraca habilitada para ese propósito y pasaban en ella hasta dos y tres meses. Buena comida y asistencia médica; hasta extirpaciones de apéndice llegaron a practicarse en el lugar mientras el submarino permanecía camuflado en la costa.

Esa fuente, cuyo nombre podría revelar, contó también a mi informante sobre la operación del combustible. Se lo robaban los fines de semana del depósito de la petrolera Shell, en La Habana, y lo transportaban hasta Camagüey en camiones de una compañía lechera propiedad de un español falangista. Unos 400 hombres, algunos de ellos figuras notables de la radio y el deporte, participaban en ella. La Policía, al mando de Manuel Benítez, nunca los descubrió o no quiso hacerlo.

El periodista Juan Chongo Leiva publicó hace años —y están ya totalmente agotados— dos libros útiles e interesantes que bien merecen su reedición: La muerte viaja con pasaporte nazi, sobre Kunning, y El fracaso de Hitler en Cuba, acerca de las organizaciones fascistas que surgieron aquí. Pero el asunto del quintacolumnismo en la Isla durante la Segunda Guerra Mundial, y antes, resistiría otros acercamientos. Se le pasa por encima con demasiada celeridad y, en buena medida, datos que en su momento aportó la prensa quedaron congelados en las páginas de periódicos y revistas donde se publicaron sin que nadie se haya preocupado de rastrearlos, mientras mucho de lo que se repite acerca del tema sigue siendo parte de las suposiciones, sin que se sepa con certeza qué fue verdad y qué fue mentira.

En las altas esferas del Gobierno cubano de la época no eran pocos los que simpatizaban con Hitler y su política. Sin ir muy lejos, el canciller José Manuel Cortina tuvo que renunciar a su cargo luego de que en una interpelación parlamentaria se le acusara de antidemócrata y de negociar con los pasaportes de los emigrados judíos. Por otra parte, las autoridades de Inmigración acusaban de agentes nazis a judíos ricos y los encerraban en la Estación Cuarentenaria de Triscornia, en Casablanca, para exigirles luego sumas de hasta diez mil dólares para exonerarlos de cargos, mientras que gente como el príncipe Rúspoli, director de la Beneficencia Italiana en Cuba, se movía libremente por la Isla pese a que la opinión pública cubana lo tachaba de quintacolumnista.

En mayo de 1943, en el Centro Radiotelegráfico de la Secretaría (ministerio) de Comunicaciones, ubicado en el reparto Kholy, se ocuparon 17 documentos que contenían —se dice— pruebas del espionaje que funcionarios cubanos ejercían a favor de Alemania. Eduardo Chibás acusó a un ex director de ese centro, y la inculpación provocó una áspera polémica entre un hijo de este y el parlamentario en la que relucieron no pocos trapos sucios de funcionarios gubernamentales. La discusión llegó a tal punto que el fiscal del Tribunal Supremo solicitó a la Audiencia habanera el procesamiento de los contendientes. Chibás echó en cara al fiscal no haber procedido con la denuncia sustentada en los 17 documentos ocupados en Kholy. Ni procedería tampoco. Un incendio nunca esclarecido en el Centro Radiotelegráfico puso fin al asunto y el general Manuel Benítez, jefe de la Policía Nacional, asumió el control de la entidad.

Cubanismo absoluto

Otro mensaje electrónico, firmado por Andrés, sin apellidos, alude a la existencia de un partido nazi en Cuba a la que se refirió el escribidor en su página del 24 de noviembre pasado. Escribe el remitente: «Efectivamente, hace poco más de diez años realicé una investigación sobre el racismo en Cuba y buscando y buscando encontré que en octubre de 1938 se había creado un partido nazi en Cuba. Increíble, pero cierto. Es un capítulo de nuestra historia que se conoce poco. El partido fue creado por el periodista Juan Prohias y estaba compuesto fundamentalmente por pequeños comerciantes y algunos miembros de la clase media, portadores todos de una ideología racista, profundamente anticomunista y ultranacionalista («cubanismo absoluto», decían ellos). En sus primeros estatutos había cláusulas abogando abiertamente por la discriminación racial, por lo que al principio no fue aceptada la solicitud de inscripción por ir en contra de lo estipulado al respecto en la Constitución de 1940. Más tarde omitieron convenientemente todas las referencias raciales para poder obtener estatus legal. Además de este partido, existieron simultáneamente el Partido Fascista Nacional, la Legión Nacional Revolucionaria Sindicalista y la Legión Estudiantil de Cuba, y todas compartían la misma base ideológica. Estas organizaciones tuvieron su arraigo en La Habana y Las Villas fundamentalmente».

Concluye Andrés su mensaje: «Por suerte, hubo en Cuba un fuerte movimiento antifascista».

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