Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Metallica: iguales y diferentes

He tenido la inmensa fortuna de poder asistir a un buen número de conciertos de muchos de mis músicos preferidos. Al formular un breve recuento en dicho sentido, debo confesar que una de las funciones que más me ha impresionado de las que he tenido la posibilidad de ser testigo fue una llevada a cabo por Metallica, en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

Una amiga catalana (Montse Pujol), perteneciente a esa generación de chicas nacidas en la segunda mitad de la década de los 70 y poseedora de una actitud muy «heavy» ante la vida, sabedora de mi pasión por el rock y el metal, quiso regalarme la dicha de asistir a aquel espectáculo, por demás carísimo e imposible de solventar por mi cuenta.

Recuerdo que conocí los primeros trabajos de Metallica allá por 1986, gracias a otra de mis buenas amistades, Emilio Valdés. Por entonces llegué a escribir un texto para la revista Alma Máter donde hablaba de la gratísima impresión que me causaba la banda y que se ilustró con dibujos hechos por Emilito. Incluso, aquí en Juventud Rebelde también he reseñado varias de las producciones fonográficas de la agrupación.

El tiempo, el implacable, el que pasó (como diría Pablo Milanés), ha transcurrido y los otrora rebeldes protagonistas de álbumes imprescindibles como Kill ‘Em all, Ride the lightning, Masters of puppets y el …And justice for all se han transformado en señores millonarios y dejado de ser un símbolo de la cultura underground para ser asimilados por la industria del mainstream. Empero, nadie puede negar que más allá del thrash (del que fueron los reyes absolutos), ellos constituyen uno de los grupos de mayor influencia a escala internacional en los últimos 30 años.

En el pasado mes de noviembre, el mercado discográfico se vio conmocionado con la aparición del fonograma Hardwired… to self-destruct, la décima producción en estudio de Metallica, puesto en circulación después de años de no editar material nuevo. Numerosos comentarios, ya sea a favor o en contra del álbum, comenzaron a moverse de inmediato por la red. Y es que pocas bandas en la actualidad despiertan opiniones tan encontradas como Metallica, con amantes y detractores casi en idéntica proporción.

Ahora, una vez más por obra y gracia de la amistad, a través de Alejandro Pérez (editor del fanzine Metal por tus Venas) por fin he podido acceder a Hardwired… to self-destruct, que no será lo de mayor trascendencia en la carrera de la agrupación, pero tampoco algo desechable y carente de valores artísticos.

Quien dude de semejante afirmación solo tiene que escuchar cortes como el que justamente da apertura a la grabación, es decir, Hardwired, pieza que desde el punto de vista sonoro es toda una oda a los tiempos ochenteros de la banda e ideal para la práctica del mosh, esa danza pugilística grupal llevada a cabo en los conciertos de metal a propósito de los temas de mayor vigor y aceleración.

Otro muy buen momento de la grabación es Atlas, Rise, con un coro muy pegadizo y que pone de manifiesto las habilidades que como compositor ha desarrollado Hetfield. Aquí es de resaltar que Hammett se proyecta más enfocado hacia el trabajo armónico que en tiempos anteriores. Entre mis favoritos del fonograma, también aparece Moth into flame, con un sobresaliente trabajo guitarrístico por parte de Kirk y que de seguro se convertirá en uno de los caballos de batalla en las próximas presentaciones del ensamble.

Por su parte, Halo on Fire resulta de los cortes con mayor trabajo en cuanto al arreglo, pues en él abundan los cambios de estructura, atmósfera ideal para demostrar las virtudes de los integrantes del grupo como instrumentistas. Ya en el segundo CD, para mí las palmas se las lleva ManUNkind, donde Robert Trujillo despliega una muy hermosa intro en el bajo. Para quienes se comunican perfectamente en clave headbanging, les recomiendo Spit out the bone, donde predomina un doble bombo a diestra y siniestra, así como un bajo muy grueso, el cual hace evocar la sonoridad imperante en el siempre recordado Kill ‘Em all.

Creo que el mayor defecto de este fonograma viene dado por lo extenso del material, tanto en la cantidad de temas como en la duración de los mismos. De seguro, de haber aplicado el principio de que menos es más, el álbum habría ganado mucho, pero eso no fue lo que pensaron los integrantes de Metallica.

Por lo pronto, a inicios de marzo Metallica comienza una gira por América Latina y en los setlist de los conciertos de seguro tendrá rol protagónico el repertorio de Hardwired… to self-destruct, disco que deja claro que en comparación con los irreverentes chicos que debutaron en los 80, hoy ellos son iguales y diferentes.

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