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Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

¡Un álbum demoledor!

Hay grupos que tienen la sabiduría de nunca equivocarse a la hora de entregar un disco al mercado. En mi opinión, unos que poseen tal mérito son los integrantes de la banda estadounidense Symphony X, agrupación de la que soy admirador desde su debut allá por la década de los 90. Su más reciente fonograma, titulado Iconoclast, es sencilla y llanamente un álbum demoledor.

Quizá algunos seguidores del proyecto le critiquen a Symphony X que en el presente hayan renunciado un tanto a los aires progresivos, con miras a endurecer su sonido a partir de composiciones armadas con música y textos de un tono más oscuro e inspiradas en asuntos tecnológicos. Yo aprecio eso como un signo de renovación para el ensemble, que no ha querido aferrarse a la fórmula con la que alcanzaran éxito en el pasado, sino que han apostado por el cambio, algo a lo que no todo el mundo se atreve.

A cuatro años de la salida al mercado de su anterior trabajo discográfico, el CD Paradise lost, un material pletórico en temas muy accesibles y directos, como por ejemplo el todavía popular Set the word on fire, ahora nos encontramos ante un álbum de esos que por su complejidad exigen del oyente una escucha especialmente atenta, si se pretende captar a plenitud la esencia de la entrega de esta banda procedente de New Jersey.

Con una alineación en la que aparecen Russell Allen como vocalista, Michael Pinnella detrás de los teclados, el guitarrista Michael Romeo y una sección rítmica conformada por Michael Lepond en el bajo y Jason Rullo a la batería, Synphony X publica su disco Iconoclast a través del sello Nuclear Blast. Editado en dos CD contentivos de siete y cinco temas respectivamente y con más de 80 minutos de música, si bien el fonograma clasifica dentro de lo que se conoce como metal prog (corriente en la que el piquete conforma una trilogía de lujo, en unión de Dream Theater y Evergrey), aquí hay mayor crudeza que en producciones anteriores, con lo que de conjunto su actual sonoridad se acerca o coquetea con el power metal.

El primer corte que escuchamos es el que da nombre a la producción, es decir Iconoclast, una auténtica maravilla de casi diez minutos de duración y que permite apreciar la nueva orientación sonora del grupo, en la que Romeo, Pinnella, Lepond y Rullo corroboran que son instrumentistas de altísima valía. Para reafirmar el interés de la agrupación por endurecer su propuesta, nos ofrecen una pieza como The end of innocence, corte que no me aburro de escuchar una y otra vez y en el que el vocalista Russell Allen se muestra impresionante.

Quiero enfatizar el desempeño de Allen a través de toda la grabación. Confieso que no dejo de maravillarme al ver como él puede transformarse de una voz gutural, como hace en los temas Dehumanized, Heretic y Prometheus, a una en la que asume la interpretación de complejas líneas melódicas, como acontece en When all is lost, uno de mis favoritos del disco, tanto por el buen desempeño en las partes cantadas como por sus llamativos cambios de ritmos.

Otras piezas a las que recomiendo especial atención son Bastards of the machine, Reign in madness, Children of a faceless God, The Lord of chaos y sobre todo, Electric Messiah, donde Michael Romeo ejecuta a la guitarra un riff cautivante y disfrutamos de pasajes instrumentales de velocidad aterradora en los constantes intercambios de solos que se suceden. A propósito de Romeo, sugiero a los guitarristas estudiar el estilo de este músico, pues él domina a la perfección las técnicas de tapping, subpicking, las escalas neoclásicas y en general, cuanto se relaciona con la forma de tocar denominada shred.

Caracterizado por un sonido impecable, es cierto que Iconoclast no se parece a producciones anteriores de la banda, como The divine wings of tragedy y The Odissey, aspecto señalado por algunos detractores del fonograma. Empero, justo en esa intención de reinventarse en una tesitura más heavy y no repetirse en lo ya probado, pienso que está el mérito de Symphony X en su disco del presente 2011, un álbum de obligada escucha para quienes se interesen en conocer parte del mejor power metal prog de nuestros días.

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