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La tecla del duende

Abuelos

En el desván de los asombros donde guardamos la niñez, siempre hay una ventana que abrieron los abuelos. Ellos, que fueron nuestro primer encuentro con las arrugas de la vida, reservan los secretos mayores bajo las llaves más dulces.

Por sus manos sabemos del trabajo. Por sus cuentos armamos nuestra historia. Por su tiempo aprendemos la paciencia. Y por los besos que les debemos, y la distancia en que se nos van perdiendo, nos llega la compresión perenne de los que quieren...

El mejor de mis libros

«¿Qué son los abuelos en la vida de los niños?», preguntó la periodista Zenia Regalado a la abuela Nersys Felipe. Esta es su respuesta:

El padre de mi madre fue la única persona a la que esperé ansiosa y por la única que sufrí, si se demoraba en llegar. ¿Y sabes por qué? Porque llegaba el viernes a Pinar del Río y el mismo viernes me llevaba con él a Guane en un tren que tenía pito, campana y que rugía, humeaba y pasaba por ni sé los pueblos y ríos y aunque bastante lejos, por el mar. ¡A Guane con abuelo en tren, Dios mío! A Guane a ver a abuela, reidora, cariñosa, besuqueadora y oliendo unas veces a sazones, otras a vainilla, y por las tardes a polvos de heliotropo.

Me quisieron tanto mis abuelos de Guane que les escribí el mejor de mis libros. Pude haber escrito otro para los padres de mi padre, pero nos relacionamos poco y poco puedo contar de ellos: que él era alto y ella bajita, que tenían mi mismo cabello crespo y rezaban el rosario antes de dormir. Vivían solos en San Antonio de los Baños, en una casa umbrosa y sin adornos y con el recuerdo de una hija suicida. Por eso aquella abuela se vestía serio y casi siempre serio estaba aquel abuelo.

Me hubieran querido, no sé, como con más sosiego; no me habrían dejado corretear descalza, como podía corretear en Guane, pero me habrían contado las historias de la Gran Canaria, la isla española de la que vinieron cuando él casi nunca estaba serio y ella se vestía de bonitos colores. ¿Y te das cuenta? Los abuelos son importantes, no solo para los niños, sino también para las personas mayores. Yo pienso mucho en los míos de San Antonio y doliéndome, porque no nos pudimos querer.

Décimas a mi abuelo

Yo soy de donde hay un río,/ de la punta de una loma,/ de familia con aroma/ a tierra, tabaco y frío./ Soy de un paraje con brío/ donde mi infancia surtí/ y cuando después partí/ a la ciudad y la trampa/ me fui sabiendo que en Tampa/ mi abuelo habló con Martí.

Supo la gran aventura,/ supo la estación más triste,/ supo el dolor que se viste/ de redención la cintura;/ supo la traición más dura,/ luego el silencio, el rumor,/ luego el murmullo, el clamor,/ y al fin supo del aullido,/ y del último estallido/ mi abuelo supo el amor.

Así lo sé, porque quiero/ echarme en su misma fosa,/ sin oración y sin losa,/ hueso con hueso viajero;/ lo sé como el aguacero/ sabe que acaba en la orilla;/ lo sé como sé su silla,/ su cuchillo, su mascada,/ y su corona nevada,/ cual sé también su rodilla. (Silvio Rodríguez)

Este domingo

Que los nietos renazcan a sus abuelos y los abuelos se dejen cantar esta palabra que ellos mismos inventaron: ¡Felicidades! Tertulia del Hueco: 10:00 a.m.

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