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Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Jazz de Benin para el mundo

Soy de los que cree a pie juntillas en la sabiduría del refranero popular. En el mismo se afirma que quien tiene amigos, tiene un central. Por mi experiencia vital, corroboro lo acertado de dicha frase. Gracias a la validez de dicho refrán, entre otras muchas cosas, he conseguido armar una respetable fonoteca, pletórica de álbumes que no pueden ser adquiridos en la red de establecimientos destinados a la comercialización de discos entre nosotros.

Sucede que a partir de mi condición de sempiterno melómano y morador del reino de «los que soñamos por la oreja», con el transcurrir de los años he llegado a establecer grandes amistades con las que comparto esta afición y que son quienes me mantienen un fluido suministro de mucha y buena música. En ese circuito de entrañables colaboradores y a los que siempre tendré que agradecerles por su gentileza, debo mencionar a Danays Bautista, quien por cierto recién ha presentado su debut fonográfico, Carlitos Lugo, Susan Thomas, Juan Raúl Fernández y Humberto Manduley. Este último puso en mis manos en el pasado diciembre una colección de casi 50 títulos que, por los altos valores estéticos del material en conjunto, me encantaría poder reseñar aquí.

En el listado de los variados CDs que mi hermano Humberto me hizo llegar, aparecen entre otros Better late than ever, del proyecto denominado 3PM; Featuring ourselves, de Alex Machacek, la actuación de la Derek Trucks Band en el Sioux Falls Jazz & Blues Festival de 2007; Heads I win tails you lose, de Oli Brown; Moyo, de Keiko Matsui y quien tiene como uno de sus invitados en el disco al gran Richard Bona, del que he sabido anda preparando material con la intervención de músicos cubanos.

Ahora bien, de la nómina de álbumes que Manduley me regaló a fines de 2012, uno de los que más me ha impresionado es el acreditado al guitarrista Lionel Loueke y que lleva por título Heritage. Este trabajo es de esos que no tiene desperdicio y que pone a las claras los nuevos caminos por los que en la actualidad se orienta la producción jazzística internacional; y en la que el componente de hibridación con la world music registra fuerte presencia.

Nacido en 1973, Lionel Loueke es oriundo de Benin, país africano que muy pocos asociarían al jazz, pero del que este eminente instrumentista extrae muchos de los motivos recurrentes que van a otorgarle singular identidad a su producción sonora. Valorado por la crítica como una de las principales estrellas de nuestros días en el catálogo del afamado sello Blue Note Records, Loueke ya posee varios trabajos fonográficos que han sido éxito en el mercado del jazz. De dichas grabaciones, una de mis favoritas es Mwaliko, llevada a cabo en compañía de Massimo Biolcati y Ferenc Nemeth, dos de los músicos habituales que laboran con Lionel.

Ahora, en su CD más reciente, el titulado Heritage, él ha tenido como un muy eficiente coproductor al pianista Robert Glasper, quien además interviene como autor de un par de temas del álbum Tribal dance y Bayyinah, y es coautor con Loueke de otra pieza, Hope. Me parece muy importante en el resultado final del trabajo la participación de Glasper, así como del bajista eléctrico Derrick Hodge, del baterista Mark Guiliana y de Gretchen Parlato en voces, que aportan decisivas contribuciones a un Lionel que abandona la sonoridad acústica a la que nos había acostumbrado a partir del empleo de la guitarra con cuerdas de nailon, para sumergirse en atmósferas eléctricas y en las que prevalecen sesiones intensas de improvisación.

Lo anterior no significa que el guitarrista haya renunciado a la belleza que le ha caracterizado al diseñar las líneas melódicas de sus composiciones. Nada de eso. Ello se comprueba desde que se escucha el primer corte de la grabación, Ifé, donde las raíces de mamá África se perciben por doquier. Otros temas que incluyo entre mis preferidos están Ouida, de fino lirismo; Tribal dance, con destaque para el baterista; Freedom dance, contagiosa por su ritmática, y la ya aludida Bayyinah, con un desempeño colectivo sencillamente delicioso.

Disco que me ratifica en la idea de que la reina de la música lo es la melodía. Esta propuesta de Lionel Loueke la considero altamente recomendable para todo el que sea amante de la guitarra y del jazz sin fronteras.

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