Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Dolor con amor se cura

Del núcleo de cantautores reunidos en torno a lo que se conoció de inicio como Habana Oculta, y que más tarde fuese renombrado como Habana Abierta, uno de los primeros que se desprendió y adquirió popularidad en solitario fue el tunero Kelvis Ochoa. Aunque erróneamente algunos lo asocian con la experiencia de la peña de 13 y 8, en la que nunca intervino, desde que a comienzos de la década de los 90 él llega a La Habana procedente de la Isla de la Juventud, al incorporarse al intenso quehacer trovadoresco que por entonces acontecía en la desaparecida Casa del Joven Creador en la Avenida del Puerto (justo donde hoy radica el Museo del Ron), Kelvis se identificó con la propuesta ideoestética de figuras como Boris Larramendi, José Luis Medina, Alejandro Gutiérrez, Luis Alberto Barbería y Vanito Caballero, participantes por esos días ya lejanos de un proyecto acunado por la Asociación Hermanos Saíz y denominado Te doy otra canción.

De entonces a acá ha llovido mucho y son pocos los que se acuerdan de la etapa de Ochoa al frente de la banda que llamó Cuatro gatos, con la que hiciera temas como el muy de sabor pop roquero Tardes de café, dedicado a las intensas jornadas que tanto disfrutamos los visitantes del Café Cantante del Teatro Nacional, a mediados de los 90 del pasado siglo.

Igualmente, en el actual público que asiste a las presentaciones de Kelvis son reducidos los que tuvieron la suerte de ser testigos de las larguísimas noches de descarga en la Casa del Joven Creador, en las que este tunero devenido pinero no solo cantaba sus composiciones del período sino también otras, como aquella hermosísima canción nombrada Nube que pasa, original del hoy olvidado Nelson Medina, alguien que por la calidad de sus textos y melodías como cantautor debió haber disfrutado de mucha más suerte, si al fin y al cabo la misma existe.

Dueño de un estilo interpretativo al cantar que sobresale por su dominio de los géneros más auténticos de la música cubana, así como poseedor de una tremenda capacidad improvisatoria que se ubica dentro de la mejor tradición de los soneros de nuestro país, el nuevo fonograma de Kelvis Ochoa, titulado Dolor con amor se cura y que sale al mercado a través del sello Bis Music, es un compendio de diez cortes, en el que cada uno de los temas registrados da testimonio por separado del proceso de maduración vivido por el cantautor en estos últimos casi 25 años.

Si algo me llama la atención en el CD es justo la variedad que encontramos en el mismo. Cierto que el hilo conductor de lo que, de manera muy convencional para mi gusto, se entiende por cubanía en materia musical, ha de estar presente en cada una de las diez piezas aquí registradas, pero los géneros y estilos cambian entre corte y corte del álbum, lo cual obliga a Ochoa a tener que proyectarse con diferentes matices al cantar temas que transitan por los aires de la guaracha, la conga o el sucu sucu.

Entre los momentos que me resultan más acertados a lo largo de toda la grabación, mencionaría en primer lugar la pieza denominada María Elena, delicioso sucu sucu que antes de ser interpretado por su autor fuera conocido a través de la excelente versión llevada a cabo por el vocalista Luis Bofill, uno de los buenos cantantes cubanos de la actualidad, aunque entre nosotros sea un desconocido. Es una pena que hasta el presente la radio cubana no haya difundido este corte, porque ya fuese en la voz de Bofill o en la de Ochoa, de ser programado adecuadamente creo que se convertiría en todo un éxito.

Otros temas que me parecen en especial atrayentes son En la penumbra, original de Pavel Urquiza e interpretado a dúo con el nicaragüense Luis Enrique; Cuando el corazón, Pequeña historia de amor y Las avenidas de mi corazón. Así, un balance general de todo el material permite afirmar que como disco, el fonograma Dolor con amor se cura es un álbum que nos pone en contacto con la obra de un cantautor que a estas alturas de su vida, cuando ya ha pasado la curva de los 40 años y en consecuencia no se le puede nombrar con la frase hecha de «joven promesa de la música cubana», es alguien que sabe bien lo que quiere.

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