Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El Duende

La tecla del duende

Cuando llueve (amor)... no escampa

¿Quién dijo que todo está inventado? Los amantes y amigos de esta Isla, acaban de crear, otra vez, la fuerza de cuatro letras que mueve montañas.

Nocturno, en la locura más larga de su historia, fue el espacio que enlazó las voces. Desde y hacia él, pulsando latidos y teclas llegaron Benedetti, con su táctica para nuestra estrategia; Roberto Carlos, que si está con nosotros, «el amor está»; Rocío Jurado, como ella nos ama; las 14 parejas que hicieron especial el 14 en Camagüey; los muchachos de la Vocacional Federico Engels, y la Cena bajo las Estrellas en Trinidad.

Así, en este desorden del cariño, vimos la «copa con alas» que dibujó Martí para que el universo siguiera reduciéndose a un beso; el ritmo para apretar amores de Gilberto Santa Rosa, o «aquellas pequeñas cosas» que Serrat canta y cuenta. Supimos que en el santiaguero Balcón de Velásquez se siguen conquistando emociones y que en San Juan y Martínez la literatura anda por las calles sin pedir permiso.

Pudimos escribir los versos más tristes estas dos noches, pero Neruda nos recordó que es tiempo todavía de 20 poemas de amor. Eléctrica fue la acogida que nos dieron en la Universidad Marta Abreu de Santa Clara, donde agasajamos a los Titinos, una pareja juvenil con casi medio siglo de complicidad.

Aún estamos tarareando al Diablo Ilustrado, que sabe de amor tres o cuatro esencias y las comparte en voz de su editor, Fidelito, hasta que la guitarra no puede hablar ni un afecto más.

Estas jornadas contigo, Sabina, fueron ocurrentes porque antes de empezar el juego entre azules y rojos cantamos a coro Amigos para siempre; y porque la inmensidad de «los dulces abismos» se rompió con la certeza de la compañía.

Sí, Dulce María, también dieron fe de vida las amores imposibles, las quimeras postergadas, los sonrojos invariables; pero fueron arropados por los encuentros maravilla, los colibríes persistentes, la carne y sangre de la dicha.

¿Por qué y para qué fue todo, las grandes uniones y las fugaces aventuras, la revolución colosal de cada uno y el abrazo íntimo del grupo? ¿Por qué salió de la nada y tomó cuerpo esta ocurrencia de amarnos igual y distinto y ahora pero siempre? Una respuesta, tal vez, la dio Silvio en aquella canción sobre el histórico Tren Blindado: «para que un hombre se viera con una mujer».

Nocturno y elegía

Si pregunta por mí, traza en el suelo/ una cruz de silencio y de ceniza/ sobre el impuro nombre que padezco./ Si pregunta por mí, di que me he muerto y que pudro bajo las hormigas./ Dile que soy la rama de un naranjo,/ la sencilla veleta de una torre.

No le digas que lloro todavía/ acariciando el hueco de su ausencia/ donde su ciega estatua quedó impresa/ siempre al acecho de que el cuerpo vuelva./ La carne es un laurel que canta y sufre/ y yo en vano esperaré bajo su sombra./ Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.

(...) Dile que quise perpetuar sus labios,/ habitar en el palacio de su frente./ Navegar una noche en sus cabellos./ Aprender el color de sus pupilas/ y apagarme en su pecho suavemente,/ nocturnamente hundido, aletargado/ en un rumor de venas y sordina.

(...) Si pregunta por mí, dile que habito/ en la hoja de acanto y en la acacia./ O dile, si prefieres, que me he muerto./ Dale el suspiro mío, mi pañuelo;/ mi fantasma en la nave del espejo./ Tal vez me llore en el laurel o busque/ mi recuerdo en la forma de una estrella./ (Emilio Ballagas)

Graffiti

Omar: llevas en tus manos una carpeta de cariño y en tu bolsillo una pluma de poesía. Los tecleros del Hueco

Amor Bello: No sé si me sigues queriendo más de lo que quisieras, pero yo te sigo amando más que al Sol. Tu embajador de ternura

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