Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Carnaval En Piano Charango

Quienes fueron partícipes en Cuba del rico movimiento de artistas aficionados que se desarrollase durante la década de los 70 de la anterior centuria, recordarán que, en el contexto de la corriente ideoestética de la Nueva Trova, entre nosotros se pusieron de moda los ritmos del altiplano. Como parte de aquel proceso, en gran medida bajo los influjos del Congreso de Educación y Cultura de 1971, no pocos jóvenes músicos y que por entonces estudiaban en preuniversitarios o en las universidades del país, sintieron interés por aprender a tocar charango. Cierto que a la postre hay consenso en que el fenómeno aludido fue algo impostado y que poco o nada tenía que ver con nuestra cultura, pero para quienes como yo vivimos esa etapa de fervor por los sonidos del cono sur, ello resulta otra experiencia en nuestro devenir cultural y, al menos para mí, de muy gratos recuerdos.

Estoy convencido de que nunca olvidaré las intensas jornadas de aprendizaje que pasé bajo la tutela de ese notable músico nombrado Fausto de Armas, director de Antares, y que fue la persona que en la etapa en que yo cursaba la secundaria básica en la Escuela Especial para ciegos Abel Santamaría, me enseñó a tocar —aunque fuese de manera más o menos elemental— instrumentos como el charango, el requinto, la quena, la mandolina y el cuatro venezolano.

Quizá por lo anterior, cuando escuché por primera vez el fonograma titulado Carnaval En Piano Charango, producción realizada por nuestro compatriota Chuchito Valdés (uno de los hijos del maestro Chucho Valdés y continuador de esa dinastía de brillantes instrumentistas) en el piano y por el boliviano Eddy Navia (de fama internacional por su desempeño como integrante de los grupos folclóricos Savia Andina y Sukay) a cargo del charango, no pude evitar remontarme a los ya lejanos años 70, momento en que a decir verdad nunca imaginé que con este instrumento pudiera hacerse algo tan impactante como lo registrado en el CD que hoy comento.

Como la obra de Chuchito Valdés no es todo lo conocida que entre nosotros debiera ser, creo que es importante indicar que él figura en la nómina de pianistas cubanos de jazz que en la actualidad gozan de mucho prestigio a escala internacional. Ello lo ha conseguido gracias a trabajos suyos como los discos Encantando, Live in Chicago y Grand Piano Live.

El fonograma al que en esta ocasión me refiero, o sea, Carnaval En Piano Charango, publicado a través de Sukay-Pachamama, es continuación de un trabajo anterior efectuado por Chuchito y Eddy, un material que en su momento de puesta en circulación fuera muy bien acogido por la crítica especializada y por el público melómano en diversos rincones del mundo.

En ambas ocasiones, la idea que ha guiado a los protagonistas de las dos grabaciones ha sido apostar por un proceso de hibridación entre formas musicales que «supuestamente» poco o nada tienen que ver entre ellas. Y resalto la palabra supuestamente, porque el resultado final del experimento demuestra que cuando hay talento de verdad, en música todo puede mezclarse en perfecta síntesis.

Magníficos ejemplos de la interesante mixtura aquí conseguida lo apreciamos en cortes como Rosa Tropicana, Carnaval del mundo, Tributo a Pachamama y en la renovada versión que el dueto hace de la archiconocida pieza mexicana La Bamba. Otro instante que para mí resulta de alto vuelo en el fonograma se escucha en el tema denominado Leyenda de Carnaval, en el que se produce un llamativo intercambio de frases entre el piano y las zampoñas (tocadas por Miguel Sisniegas), uno de los instrumentos del folclor sudamericano que estuviese de moda entre nosotros allá por el decenio de los 70 del pasado siglo.

Álbum en el que a través de sus diez cortes disfrutamos de las atinadas mezclas entre piano, charango, zampoñas, tambores batá, saxofón… y donde el virtuosismo de los instrumentistas está en función de alcanzar un auténtico producto híbrido, Carnaval En Piano Charango es un disco altamente recomendable para ser escuchado no solo por los amantes de las tradiciones folclóricas, sino por todos aquellos que tengan un pensamiento ecuménico si de música se trata.

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