Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Los últimos serán los primeros

Hace un par de años escribí la nota de presentación del que sería el primer concierto en solitario de Lilliana Héctor Balance, función que tendría lugar como parte del espacio Puntal Alto, un ciclo de recitales dedicado, en su inmensa mayoría, al quehacer de jóvenes trovadores. En el aludido texto afirmaba que Lilliana es alguien que corrobora una vez más aquello de que los últimos serán los primeros.

No han transcurrido aún 24 meses de entonces a acá, y Lilli, como la conocemos en el medio trovadoresco, repitió la aventura de ser la figura protagónica de un concierto, ideado en torno a las canciones que ella ha compuesto durante los cinco años que lleva como trovadora, desde que en 2005 decidiera que escribir e interpretar melodías propias acompañadas por la guitarra, no sería solo la expresión artística de una aficionada que por la fecha estudiaba la carrera de Derecho, sino que ello se convertiría de ahí en adelante en su proyecto de vida, desde el punto de vista profesional, con lo cual el mundo de las leyes perdió a alguien que a lo mejor llegaría a ser una buena jurista, pero el universo musical ganó a una auténtica creadora.

Mientras disfrutaba el pasado sábado 26 en el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau el repertorio interpretado por Lilliana Héctor en su concierto denominado Tengo, incluido dentro del espacio A guitarra limpia, intentaba recordar con exactitud el momento en que la escuché cantar por primera vez.

Empero, por más que hurgué en mi memoria, no logré precisar ese instante del descubrimiento de su labor como trovadora y la evoco en tantísimos conciertos en función de corista o de hacer segundas voces a amigos como Eric Méndez o Mauricio Figueiral. Quizá, sería en una de las muchas presentaciones a las que asistí del grupo de cantautores aglutinados en torno a lo que se dio en llamar La Séptima Cuerda o, a lo mejor, en una que otra de las emisiones del festival Longina en la capital villaclareña.

Lo cierto es que por el camino del andar juglaresco, un día tomó la guitarra en mano e interpretó alguno de los temas compuestos por ella, con lo que trascendía la barrera de la muchacha de singular encanto y ductilidad para el trabajo vocal, transformándose en una cantautora capaz de expresarse con absoluto desenfado en sus canciones.

Del momento iniciático allá por 2005 a los días que corren, Lilliana ha acumulado múltiples experiencias en su trabajo trovadoresco y de tal suerte, a partir de 2007, conforma un dúo con Ariel Díaz, con quien hasta la fecha ha editado los discos Ven a mi Cuba y Colores (ambos con producción independiente), así como viajado a México, Argentina e Italia. Semejante cúmulo de vivencias ha contribuido al proceso de acelerada maduración, tanto a nivel de composición como de interpretación, experimentado por Lilli y del que diera muestra en su concierto A guitarra limpia.

Uno de los aciertos de la función resultó el tino con el que la trovadora seleccionó su repertorio, donde se alternaron piezas compuestas por ella y conocidas por las versiones que hace de las mismas en el dúo con Ariel Díaz, junto a otras de reciente aparición y que aún no figuran en el material del dueto. De las primeras, pudimos escuchar canciones como Son de Camagüey, Para cuando vuelvas y Queja de la luna llena, mientras que entre las segundas se oyeron estrenos como Tiempo de silencio (composición inspirada en la figura del desaparecido fotógrafo y trovadicto Luis Hernández «El Plátano») y Otros ojos sobre ti.

Con una poética en la que los problemas de género, analizados desde una perspectiva muy cercana al feminismo, resultan una de las principales motivaciones al componer, la presentación de Lilli también sobresalió por la excelencia de los arreglos de cada tema y el desempeño de los músicos de respaldo: Irina González (flauta y voces), Efrén García (bajo), Stefan Hedbord (percusión) y Ariel Díaz (guitarra y voz), así como por los invitados: la tresera Enid Rosales y el dúo Karma. Ejemplo de esa generación de chicas que asumen una actitud bien heavy ante la vida, el concierto Tengo evidenció que Lilliana es ya una voz propia, en la que destaca lo cautivante de sus textos.

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